viernes, 23 de febrero de 2018

Sprint

El humor negro polaco y la Alemania pobre cierran una Berlinale sin favoritos
Gemma Casadevall
Berlín, 23 feb (EFE).- Un exponente del humor negro polaco y una historia de amor en la Alemania empobrecida pusieron hoy punto final a la competición de la 68 edición de la Berlinale, integrada por 19 aspirantes, cuyo desfile se cerró sin un claro favorito al Oso.
"In der Gängen" ("In the Aisles"), dirigida por Thomas Stuber e interpretada por dos rostros emergentes del cine alemán -Sandra Hüller y Franz Rogowski- dejó en buena posición al anfitrión, con una película sencilla, que dice mucho de la Alemania real de hoy.
Todo discurre en un macro-centro comercial de la desangelada zona este post-reunificación, entre bailes de grúas hidráulicas, donde la jerarquía entre los empleados como Christian (Rogowski) la marca la destreza en el manejo de la carretilla elevadora.
En los tatuajes de Christian se intuye que el joven, cumplidor y silencioso empleado tiene un pasado convulso; en el personaje de Hüller se adivina a la esposa de un maltratador; el tercer puntal, el veterano colega que instruye al nuevo (Peter Kurth), es un antiguo camionero degradado por la deslocalización de su empresa a ser "conductor" de una elevadora.
"Es la Alemania de la precariedad, del ciudadano que siente que la prosperidad macroeconómica no le alcanzó a él", defendió Stuber, el cuarto director alemán a concurso en esta Berlinale -tras Christian Petzold, Emily Atef y Philip Gröning-, que hace circular sus carretillas de hipermercado al son del "Danubio Azul".
Alemania cerró así con solidez su abultada presencia en Berlín, mientras que Polonia presentó otra historia convincente, "Twarz" ("Mug"), dirigida por Malgorata Szumowska y que, casualidad o no, también arranca de un centro comercial.
Szumowska, Oso de Plata en 2015 a la mejor dirección por "Body", transporta al espectador a la Polonia donde conviven catolicismo acérrimo con consumismo desbordado y nacionalismo xenófobo.
Todo empieza entre clientes en bragas y sujetador o calzoncillos, a codazos por hacerse con uno de los televisores de plasma que ofrece un comercio a quien se presente en ropa interior.
De ahí se pasa a la construcción del enorme Jesucristo con el que la población de Swiebodzin pretende emular a Río de Janeiro y al accidente de uno de sus obreros, amante del heavy y enamorado, que salvará su vida, pero con el rostro trasplantado.
El trasplante de cara es un éxito quirúrgico y un acontecimiento mediático, tras el cual el chico guapo y "cool" pasa a ser un ser penoso, al que ni su madre, ni menos aún su novia, reconocen.
Con esos dos filmes sencillos, filmados por cineastas jóvenes del este de Alemania y de la Polonia rural se cerró una Berlinale cuya sección oficial ha sido de las más flojas que se recuerdan desde que Dieter Kosslick asumió la dirección del festival, hace 17 años.
No hay un claro favorito para el Oso de Oro que entregará mañana el jurado presidido por el director alemán Tom Tykwer, aunque hay coincidencia entre la crítica en que lo mejor llegó de la mano de cineastas jóvenes.
Paraguay se estrenó en lucha por el Oso con "Las herederas", del debutante Marcelo Martinessi, que se ganó el favor de la Berlinale, mientras que también tuvo buena acogida "Museo", del mexicano Alonso Ruizpalacios, ganador en 2014 del premio a la mejor opera prima con "Güeros".
La máxima puntuación de "Screen", la revista del festival, es para "Isle of Dogs" ("Isla de perros"), la película de animación de Wes Anderson, empatada a puntos con "Dovlatov", del ruso Alexey German, así como "Transit", de Petzold.
Este ránking no incluye, sin embargo, las películas de las últimas jornadas, en la que se proyectaron las celebradas "Season of the Devil", del filipino Lav Diaz, o "Don't worry, he wont't get far on foot", de Gus van Sant.
Otra candidata a premio es el noruega "Utoya", sobre el doble atentado del ultraderechista Anders Breivik, mientras que del cine francés destacó "La Prière", de Cédric Kahn, e Italia impactó con "Figlia mia", de Laura Bispuri.
