Cartas a Mahmud
La imagen de Ahmadineyad, a través de las cartas de su gente, en la Berlinale
Gemma Casadevall
Berlín, 11 feb (EFE).- El presidente iraní, Mahmud Ahmadineyad, estuvo hoy en la Berlinale en "Letters to the President", un controvertido documental del checo-canadiense Petr Lom que presenta al líder de Teherán y su régimen a través de las cartas de su pueblo.
El exilio iraní había pedido la cabeza del director del Festival de Cine, Dieter Kosslick, por programar un filme que, a su parecer, da una versión demasiado "humana" de Ahmadineyad, como héroe venerado de un pueblo que le escribe cartas expresándole deseos privados o aspiraciones de prosperidad para la república.
El documental llegó a Berlín entre protestas de la oposición, que acusaba a Kosslick de colocar la alfombra roja para Ahmadineyad.
"Letters to the President" fue finalmente estrenada hoy, en la sección Forum, con la sala a rebosar para el pase de prensa.Lo que se proyectó fue un documental de 74 minutos, en el que las cartas que millones de iraníes escriben a su líder son la base para seguir al presidente en su campaña electoral de 2008.
Ahmadineyad llegando a un pueblo polvoriento en un coche blanco corriente -nada de limusinas, nada de lujo-, cercano a su gente, aupado materialmente por sus compatriotas, o en un gran mitin en Teherán, entre muestras de fervor popular sin límites.
"Muera América, muera Israel, tenemos derecho a la bomba atómica", son las consignas más frecuentes, en la aldea alejada o en la capital. El discurso de Ahmadineyad es el consabido: ataques a Israel, a EEUU y apoyo al pueblo palestino.Nada que no se sepa, ni tampoco comentario alguno a lo que dice ese pueblo ante otras cámaras. Mujeres que sostienen que la auténtica libertad es llevar el velo islámico, hombres que afirman que Israel es un estado ilegal que tortura a los palestinos, etc.
Los iraníes se acercan al líder para entregarle sus cartas o se las dan a sus custodios. Tampoco ahí hay nada especialmente transgresor ni que pueda calificarse de mera propaganda.
Lom fue autorizado por el propio régimen a filmar esas escenas. De otro modo no habría película. Es ahí donde se sustentan las sospechas del exilio: cómo, un cineasta desconocido, nacido en 1968 en Praga y afincado en Canadá, ha podido conseguir ese permiso.
Para el exilio, hay dos opciones: o Lom es un incauto que ha sido utilizado por la propaganda iraní o forma parte de ella. En cualquier caso, para ellos, la película no debería estar en el festival.
Las protestas, iniciadas semanas atrás, han perdido virulencia en cuanto el propio presidente de EEUU, Barack Obama, ha tendido puentes de diálogo con Teherán.
La película, en definitiva, ni idealiza ni humaniza al líder. Pocos de los iraníes que hablan a cámara se atreven más que a veladas críticas al presidente, algo suficientemente ilustrativo.
Apenas un par de jóvenes de Teherán se atreven a decir que las cartas no las lee él, sino su hermano, un inútil y un trepa. Y otro más, joven con melenas, va más allá y critica la falta de libertades cívicas del país.
Tampoco ahí nada nuevo, más allá del valor documental de escuchar esos testimonios y seguir al presidente por paisajes de pobreza. EFE
gc/agf
Cincuentonas sobre la alfombra roja
Demi Moore presenta en la Berlinale una floja comedia agridulce
Gemma Casadevall
Berlín, 11 feb (EFE).- La actriz Demi Moore se unió hoy al desfile de señoras estupendas por la Berlinale con "Happy Tears", una comedia agridulce familiar sobre dos hermanas dispares, de pronto unidas para atender a un padre con demencia senil.
Moore, convertida en la rústica hermana de Parker Posey, una chica de ciudad a lo "Sex in the City", acaparó los flashes de la jornada a competición -una de las más flojas hasta ahora-, como en los días pasados lo hicieron Michelle Pfeiffer y Kate Winslet y mañana lo hará, si no hay imprevisto, René Zellweger.
"Happy Tears", dirigida por Michell Lichtenstein e incluida en la sección a competición en el último minuto, es una de esas comedias convencionales que se dejan ver, animada en este caso por la presencia de Ellen Barkin, la yonqui amante del padre que juega a enfermera, y Rip Zom, un patriarca enfermo entre tanta mujer.
