Gemma Casadevall
Berlín, 19 feb (EFE).- Noruega impactó hoy en la Berlinale con "Utøya", un filme rodado en una sola toma y surgido del trauma colectivo dejado por el ultraderechista Anders Breivik tras los 72 minutos que duró su matanza en un campamento juvenil de una idílica isla vecina a Oslo.
"Lo ocurrido ese 22 de julio no puede transmitirse en palabras. Tenemos el rostro de Kaja para vivir la angustia, el miedo, el desconcierto de quienes murieron o sobrevivieron a la tragedia", explicó su director, Erik Poppe, sobre una película incluida en el último momento entre las 19 aspirantes al Oso.
Kaja, interpretado por la jovencísima Andrea Berntzen, es la muchacha a la que sigue la cámara de Poppe en todo el filme desde una primera llamada de su madre, a las 17:06 de la tarde, reproduciendo en tiempo real lo vivido ese día de verano de 2011.
"No te preocupes, estamos en la isla más segura del mundo", le responde Kaja, mientras desde Oslo llegan las primeras informaciones del atentado con bomba perpetrado en el barrio gubernamental, apenas dos horas antes.
El espectador sabe que la explosión de Oslo, donde murieron 8 personas, fue el primero de los dos atentados perpetrados por Breivik, un fundamentalista neofascista, que del barrio gubernamental se trasladó a Utøya para matar a sangre fría a 69 personas, en su mayoría adolescentes o hasta niños.
La siguiente escena muestra a Kaja riñiendo a su hermana menor, Emille, en una tienda de campaña envuelta en el caos; poco después empiezan a escucharse algunos disparos, que primero se interpretan como fuegos artificiales o algún tipo de entrenamiento.
Ninguno de los muchachos y muchachas con que se topa Kaja sabrá en todo el filme quién es su atacante. La cámara apenas mostrará un par de veces a una sombra, la única que no trata de esconderse ni corre, ya que es el asesino, mientras uno de esos adolescentes que se lo topó explica que quien dispara "es la policía".
Breivik actuó solo, sabe el espectador de hoy, y efectivamente llevaba un uniforme policial. Los muchachos y muchachas que huyen despavoridos por el bosque o entre el lodo que rodea el lago no logran entender por qué nadie acude en su auxilio.
Solo tienen de su lado su instinto de superviviente o el azar, que hará que estén o no en el punto de mira de Breivik.
"Es un proyecto colectivo en el que he contado con los testimonios de tres supervivientes de la tragedia. Opté por la ficción, no por reproducir un caso concreto, por razones de ética. Para Noruega es un trauma nacional. Pienso que es mejor que nadie vea ahí a su hijo o hija, a su novio o amigo", explicó Poppe.
El realizador ofreció su conferencia de prensa acompañado de su actriz protagonista, de 19 años, y de otros de los actores, profesionales o no, que interpretan a otros adolescentes, así como los tres supervivientes de la tragedia.
Todos ellos compartieron el aplauso de los medios, para una película que, como insistió Poppe, surgió como proyecto de un país traumatizado por la existencia de un monstruo surgido de modelo de sociedad con altísimos niveles de bienestar y que se creía perfecta.
La crítica a la gestión policial -que se demoró hasta lo inexplicable, como reconstruyó luego una comisión investigadora- queda plasmada con las últimas víctimas que habrían salvado sus vidas si las fuerzas de seguridad hubieran llegado antes.
"Ni una sociedad avanzada como la nuestra está a salvo de los monstruos que genera. La ultraderecha avanza en Europa en forma de lobos solitarios o de partido. El Estado o sus fuerzas están obligados a protegernos como es debido", apuntó Poppe.
Al total de 77 víctimas mortales del doble atentado se sumaron unos 300 heridos y muchos de ellos siguen precisando ayuda psicológica, recuerda el epílogo del film.
Noruega dejó en la Berlinale el rostro de la joven actriz como vehículo transmisor de una tragedia narrada sin concesiones.
El otro rostro de la jornada a competición fue el de Marie Bäumer, la actriz que da vida a Romy Schneider en el filme "3 Tage in Quiberon" ("3 Days in Quiberon"), dirigido por la alemana Emily Atef.
Se trata de una recreación de los tres días pasados por la actriz austríaca con una amiga y dos reporteros en un hotel, en 1981, teóricamente para sanearse anímica y físicamente.