El jurado de Tykwer no tiene por qué guiarse por los ránking de favoritos, sino que puede entender que su misión es buscar su propia película. No se descarta un honor para la rumana "Touch me not", que provocó deserciones tanto en su pase para los medios como en la gala de su estreno, atribuidas a cierto exceso de escenas de sexo y sadomasoquismo. EFE
gc/agf
(foto) (vídeo)
Alemania mostró sus mejores rostros en una Berlinale de transición
Gemma Casadevall
Berlín, 23 feb (EFE).- El cine alemán mostró este año sus mejores rostros en la Berlinale, con cuatro filmes entre los diecinueve aspirantes al Oso, en una edición marcada por los apremios a acelerar el traspaso de poderes del festival, tras diecisiete años con Dieter Kosslick como director.
Sandra Hüller, protagonista de "In der Gängen" ("In the Aisles"), la película de Thomas Stuber con que se cerró hoy la lucha por el Oso, acudió a la Berlinale apuntalada en el éxito alcanzado por "Toni Erdmann", cinta que compitió en 2016 en la competencia, Cannes.
Su compañero de reparto, Franz Rogowski, estuvo por partida doble en la competición berlinesa, ya que, además de coprotagonista en la película de Stuber, lo fue también en "Transit", dirigida por Christian Petzold y estrenada en la primera mitad del festival.
Si en "In der Gängen" interpreta a un empleado de un hipermercado del económicamente deprimido este de Alemania, en "Transit" era el "usurpador" de la identidad de un escritor, cuya esposa trata de escapar en Marsella del acoso de la ocupación, en una cinta que traslada el nazismo de los años 40 al mundo actual, entre tropas de elite antiterroristas y perseguidos.
La protagonista de Petzold no era esta vez Nina Hoss, como en "Yella" y "Barbara", sino Paula Beer, aunque su interpretación parece calcada de las de la anterior musa del cineasta.
Otro rostro poderoso fue el de Marie Bäumer, quien "resucitó" para el espectador a una Romy Schneider bipolar, de la depresión a la euforia, en el filme de Emily Atef "3 Tage in Quiberon" ("3 Days in Quiberon").
Completó la presencia alemana "Mein Bruder heisst Robert und ist ein Idiot" ("My brother's name is Robert and he is an idiot"), de Philip Gröning, una película que aportó otros dos rostros jóvenes, Josef Mattes y Julia Zange, en el papel de unos adolescentes gemelos de mente maligna.
El cine alemán llevaba años sin una presencia tan notable en un festival al que se le habían escapado varios exitosos títulos a escala internacional: "Das Leben der Anderen" ("The lives of others"), Oscar en 2007, o el mencionado "Toni Erdmann".
A Kosslick, director de la Berlinale desde 2001, se le ha reprochado no tener buen olfato para el cine de su país, lo que pesa sobre su gestión al frente de un festival fuertemente apoyado por la ciudad-estado de Berlín y el Gobierno federal alemán.
Por si ello fuera poco, la presente edición estuvo precedida por la publicación de una carta firmada por cineastas como Akin y Ade, además de Doris Dörrie y Volker Schlöndorff, reclamando un "relevo transparente" en la dirección del certamen.
El festival alemán ha perdido terreno respecto a sus directas competidoras europeas, Cannes y Venecia, apuntaban los firmantes, algunos de ellos invitados habituales de esta cita.
El argumento de que, a diferencia del elitista Cannes, la Berlinale es un festival orientado al público en el que se ponen a la venta 300.000 entradas para todas sus categorías y secciones, no sirvieron para acallar esas críticas.
En Berlín, con más de tres millones de habitantes, suele ser un éxito de taquilla cualquier evento cultural de relevancia y un festival de rango internacional no puede alimentarse solo de su ciudadanía, por preciada que esta sea.
El nivel de la competición en la presente edición ha sido bajo, a juicio de quienes siguen el festival, y además ha sido escasa la presencia de estrellas de relevancia sobre su alfombra roja, lo que ha hecho más audibles aún estas críticas.
El jurado internacional, presidido por el director alemán Tom Tykwer, quien no se unió a ese manifiesto, entregará así mañana sus premios, en medio de las muy audibles exigencias de renovación.
A Kosslick se le acaba el contrato en mayo de 2019, de modo que aún tiene ante sí una edición del festival. EFE
gc/acm



No hay comentarios:

Publicar un comentario