Moore, abnegada y hecha a la situación -ya llevó el peso de la enfermedad de la madre, fallecida de cáncer-, y Posey, soñadora clientela de zapaterías de lujo que acaba de gastarse 2.800 dólares en unas botas, se llevan mejor de lo que parece.
"Dos hermanos pueden ser las dos caras de una medalla. Ella es la consciente, yo la inconsciente", resumió Posey. Las alucinaciones de ésta ayudan a salpicar la película con notas de humor, la familia permanece unida, a la busca de un tesoro y encima alguna acaba encontrando el amor verdadero.
Moore está muy en su papel, pero por momentos desaparece tras Posey, cuyo su personaje es más brillante y vistoso, lo mismo que sus zapatos. "La película se centra en Parker, la mujer que no sabe adaptarse a la realidad. El resto rueda a su alrededor", explicó el director.
A falta de algo más sólido, la presencia de Moore dio para dar un par de consejos de bellezas, a añadirse a los que ayer brindó Pfeiffer ("Chéri").
Si la rubia Pfeiffer explicó que su secreto es la felicidad, Moore explicó que lo suyo es haber sabido "dar prioridad a la familia, luego a la carrera y encontrar ahí el equilibrio interior", junto a un esposo (Ashton Kutcher) "que me reconforta y apoya, en mi carrera y fuera de ella".
Dos respuestas socorridas, para un par de señoras estupendas en las que, especialmente en el caso de Moore -por lo que se sabe- el factor genético no es lo único que las hace lucir como lucen.
A años luz de todo ese mundo se situó la segunda película de la jornada a competición, "Katalin Varga", una producción húngaro-rumana dirigida por Peter Strickland, también alrededor de una mujer, esposa y madre, pero con problemas muy distintos a los de Moore y su hermana y en un ambiente dominado por la brutalidad.
Katalin es una mujer que se ve obligada a atravesar los Cárpatos en una carreta tirada por un caballo con su hijo, tras enterarse su esposo de que no es el padre biológico del muchacho.
Se trata de un filme agreste, como el paisaje brumoso en que discurre todo, centrado en el ansia de venganza de esa mujer contra los hombres que la atacaron.
Nada que pudiera alegrar la mañana -menos en el primer pase de prensa de la jornada, a las nueve-, en un Berlín que despertó hoy con una fina, pero persistente nevada, azotado por un viento helado.
Fuera de concurso se exhibió, también en la sección oficial, "Notorious B.I.G.", de George Tillman Jr., tributo biográfico a la leyenda entre el mundo de los raperos de "Biggies", el número uno indiscutible de Los Ángeles en los 90.
La película llevó a la Berlinale la brutal guerra entre raperos, dentro de los estudios discográficos y fuera de ellos, además de la presencia de Angela Basset, en el papel de la valerosa madre del rapero, que consigue apartarle del mundo de los camellos, de muchacho, ni menos aún de la brutal guerra rapera que acabará con su vida. EFE
gc/jcb/agf
Gemma Casadevall
Berlín, 11 feb (EFE).- La actriz Demi Moore se unió hoy al desfile de señoras estupendas por la Berlinale con "Happy Tears", una comedia agridulce familiar sobre dos hermanas dispares, de pronto unidas para atender a un padre con demencia senil.
Moore, convertida en la rústica hermana de Parker Posey, una chica de ciudad a lo "Sex in the City", acaparó los flashes de la jornada a competición -una de las más flojas hasta ahora-, como en los días pasados lo hicieron Michelle Pfeiffer y Kate Winslet y mañana lo hará, si no hay imprevisto, René Zellweger.
"Happy Tears", dirigida por Michell Lichtenstein e incluida en la sección a competición en el último minuto, es una de esas comedias convencionales que se dejan ver, animada en este caso por la presencia de Ellen Barkin, la yonqui amante del padre que juega a enfermera, y Rip Zom, un patriarca enfermo entre tanta mujer.
Moore, abnegada y hecha a la situación -ya llevó el peso de la enfermedad de la madre, fallecida de cáncer-, y Posey, soñadora clientela de zapaterías de lujo que acaba de gastarse 2.800 dólares en unas botas, se llevan mejor de lo que parece.
"Dos hermanos pueden ser las dos caras de una medalla. Ella es la consciente, yo la inconsciente", resumió Posey. Las alucinaciones de ésta ayudan a salpicar la película con notas de humor, la familia permanece unida, a la busca de un tesoro y encima alguna acaba encontrando el amor verdadero.
