sábado, 18 de febrero de 2006

Guantánamo, Bosnia, Irán... y Argentina

Osos al coraje político y honor al magnífico "Custodio"

Gemma Casadevall 

Berlín, 18 feb (EFE).- La Berlinale repartió sus máximos premios entre el cine político, con el Oso de Oro para la bosnia "Grbavica", el del Jurado a la iraní "Offside" y el de Plata al mejor director para Michael Winterbottom, por "The Road to Guantanamo", mientras que la argentina "El custodio" obtuvo el Alfred Bauer.

Bildergebnis für winterbottom guantanamo berlinale

El jurado presidido por la actriz Charlotte Rampling recompensó el valor de los debutantes: además del máximo trofeo a "Grbavica", de la neófita Jasmila Zbanic, otra primeriza, la danesa Pernille Fischer Christensen, compartió con "Offside", de Jafar Panahi, el Gran Premio del Jurado y tuvo además el premio a la mejor ópera prima. 
Rodrigo Moreno (Buenos Aires, 1972), que con "El custodio" debutó como director en solitario, recogió el premio Alfred Bauer, instituido en memoria del fundador del festival y en reconocimiento a una contribución a la apertura de nuevas perspectivas. 
La película del realizador argentino encaja perfectamente con esa distinción: apuntalado en la gran labor interpretativa de Julio Chávez, "El custodio" es el retrato de la soledad absoluta de un guardaespaldas entre la vida oficial y de lujo de su protegido -un ministro- y la sordidez de su existencia. 
Rampling y su equipo se inspiraron en los debutantes, en detrimento de los grandes maestros que desfilaron entre las diecinueve competidoras -Claude Chabrol, Robert Altman y Sydney Lumet- y mostró también un especial "corazón" para el cine anfitrión. 
Los Osos de Plata a la mejor interpretación, masculina y femenina, fueron para Moritz Bleibtreu, por "Elementarteilchen", y el de mejor actriz a Sandra Hüller, por "Requiem". 
Asimismo, se dio un Oso de Plata a la Major Aportación Artística el actor Jürgen Vogel, por su labor como intérprete, productor y coguionista de la película "Der freie Wille". 
El mensaje del conjunto de galardones estaba más que claro: la Berlinale fue política, de acuerdo con el propósito insistentemente repetido por su director, Dieter Kosslick; no se rindió al espectáculo convencional, sino que buscó aportaciones complejas, y se fijó en los nuevos rostros del cine alemán. 
El mensaje político lo dieron tanto Zbanic, con su film sobre las violaciones como arma de guerra -centrado en una mujer bosnia que no ha explicado a su hija que es una "bastarda serbia"-, como Panahi y Winterbottom. 
Panahi, que en su oportunísima película refleja la opresión de la mujer en Irán a través de un partido de clasificación para el Mundial de Fútbol de Alemania, dedicó su Gran Premio a sus "actores, que no pueden estar aquí". 
El film encontró un público propenso en una Berlinale que se sentía antesala del Mundial de Fútbol, donde la participación de la selección iraní está condenada a verse enmarcada en las tensiones entre Teherán y la comunidad internacional. 
"Offside" fue rodado casi en tiempo real, durante el encuentro entre Irán y Bahrein que dio la clasificación al primero y con actores primerizos, que no obtuvieron permiso para salir de su país e ir a Berlín. 
Sí estuvo ahí con al menos dos de sus personajes Winterbottom, a quien acompañaron nada menos que dos ex presos de Guantánamo, protagonistas reales del calvario de tres británico-paquistaníes que pasaron dos años en esa cárcel de EEUU en territorio cubano. 
Ruhel Ahmed y Shafiq Rasul, dos de los protagonistas del docudrama que es el film, desfilaron el día de la proyección por la alfombra roja, en lo que Kosslick quiso que fuera un homenaje extensible a todos los que siguen en Guantanamo. 
Hoy recogieron con Winterbottom el Oso de Plata, que el director dedicó, asimismo, a los presos. 
La Berlinale mostró el despegue del nuevo cine alemán, liberado de su obsesión por copiar de EEUU, Francia o cualquier otro país. 
El Oso a Hüller, en el papel de epiléptica a la que su familia envía a un exorcista en los 70, es más que merecido, por su impresionante interpretación de muchacha que se cree endemoniada. 
Su equivalente masculino, Bleibtreu, sería más discutible, en parte porque defendía la película más decepcionante entre las cuatro alemanas, basado en el mundo del escritor francés Michel Houellebecq. 
Vogel, en cambio, estaba soberbio en el papel de violador reincidente que pone todo su empeño en la reinserción social. 
Del conjunto del palmarés la única gran sorpresa -para algunos, injusticia- fue el doble premio para la danesa "En Soap", un film con aire de drama y telenovela sobre la relación entre una mujer y su vecina transexual, que no estaba en las quinielas de la crítica. 
EFE gc/egn

