Osos al coraje político y honor al magnífico "Custodio"
Berlín, 18 feb (EFE).- La Berlinale repartió sus máximos
premios entre el cine político, con el Oso de Oro para la bosnia "Grbavica", el
del Jurado a la iraní "Offside" y el de Plata al mejor director para Michael
Winterbottom, por "The Road to Guantanamo", mientras que la argentina "El
custodio" obtuvo el Alfred Bauer.
El jurado presidido por la actriz
Charlotte Rampling recompensó el valor de los debutantes: además del máximo
trofeo a "Grbavica", de la neófita Jasmila Zbanic, otra primeriza, la danesa
Pernille Fischer Christensen, compartió con "Offside", de Jafar Panahi, el Gran
Premio del Jurado y tuvo además el premio a la mejor ópera prima.
Rodrigo
Moreno (Buenos Aires, 1972), que con "El custodio" debutó como director en
solitario, recogió el premio Alfred Bauer, instituido en memoria del fundador
del festival y en reconocimiento a una contribución a la apertura de nuevas
perspectivas.
La película del realizador argentino encaja perfectamente con
esa distinción: apuntalado en la gran labor interpretativa de Julio Chávez, "El
custodio" es el retrato de la soledad absoluta de un guardaespaldas entre la
vida oficial y de lujo de su protegido -un ministro- y la sordidez de su
existencia.
Rampling y su equipo se inspiraron en los debutantes, en
detrimento de los grandes maestros que desfilaron entre las diecinueve
competidoras -Claude Chabrol, Robert Altman y Sydney Lumet- y mostró también un
especial "corazón" para el cine anfitrión.
Los Osos de Plata a la mejor
interpretación, masculina y femenina, fueron para Moritz Bleibtreu, por
"Elementarteilchen", y el de mejor actriz a Sandra Hüller, por "Requiem".
Asimismo, se dio un Oso de Plata a la Major Aportación Artística el actor
Jürgen Vogel, por su labor como intérprete, productor y coguionista de la
película "Der freie Wille".
El mensaje del conjunto de galardones estaba más
que claro: la Berlinale fue
política, de acuerdo con el propósito insistentemente repetido por su director,
Dieter Kosslick; no se rindió al espectáculo convencional, sino que buscó
aportaciones complejas, y se fijó en los nuevos rostros del cine alemán.
El
mensaje político lo dieron tanto Zbanic, con su film sobre las violaciones como
arma de guerra -centrado en una mujer bosnia que no ha explicado a su hija que
es una "bastarda serbia"-, como Panahi y Winterbottom.
Panahi, que en su
oportunísima película refleja la opresión de la mujer en Irán a través de un
partido de clasificación para el Mundial de Fútbol de Alemania, dedicó su Gran
Premio a sus "actores, que no pueden estar aquí".
El film encontró un
público propenso en una Berlinale
que se sentía antesala del Mundial de Fútbol, donde la participación de la
selección iraní está condenada a verse enmarcada en las tensiones entre Teherán
y la comunidad internacional.
"Offside" fue rodado casi en tiempo real,
durante el encuentro entre Irán y Bahrein que dio la clasificación al primero y
con actores primerizos, que no obtuvieron permiso para salir de su país e ir a
Berlín.
Sí estuvo ahí con al menos dos de sus personajes Winterbottom, a
quien acompañaron nada menos que dos ex presos de Guantánamo, protagonistas
reales del calvario de tres británico-paquistaníes que pasaron dos años en esa
cárcel de EEUU en territorio cubano.
Ruhel Ahmed y Shafiq Rasul, dos de los
protagonistas del docudrama que es el film, desfilaron el día de la proyección
por la alfombra roja, en lo que Kosslick quiso que fuera un homenaje extensible
a todos los que siguen en Guantanamo.
Hoy recogieron con Winterbottom el Oso
de Plata, que el director dedicó, asimismo, a los presos.
La Berlinale mostró el despegue del
nuevo cine alemán, liberado de su obsesión por copiar de EEUU, Francia o
cualquier otro país.
El Oso a Hüller, en el papel de epiléptica a la que su
familia envía a un exorcista en los 70, es más que merecido, por su
impresionante interpretación de muchacha que se cree endemoniada.
Su
equivalente masculino, Bleibtreu, sería más discutible, en parte porque defendía
la película más decepcionante entre las cuatro alemanas, basado en el mundo del
escritor francés Michel Houellebecq.
Vogel, en cambio, estaba soberbio en el
papel de violador reincidente que pone todo su empeño en la reinserción social.