Moore está muy en su papel, pero por momentos desaparece tras Posey, cuyo su personaje es más brillante y vistoso, lo mismo que sus zapatos. "La película se centra en Parker, la mujer que no sabe adaptarse a la realidad. El resto rueda a su alrededor", explicó el director.
A falta de algo más sólido, la presencia de Moore dio para dar un par de consejos de bellezas, a añadirse a los que ayer brindó Pfeiffer ("Chéri").
Si la rubia Pfeiffer explicó que su secreto es la felicidad, Moore explicó que lo suyo es haber sabido "dar prioridad a la familia, luego a la carrera y encontrar ahí el equilibrio interior", junto a un esposo (Ashton Kutcher) "que me reconforta y apoya, en mi carrera y fuera de ella".
Dos respuestas socorridas, para un par de señoras estupendas en las que, especialmente en el caso de Moore -por lo que se sabe- el factor genético no es lo único que las hace lucir como lucen.
A años luz de todo ese mundo se situó la segunda película de la jornada a competición, "Katalin Varga", una producción húngaro-rumana dirigida por Peter Strickland, también alrededor de una mujer, esposa y madre, pero con problemas muy distintos a los de Moore y su hermana y en un ambiente dominado por la brutalidad.
Katalin es una mujer que se ve obligada a atravesar los Cárpatos en una carreta tirada por un caballo con su hijo, tras enterarse su esposo de que no es el padre biológico del muchacho.
Se trata de un filme agreste, como el paisaje brumoso en que discurre todo, centrado en el ansia de venganza de esa mujer contra los hombres que la atacaron.
Nada que pudiera alegrar la mañana -menos en el primer pase de prensa de la jornada, a las nueve-, en un Berlín que despertó hoy con una fina, pero persistente nevada, azotado por un viento helado.
Fuera de concurso se exhibió, también en la sección oficial, "Notorious B.I.G.", de George Tillman Jr., tributo biográfico a la leyenda entre el mundo de los raperos de "Biggies", el número uno indiscutible de Los Ángeles en los 90.
La película llevó a la Berlinale la brutal guerra entre raperos, dentro de los estudios discográficos y fuera de ellos, además de la presencia de Angela Basset, en el papel de la valerosa madre del rapero, que consigue apartarle del mundo de los camellos, de muchacho, ni menos aún de la brutal guerra rapera que acabará con su vida. EFE
gc/jcb/agf
martes, 10 de febrero de 2009
"Londor River", por encima de la Chéri Michelle
Michelle Pfeiffer iluminó la Berlinale y Brenda Blethyn le imprimió carácter
Gemma Casadevall
Berlín, 10 feb (EFE).- La belleza dorada de Michelle Pfeiffer iluminó hoy la Berlinale desde "Chéri", de Stephen Frears, y Brenda Blethyn la imprimió carácter desde "London River", como la madre que busca a su hija entre las víctimas de los atentados del metro de Londres de 2005, un filme erigido en sólido aspirante a los Osos.
La jornada de hoy en la sección de competición fue de esas en que resulta difícil decantarse por una de las películas en liza, muy distintas de contenido y dominadas por espléndidas actrices.
De un lado, la rubia, brillante y falsamente frágil Pfeiffer, de nuevo comandada por Frears 21 años después de sus "Amistades peligrosas" (1988), ahora a vueltas con la belleza que se marchita, incluso en una mujer que nunca dejará de ser hermosa.
Del otro, Blethyn, intachable en su papel de viuda a la que ningún hombre miraría ni un segundo por la calle, que deja la isla donde vive ante las imágenes de los atentados del 7 de julio de 2005 y visto que su hija, en Londres, no contesta al teléfono.
"London River", dirigida por el francés Rachid Bouchareb, presenta a una mujer que pasa del susto de ver que su hija vive sobre una carnicería musulmana al horror de enterarse de que aprende árabe y tiene novio africano. Todo ello, mientras va de la comisaría de policía a los hospitales o a los depósitos de cadáveres y sigue sin una llamada de vuelta de su hija.
"Chéri" sitúa a Pfeiffer en la "belle epoque" de las novelas de Colette, que se convierte como todas las mujeres de su entorno en amante de un joven de 19 años. Formarían la pareja ideal, de no ser por el error de haber nacido con décadas de distancia."Es un paso en la dirección correcta", respondió Pfeiffer, a la pregunta de por qué hay de pronto tantas películas de mujeres maduras cuyos amantes son hombres jóvenes. "Cuánto mayor me hago, tanto más jóvenes que yo son mis compañeros de rodaje. Pero lo llevo bien", añadió, a la segunda pregunta en la misma dirección.
