sábado, 20 de febrero de 2010

McGregor, por gentileza de Polanski

sábado, 20 de febrero de 2010


Un Oso para adornar el chalet suizo


La Berlinale se rindió al cine recóndito y al ausente Polanski 
  
Gemma Casadevall

Berlín, 20 feb (EFE).- La 60 Berlinale se volcó con el cine recóndito al entregar su Oso de Oro a la turca "Bal" ("Honey"), de Semith Kaplanoglu, y varias Platas al nuevo cine de Rumanía y Rusia, y se rindió al ausente Roman Polanski, con el premio al mejor director por "The Ghost Writer".
Polanski, que permanece en arresto domiciliario en Suiza por una deuda pendiente con la justicia de EEUU -la presunta violación de una menor en los '70-, fue aclamado por la solidez de su filme, sobre el "negro" Ewan McGregor, que de escritor de las memorias del ex premier británico pasa a descubrir una trama sobre los secuestros de la CIA en Irak.
"De haber podido, tampoco habría venido a Berlín a recoger el premio. La última vez que fui a un festival a buscar un premio acabé en la cárcel", fue el mensaje de Polanski leído por Alain Sarde y Robert Benmussa en la gala. El director fue detenido el pasado septiembre, cuando acudía al festival de Zúrich y actualmente sigue bajo arresto domiciliario en su chalet suizo.

Su inclusión a competición fue vista como un gesto solidario al colega en dificultades. Tras el desfile de los 20 aspirantes a premio quedó claro que, por encima de todo, Polanski sigue haciendo buen cine, al estilo Hitchcok de toda la vida, pero sólido.
Con "Bal", tercer filme del turco Kaplanoglu sobre Anatolia, se premió un estilo muy distinto de entender el cine, a través de una poética hecha de silencios y sobre la figura de un niño que sólo habla con fluidez, a susurros, con su padre, el resto es tartamudeo o mutismo.
Un buen día, el padre queda suspendido al quebrarse la rama de un árbol de la que se colgó para recoger la miel de sus colmenas, a merced del zumbido de las abejas.
El jurado, presidido por Werner Herzog y con la actriz René Zellweger y el productor español José María Morales, recompensó asimismo la película del joven realizador rumano Florian Serban "Eu cand vreau sa fluier" ("If I want to whistle, I whistle").
El filme de Serban, rodado en una sórdida cárcel de menores rumana e interpretada, a excepción de los protagonistas, por muchachos del penal, se llevó el Gran Premio Especial del Jurado y además el Alfred Bauer en memoria del fundador del festival.
Herzog y los suyos dejaron claro también cuál era la filosofía de sus premios de interpretación: ante todo, intensidad, nada de tributos a nombres reconocidos, como Gérard Depardieu.
La Plata a la mejor actriz fue para la japonesa Shinobu Terajima, por su desgarrador papel en el durísimo film "Caterpillar", de Koji Wakamatsu, como abnegada esposa de un soldado japonés que regresa de la guerra sin brazos ni piernas, decidido a que siga siendo su esclava sexual puesto que sí le quedaron los genitales.
La Plata al mejor Actor fue, compartida, para el dúo de actores formado por Grigoru Dobrygin y Sergei Puskepalis, por en "Kak ya Provel etim letom" (How I ended this Summer"), la película de Alexei Popogrebsky que discurre en el círculo polar ártico.
La confrontación entre el joven inexperto que todo lo rompe y el iracundo trabajador de la estación ártica que aspira a volver a casa, tras años entre hielos, es la base de un filme sustentado solo en ellos y el maravilloso espectáculo del paisaje polar.
El filme ruso, primero en años procedente de ese país a concurso en la Berlinale, ganó otra Plata a la mejor contribución artística por el trabajo de su cámara, Pavel Kostomarov.
Polanski fue el único gran nombre entre los principales premios del palmarés berlinés, fuera de la Plata al mejor guión para Wang Quan'an -por "Tuan Yuan"-, director chino que en 2007 ganó el Oro.
Se fueron de vacío el alto contingente de cine escandinavo y restantes cinematografías del corazón de Europa, mientras que el cine anfitrión sólo rozó el premio como co-productor de "Bal".
La Berlinale se cerró con una ceremonia sobria, más incluso de lo que suele serlo la clausura de la Berlinale, tras una edición de cumpleaños empañada por la parca presencia de grandes astros. En diez días de festival, el máximo representante de Hollywood sobre su alfombra roja fue Leonardo DiCaprio, con una la película fuera de concurso, "Shutter Island", de Martin Scorsese.
Lo más mediático no fueron ni las estrellas ni el cine actual, sino la proyección del mítico "Metrópolis" de Fritz Lang de 1927 ante la Puerta de Brandeburgo a varios grados bajo cero y bajo la nieve, en versión restaurada sobre una copia casi íntegra hallada dos años atrás en el Museo del Cine de Buenos Aires.
La 60 Berlinale homenajeó, además, con sendos Osos de Oro de Honor a una de las divas más internacionales del cine alemán Hanna Schygulla y al guionista Wolfgang Kohlhaase, autor histórico desde tiempos de la extinta Alemania comunista y aún en activo. EFE
gc/cr