Del conjunto del palmarés la única gran sorpresa -para algunos, injusticia-
fue el doble premio para la danesa "En Soap", un film con aire de drama y
telenovela sobre la relación entre una mujer y su vecina transexual, que no
estaba en las quinielas de la crítica.
EFE gc/egn
La Berlinale cumplió su compromiso con lo político, la innovación y el público
Berlín, 19 feb (EFE).- La Berlinale cerró hoy oficialmente sus
puertas con el "día del espectador", rendida al público berlinés que da al
festival un carácter único y tras repartir sus Osos entre el compromiso
político, el joven cine alemán y la innovación, abanderada por la argentina "El
custodio".
La 56 Berlinale
salió a pedir de boca: se agotaron las entradas de casi todas las 1.115 sesiones
para los 360 filmes del programa oficial, se vio buen cine y el jurado presidido
por Charlotte Rampling cumplió con el cometido de premiar aquello que aporta
algo nuevo, en lo político y a la vez en lo cinematográfico.
El Oso de Oro a
"Grbavica", de Jasmila Zbanic, fue el triunfo del cine de bajo presupuesto, de
una debutante que refleja la situación de las mujeres bosnias víctimas de la
violación como arma de guerra.
La Plata del Gran Premio del Jurado a
"Offside", del iraní Jafar Panahi, se fue para una película, asimismo, reflejo
de la opresión de la mujer en Irán, con el oportuno trasfondo del Mundial de
Fútbol.
El mensaje político lo completó la Plata al director Michael
Winterbottom, por la impactante "The Road to Guantanamo", exponente de cine
denuncia de la indefensión de los presos enjaulados en la cárcel construida por
el país más poderoso del mundo, EEUU.
El equipo de Rampling repartió honores
también a otra debutante, la danesa Pernille Fischer Christensen, por "En Soap",
en ese caso una película intimista de tema femenino, que recibió ex aequo con
Panahi el Gran Premio del Jurado y en solitario el galardón a la mejor ópera
prima.
Los premios de interpretación fueron para el nuevo cine alemán con
tres torturados personajes: el frustrado sexual Moritz Bleibtreu de
"Elementarteilchen", la endemoniada Sandra Hüller de "Requiem" y el violador
atormentado Jürgen Vogel de "Der freie Wille".
"El custodio", de Rodrigo
Moreno, revalidó la ley no escrita de que el cine argentino siempre se va de la
Berlinale con premio. En este
caso, el Alfred Bauer, instituido en memoria del fundador del festival para
recompensar la innovación.
Un premio que supone, para un realizador que
debuta en solitario como largometrajista, el "reconocimiento a una forma de
realización, a la cámara que custodia a 'El custodio', al espíritu de la
película", en palabras de Moreno a EFE tras la gala de este sábado.
El
Alfred Bauer es "una caricia a tu trabajo", para alguien que "no hace
concesiones a nada, ni a nadie" y para una película que "no ha pasado
desapercibida a nadie en el Festival".
A decir de Moreno, el galardón
ratificó que el nuevo cine argentino no es "mera espuma", sino un valor
ratificado tras los éxitos de Lucrecia Martel con "La ciénaga" -premio a la
ópera prima en 2001- y de Daniel Burman con "El abrazo partido", Gran Premio del
Jurado y Oso de Plata a su actor, el uruguayo Daniel Hendler, en 2004.
La Berlinale se "fijó" de nuevo en el
cine argentino a través de la única representante en competición de habla
española entre las diecinueve participantes.
Fue una Berlinale "espectacularmente poco espectacular", según
su director, Dieter Kosslick, cuya alfombra roja tuvo un protagonista algo
monótono: George Clooney, George Clooney y George Clooney, que eclipsó a Meryl
Streep y Sigourney Weaver, por ejemplo.
El escaso despliegue de estrellas no
apagó la pasión berlinesa por su festival, un certamen de primera categoría con
venta de entradas al público general y en una ciudad de unos tres millones y
medio de habitantes.
Eso, y no las estrellas o la selección de películas, es
lo que da vitalidad al festival. Berlín se sacude de pronto el invierno de
encima y abre la ventana al mundo que es el cine.
En esta 56 edición se
vendieron 150.000 entradas para los berlineses, que compartieron salas con 3.800
periodistas acreditados y 4.280 profesionales del sector.
Con ello se
garantizó la estabilidad de un festival financiado en un 40 por ciento con
fondos públicos y el resto entre patrocinadores y venta de localidades.
El
"día del espectador", el domingo después de la gala de los premios, es una
tradición instituida por Kosslick que refleja la sensación de "día después" en
que queda el festival: las estrellas, los periodistas y los premiados se van;
Berlín y sus cines quedan bajo custodia de los berlineses hasta el año
siguiente. EFE
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