Es un retrato que busca la plena identificación, incluso física, con una Romy a la que se presenta como un ser bipolar, que va de la depresión a bailar en un bar entre copas de "Moet Chandon" con esos periodistas -nada escrupulosos- o un perfecto desconocido. EFE
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(foto) (vídeo)
"Pino" Solanas: feliz cumpleaños en la Berlinale de un "narrador militante"
Gemma Casadevall
Berlín, 19 feb (EFE).- El político y cineasta argentino Fernando "Pino" Solanas celebró en la Berlinale el estreno internacional de su "Viaje a los pueblos fumigados", un documental sobre los estragos de la agricultura industrializada, donde ejerce de "narrador militante".
"Me encontré ante un público muy receptivo ante lo que está ocurriendo en el campo argentino, la deforestación, el desplazamiento de los indígenas", afirmó el director, en entrevista a Efe, tras el pase de su filme, incluido en la sección Berlinale Special y proyectado unos días después de cumplir los 82 años.
Con "Viaje a los pueblos fumigados" regresaba al festival del que, en 2004, recibió el Oso de Oro de Honor, entonces coincidiendo con el estreno de lo que denomina su "primera parte de una misma película", la "Memoria de un saqueo".
"He empeñado años en documentar lo que veo. Lo he dividido en capítulos, porque serían 17 horas de largometraje. 'Memoria del saqueo' fue el inicio", explicó en relación a esa cinta, en la que recorría la historia de Argentina, desde el final de la dictadura, en 1983, hasta la caída del gobierno de Fernando de la Rúa en 2001.
Le siguió "La Dignidad de los nadies", donde "narré cómo se defendieron las víctimas del modelo neoliberal de los años 90. Ahora vino el desastre agrario", prosigue.
En "Viaje a los pueblos fumigados", Solanas orienta su compromiso político y cinematográfico hacia los estragos ecológicos derivados del uso de herbicidas como los glisofatos de la trasnacional Monsanto, así como el desplazamiento forzoso de los indígenas.
"No puedo plantearme salvar el mundo. Lo más que puede hacer una película es lograr que algo de lo que cuento quede, que se entienda", argumentó Solanas, en cuyo filme se documentan asimismo las consecuencias sobre la población de esos pueblos fumigados, incluido malformaciones de bebés.
Para Solanas, el principal responsable de lo que ocurre en el campo argentino es "la dirigencia (clase dirigente) política" de su país, a la que imputa no haber establecido "los controles necesarios".
"La dirigencia política que gobierna nuestros países defiende la producción agrícola industrial. Todos saben cuáles son sus consecuencias. Todos callan", denuncia.
Hay un "hermanamiento entre poder político y poder económico", afirma, una connivencia con las grandes trasnacionales, en detrimento de la población indígena de lugares como la provincia de Salta, en el norte de Argentina, donde arranca su filme.
"Se echa el bosque abajo, caiga quien caiga. Se arrasan las chácaras (granjas) y se desplaza al chacarero (campesino), que si luego quiere regresar se va encontrar que su casa ya no existe", lamenta.
Rodar ese documental le llevó "tres o cuatro años", de los que resultaron "horas y horas de conversaciones", que finalmente hubo que reducir a unos 100 minutos "porque nadie aguanta más que ese tiempo" en una película de esas características.
Solanas ejerce de director, cámara y a la vez personaje, ya que su presencia es constante en las imágenes: "Soy un narrador militante, un militante. Un senador nacional, como yo, debe implicarse, debe hacer que se le vea, como motor de una lucha de todos. Sería ridículo no hacerlo", concluye.
El cineasta argentino no solo logró que en el público berlinés "se quedara" con el mensaje de su filme, sino que además escuchó de ese público un colectivo "cumpleaños feliz", unos pocos días después de llegar a los 82 años -"el viernes, creo que fue", dice.
Su "Viaje a los pueblos fumigados" es una de las representantes de Argentina en la presente 68 edición de la Berlinale, que también cuenta con "Teatro de guerra", dirigido por Lola Arias, y "La omisión", de Sebastián Schjaer.
La película de Arias, proyectada en la sección Forum, fuera de concurso, se centra en un encuentro entre veteranos, argentinos y británicos, de la guerra de las Malvinas.
"La omisión", que se exhibe en la sección Panorama, está centrada en los derechos de la mujer o la falta de éstos en sociedades como la argentina.
La cinta gira en torno a Paula, una joven que viaja al frío sur de Argentina para trabajar durante la temporada de invierno en empleos ocasionales con el fin de reunir dinero y emigrar a Canadá. EFE
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