En Hollywood será más y más frecuente ver a actrices estupendas, pasadas los 50, en la cama con amantes jóvenes, pero al parecer el tema produce cierto desasosiego, a juzgar por las reiteradas preguntas en esa dirección.
"Chéri" incide en la cuestión, no sólo a través de las arrugas mínimas de Pfeiffer, sino también de unos diálogos impecables, en los que entre el sarcasmo y la crueldad no dista ni un milímetro.
"Qué bien huele usted. El perfume se impregna mejor cuando la piel pierde su tersura", le suelta a Pfeiffer la horrenda madre -Kathy Bates- de su joven amante -Rupert Friend-. Uno de los múltiples dardos que se lanzan los personajes del filme, todos riquísimos, todos exquisitos, casi todos venenosos.
Seis años de relación es un récord en tal correlación de edad. En un mundo que no fuera el de Colette, adoptado por Frears, la perdedora de la ruptura impuesta por las convenciones sería ella. Aquí, la pérdida es a pares y mientras ella busca alivio en el lujo de Biarritz él se convierte en un cascarrabias de 25 años.
"Chéri" es brillante, como Pfeiffer y el resto de actores. Pero era difícil concentrarse en esa película tras el impacto de "London River".
Blethyn domina el filme de principio a final, aunque comparte su drama de madre que no entiende nada con el de un padre africano, asimismo en busca de su hijo tras los atentados y que teme lo peor: que el niño que dejó con seis años para emigrar a Francia sea ahora uno de los integristas islámicos que colocó una de las bombas.
"Son padres que de pronto descubren que no conocen a sus hijos. Es un tragedia personal en medio de los atentados de Londres, como podrían ser los de Madrid o los de EEUU", explicó Bouchareb.
"London River" dejó a la Berlinale con la sensación de haber encontrado su película. O, como mínimo, su actriz. "Sin Brenda no existiría película", afirmó Bouchareb, sin que tal elogio sonara a consabido, sino real y compartido por todos los presentes.
"London River" y "Chéry" compartieron jornada a competición con "Forever Enthralled", una nueva y épica película de Chen Kaige -"Mi querida concubina"- sobre un solista de ópera, hombre de voz femenina, y una solista mujer interpretando papeles masculinos.
La impaciencia se apoderó del público, de por sí asustado ante los 147 minutos de la cinta. A cada nueva escena operística se veían un montón de sombras abandonando el cine, mientras otros se lo tomaban con humor y se reían, discretamente o no, en la butaca. EFE
gc/jcb/agf
Last minuto
Al cine con Keanu Reeves, Michelle Pfeiffer o Kate Winslet por 5,5 euros
Gemma Casadevall
"Por favor, que levanten la mano quienes tengan un asiento vacío al lado", preguntan discretamente, hilera a hilera, o por micrófono, mientras el público recibe con aplausos a Reeves, Pfeiffer o Winslet.
Son los artífices de la venta último minuto, que transmiten por móvil a la taquilla exterior el cómputo de plazas libres.
La Berlinale tiene reputación de ser el festival más popular del mundo entre los de primera categoría internacional ya que más de la mitad del contingente de 450.000 localidades disponibles para las 390 películas se ponen a la venta al público. El resto es para prensa y profesionales del sector, además de invitados.
La mayoría se adquieren en las taquillas regulares, a precios que van de los 11 -para las de gala- a los 6 euros. Son precios de por sí populares, que se reducen a la mitad en la "Abendkasse" -"taquilla de tarde"- y con las entradas "last minute".
"No hay una cantidad clara. Pueden ser dos entradas, pueden ser 200, depende de las que hayan quedado libres", explicó a EFE Ernst K., uno de los taquilleros de esa "Abendkarte".
Se ponen a la venta una media hora antes de que empiece la sesión y su número depende principalmente de las devoluciones -"gente de prensa o del European Film Market que se lo piensan y las devuelven, en general", cuenta el cajero-.
A esas se suman las "ultimísimo minuto", como las denomina Ernst, resultantes del cómputo a mano de las butacas por ocupar.
"Eso retrasa algo la gala. Pero como en las sesiones de estreno hay presentación de las estrellas, el espectador ni lo nota", explica Michael Grimm, responsable de la venta de entradas.