La Berlinale cumplió su compromiso con lo político, la innovación y el público


Gemma Casadevall 

Berlín, 19 feb (EFE).- La Berlinale cerró hoy oficialmente sus puertas con el "día del espectador", rendida al público berlinés que da al festival un carácter único y tras repartir sus Osos entre el compromiso político, el joven cine alemán y la innovación, abanderada por la argentina "El custodio". 
La 56 Berlinale salió a pedir de boca: se agotaron las entradas de casi todas las 1.115 sesiones para los 360 filmes del programa oficial, se vio buen cine y el jurado presidido por Charlotte Rampling cumplió con el cometido de premiar aquello que aporta algo nuevo, en lo político y a la vez en lo cinematográfico. 
El Oso de Oro a "Grbavica", de Jasmila Zbanic, fue el triunfo del cine de bajo presupuesto, de una debutante que refleja la situación de las mujeres bosnias víctimas de la violación como arma de guerra. 
La Plata del Gran Premio del Jurado a "Offside", del iraní Jafar Panahi, se fue para una película, asimismo, reflejo de la opresión de la mujer en Irán, con el oportuno trasfondo del Mundial de Fútbol. 
El mensaje político lo completó la Plata al director Michael Winterbottom, por la impactante "The Road to Guantanamo", exponente de cine denuncia de la indefensión de los presos enjaulados en la cárcel construida por el país más poderoso del mundo, EEUU. 
El equipo de Rampling repartió honores también a otra debutante, la danesa Pernille Fischer Christensen, por "En Soap", en ese caso una película intimista de tema femenino, que recibió ex aequo con Panahi el Gran Premio del Jurado y en solitario el galardón a la mejor ópera prima. 
Los premios de interpretación fueron para el nuevo cine alemán con tres torturados personajes: el frustrado sexual Moritz Bleibtreu de "Elementarteilchen", la endemoniada Sandra Hüller de "Requiem" y el violador atormentado Jürgen Vogel de "Der freie Wille". 
"El custodio", de Rodrigo Moreno, revalidó la ley no escrita de que el cine argentino siempre se va de la Berlinale con premio. En este caso, el Alfred Bauer, instituido en memoria del fundador del festival para recompensar la innovación. 
Un premio que supone, para un realizador que debuta en solitario como largometrajista, el "reconocimiento a una forma de realización, a la cámara que custodia a 'El custodio', al espíritu de la película", en palabras de Moreno a EFE tras la gala de este sábado. 
El Alfred Bauer es "una caricia a tu trabajo", para alguien que "no hace concesiones a nada, ni a nadie" y para una película que "no ha pasado desapercibida a nadie en el Festival". 
A decir de Moreno, el galardón ratificó que el nuevo cine argentino no es "mera espuma", sino un valor ratificado tras los éxitos de Lucrecia Martel con "La ciénaga" -premio a la ópera prima en 2001- y de Daniel Burman con "El abrazo partido", Gran Premio del Jurado y Oso de Plata a su actor, el uruguayo Daniel Hendler, en 2004. 
La Berlinale se "fijó" de nuevo en el cine argentino a través de la única representante en competición de habla española entre las diecinueve participantes. 
Fue una Berlinale "espectacularmente poco espectacular", según su director, Dieter Kosslick, cuya alfombra roja tuvo un protagonista algo monótono: George Clooney, George Clooney y George Clooney, que eclipsó a Meryl Streep y Sigourney Weaver, por ejemplo. 
El escaso despliegue de estrellas no apagó la pasión berlinesa por su festival, un certamen de primera categoría con venta de entradas al público general y en una ciudad de unos tres millones y medio de habitantes. 
Eso, y no las estrellas o la selección de películas, es lo que da vitalidad al festival. Berlín se sacude de pronto el invierno de encima y abre la ventana al mundo que es el cine. 
En esta 56 edición se vendieron 150.000 entradas para los berlineses, que compartieron salas con 3.800 periodistas acreditados y 4.280 profesionales del sector. 
Con ello se garantizó la estabilidad de un festival financiado en un 40 por ciento con fondos públicos y el resto entre patrocinadores y venta de localidades. 
El "día del espectador", el domingo después de la gala de los premios, es una tradición instituida por Kosslick que refleja la sensación de "día después" en que queda el festival: las estrellas, los periodistas y los premiados se van; Berlín y sus cines quedan bajo custodia de los berlineses hasta el año siguiente. EFE 

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