La Abendkasse de Ernst tiene su clientela fiel, berlineses avezados al último minuto. "No, no: no escribas de eso, que no se entere nadie", dice Hanna, una de las habituales.
"Ernst es muy eficiente, domina el oficio y nos dice si ese día vale o no la pena guardar cola. Pero no es sobornable. No reserva ni tiene favoritos", sostiene a su lado Oliver, otro habitual.
Mientras la clientela de la Abendkasse espera su suerte, a veces a la intemperie, en las terrazas de las cafeterías berlineses y visitantes toman copas de vino o café, envueltos en mantas rojas del local y al resguardo de grandes calefactores.
"La Berlinale es especial. No hay el ambiente agresivo de Cannes, no hay guardas que te tratan a empujones, no hay que ir de etiqueta a los estrenos, hay gente normal", comenta un crítico argentino, asiduo al festival desde hace década y media.
"Esto parece más mediterráneo que Cannes o Venecia. Aquí se improvisa, si no se empieza al minuto no pasa nada y la gente va vestida a la suya", añade otro colega, catalán, sorprendido por estas peculiaridades en su primera Berlinale.
A diferencia de Cannes o Venecia, el festival berlinés tiene lugar en una capital con más de tres millones de habitantes. La Berlinale es de todos ellos. O de todos los que tengan paciencia suficiente para guardar cola. EFE
gc/nvm/agf
Gemma Casadevall
Berlín, 10 feb (EFE).- Compartir cine con Keanu Reeves, Michelle Pfeiffer o Kate Winslet es posible en la Berlinale para el berlinés de a pie y a 5,5 euros, con las entradas "último minuto" que salen a la venta por "cuenteo a dedo" mientras las estrellas desfilan por la alfombra roja.
A más de un visitante de la Berlinale le sorprenderá ver a los asistentes de sala contando una a una las butacas que quedan libres mientras el público toma asiento, minutos antes de la proyección de sus películas a competición y con los grandes de Hollywood entrando en el cine, bajo los flashes de los fotógrafos."Por favor, que levanten la mano quienes tengan un asiento vacío al lado", preguntan discretamente, hilera a hilera, o por micrófono, mientras el público recibe con aplausos a Reeves, Pfeiffer o Winslet.
Son los artífices de la venta último minuto, que transmiten por móvil a la taquilla exterior el cómputo de plazas libres.
La Berlinale tiene reputación de ser el festival más popular del mundo entre los de primera categoría internacional ya que más de la mitad del contingente de 450.000 localidades disponibles para las 390 películas se ponen a la venta al público. El resto es para prensa y profesionales del sector, además de invitados.
La mayoría se adquieren en las taquillas regulares, a precios que van de los 11 -para las de gala- a los 6 euros. Son precios de por sí populares, que se reducen a la mitad en la "Abendkasse" -"taquilla de tarde"- y con las entradas "last minute".
"No hay una cantidad clara. Pueden ser dos entradas, pueden ser 200, depende de las que hayan quedado libres", explicó a EFE Ernst K., uno de los taquilleros de esa "Abendkarte".
Se ponen a la venta una media hora antes de que empiece la sesión y su número depende principalmente de las devoluciones -"gente de prensa o del European Film Market que se lo piensan y las devuelven, en general", cuenta el cajero-.
A esas se suman las "ultimísimo minuto", como las denomina Ernst, resultantes del cómputo a mano de las butacas por ocupar.
"Eso retrasa algo la gala. Pero como en las sesiones de estreno hay presentación de las estrellas, el espectador ni lo nota", explica Michael Grimm, responsable de la venta de entradas.
La Abendkasse de Ernst tiene su clientela fiel, berlineses avezados al último minuto. "No, no: no escribas de eso, que no se entere nadie", dice Hanna, una de las habituales.
"Ernst es muy eficiente, domina el oficio y nos dice si ese día vale o no la pena guardar cola. Pero no es sobornable. No reserva ni tiene favoritos", sostiene a su lado Oliver, otro habitual.
Mientras la clientela de la Abendkasse espera su suerte, a veces a la intemperie, en las terrazas de las cafeterías berlineses y visitantes toman copas de vino o café, envueltos en mantas rojas del local y al resguardo de grandes calefactores.
"La Berlinale es especial. No hay el ambiente agresivo de Cannes, no hay guardas que te tratan a empujones, no hay que ir de etiqueta a los estrenos, hay gente normal", comenta un crítico argentino, asiduo al festival desde hace década y media.
"Esto parece más mediterráneo que Cannes o Venecia. Aquí se improvisa, si no se empieza al minuto no pasa nada y la gente va vestida a la suya", añade otro colega, catalán, sorprendido por estas peculiaridades en su primera Berlinale.
A diferencia de Cannes o Venecia, el festival berlinés tiene lugar en una capital con más de tres millones de habitantes. La Berlinale es de todos ellos. O de todos los que tengan paciencia suficiente para guardar cola. EFE
gc/nvm/agf
lunes, 9 de febrero de 2009
La carta de defunción
Harrelson transmitió a la Berlinale el dolor y cinismo de la guerra de Irak
Gemma Casadevall
Berlín, 9 feb (EFE).- El actor Woody Harrelson transmitió hoy a la Berlinale todo el dolor y el cinismo de la guerra de Irak con su papel de encargado de comunicar a las familias la muerte de cada soldado de EEUU, en "The Messenger", hasta ahora la película más impactante a competición en este festival.
"Pretendo explicar las terribles consecuencias de la guerra sobre las personas, un dolor que es universal, más allá de ésta u otra guerra", dijo su director, el debutante Oren Moverman, acompañado por Harrelson y su co-protagonista, Oven Foster.
"No se trata solo de los soldados de Irak, son los de todas las guerras y es un dolor universal, ante el que no podemos más que sentir respeto y compasión", dijo Harrelson, que ante la prensa se desprendió de la piel de curtido oficial que enseña a un primerizo "el peor oficio del ejército", para mostrarse humano y pacifista.
La rabia, el odio, la desesperanza, la resignación o las meras lágrimas: cualquier reacción es posible, le explicará Harrelson en el filme al sargento recién regresado del frente, obligado a asumir una función que pocos desearían para sí.
Los destinatarios de la noticia son jóvenes esposas embarazadas o padres patriotas que colgaron la bandera de EEUU en la puerta de casa, y que no siempre tendrán a su lado a alguien a quien abrazarse cuando vean cruzar su jardín dos oficiales condecorados.
Puede ser que quieran de ellos el consuelo del desconocido -que no está autorizado más que a estrecharles la mano- o descargar la rabia contra el representante del Estado que les robó a su hijo en una guerra que ya nadie entiende.
Para algunos, su presencia será la constatación de una muerte anunciada que presintieron en cuando su soldado salió de casa. Para otros, algo que se niegan a aceptar.
Todo esto le explica Harrelson a su pupilo, sin contemplaciones, salpicando los consejos profesionales con botellas de cerveza y algún desahogo sexual.
Harrelson desarrolla con solidez un papel que le viene como anillo al dedo, ante el que al espectador no le queda más que esperar a que se resquebraje su máscara de cinismo.
Foster saca adelante impecablemente un papel con múltiples facetas, el del joven sargento, teórico héroe, que regresó a casa por una lesión ocular mientras un compañero saltaba por los aires. Será un mensajero distinto, también para una de las viudas -Samantha Morton, tan impecable como él-.
Moverman refleja en un par de secuencias, con maestría, cada uno de esos entornos familiares y cómo era la relación de quién con quién, y lo hace desde el quicio de la puerta.
"The Messenger" no es ni patriótico ni antiamericano. El director ha asumido, como sus personajes, la misión de transmisor de la tragedia humana de la guerra.
La labor del mensajero es algo intrínseco a cualquier guerra, pero nadie como Harrelson para sintetizar la componente cínica que, además, encierra la de Irak.
Compartió jornada con "The Messenger" la segunda película alemana a competición, "Alle Anderen" -"Everyone Else"-, un ejercicio sustentado prácticamente en dos únicos personajes, interpretados por Lars Eidinger y Birgit Minichmayr.
Lo que refleja es una especie de crisis preventiva de pareja. Es decir, la crisis persistente en unas vacaciones en Cerdeña entre dos personas empeñadas en ser novios, aunque en realidad no encajan.
Ella aspira al amor incondicional y se aferra a él en busca de una declaración de amor, lo que no significa tampoco que esté dispuesta a escucharle cuando él pretende hablarle de lo que realmente le inquieta, la profesión.
Simplemente quiere escuchar de él la palabra amor, mientras él quiere saber cómo salir del pozo de la nula creatividad laboral. En ese círculo vicioso se mueven ambos, con alguna incursión de una pareja amiga que no hace más que acentuar su crisis. Allá ellos. EFE
gc/jcb/agf
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