viernes, 19 de febrero de 2010


Mamut Gerard

Descomunal Depardieu e inquietante Winterbottom cierran lucha por los Osos 
 
Gemma Casadevall

Berlín, 19 feb (EFE).- Un descomunal Gérard Depardieu, convertido en "Mammuth", y un inquietante Michael Winterbottom, escarbando en el cerebro de un policía psicópata y asesino, en "The Killer inside me", cerraron hoy la sección a concurso de la Berlinale, cuyos Osos siguen sin tener un favorito claro.
La apuesta de Winterbottom en su cuarta película a competición en Berlín ("Besos de mariposa", en 1995, "In this world", Oro en 2003, y "Camino a Guantánamo", Plata al mejor director en 2006) fue el cine negro, sobre una novela de Jim Thompson y con un atractivo desfile de actores -Casey Affleck, Kate Hudson y Jessica Alba-.
"Los libros de Jim Thompson van más allá de la mera violencia como entretenimiento. Se busca su origen, el desarrollo y el proceso de destrucción interna", explicó Winterbottom, que acudió a Berlín sin ninguno de sus actores y se vio confrontado con la cuestión del uso -y para algunos, abuso- de la violencia contra la mujer.

Affleck es un sádico, un policía tejano que no disfruta porque sí matando -o casi- a puñetazos a sus novias, preferentemente, sino que tras él está el rastro "de una infancia destruida", explicó.
Hay un detonante, "la huella de la violencia y la sexualidad transtornada", la paterna, en su infancia, y la propia, en la actualidad, y a ello se remite su filme, explicó.
Por qué centrarse ahora, después de filmes de alto calibre político como los que le dieron Osos en la Berlinale, en el cine negro, envuelto en la música y el ambiente prototípico del género, es algo que Winterbottom no llegó a revelar en su comparecencia ante la prensa.
"No reproduzco esquemas ajenos, la violencia existe, no es un tema exclusivo sólo para filmes de corte documental o relacionados con el mundo actual. Es parte de un entorno cotidiano, el doméstico o el que leemos en ese mundo paralelo que son nuestras lecturas, como las novelas de Thompson", dijo.
A Winterbottom se le esperaba en la Berlinale como último cartucho en un festival en que se han visto muchas buenas películas, pero no esa "gran" película o clara favorita a premios. Su "The Killer inside me" no parecía ser la destinataria de ese calificativo y la recepción fue dispar, a juzgar por los discretos aplausos, en alternancia con algún abucheo.
Depardieu animó la jornada con su "Mammuth", apodo que sirve en el film dirigido por Benoit Delépine tanto al personaje que interpreta como la moto a la que monta, tras años dormida en el garaje, para empezar un curioso "road movie" de carnicero jubilado en busca de su historial laboral.
Los primeros 15 o 20 minutos colocan al espectador ante un recital de gags desternillantes, con un Depardieu más orondo que cuando se caracterizó del galo Obélix y un "look" semejante al de Mickey Rourke de "The Wrestler".
Quien se confía en que irá a más en esa dirección se equivoca. El resto del filme adopta perfiles más y más melancólicos, poéticos o filosóficos, con un Depardieu más y más inmenso en lo interpretativo, tanto como su descomunalidad física.
Winterbottom y Depardieu se comieron a la danesa "En Familie", el tercer filme a competición de esa última jornada, dirigida por Pernille Fischer Christensen, y centrada, como su título indica, en la vida familiar, eje de la Berlinale, por designio de su director, Dieter Kosslick.
Es una película agónica, en el sentido estricto de la palabra, porque aborda exactamente eso: la agonía de un padre de familia, enfermo de cáncer, que aspira por lo menos a que algo le sobreviva: la hermosa panadería, orgullo de una dinastía de artesanos que, teme que se cierre con él.
Lo que arranca como película sobre una hermosa familia donde todos se quieren deriva, en la medida en que el padre recae en una enfermedad que se revela terminal, en un nudo de conflictos algo deshilachado.
Con "En Familie" se cerró el desfile de las 20 aspirantes, entre las que el jurado presidido por Werner Herzog deberá repartir honores.
A falta de un claro favorito, la revista de la Berlinale "Screen", daba la máxima puntuación, hasta ayer, al ruso "Kak ya provel etim letom" -"How I Ended This Sommer"-, de Alexei Popogrebsky, seguido del turco "Bal", de Semil Kaplanoglu.
Nadie descarta nada, visto que la nómina de premiados por la Berlinale de la última década incluyó Oros como la "Carmen" sudafricana, en 2005, un hito absoluto en lo que a premios contra todo pronóstico se refiere. EFE
gc/jcb/cr

jueves, 18 de febrero de 2010


Duro Sarajevo, endulzado Buenos Aires


Argentina Smirnoff y bosnia Zbanic, dos lecciones de cine de nuevo cuño 
 
Gemma Casadevall

Berlín, 18 feb (EFE).- Dos jóvenes directoras, la argentina Natalia Smirnoff y la bosnia Jasmila Zbanic, dominaron hoy la Berlinale, con un filme armado sobre el talento de María Onetto, la primera, y sobre la radicalización islámica en Sarajevo, la segunda, en una jornada a competición en la que el cine alemán fue abucheado.
Zbanic, nacida en 1974 en Sarajevo y Oso de Oro en 2006 con "Grbavica", volvió a la Berlinale con una sutil muestra de cómo sugerir, más que mostrar, los cismas dejados en la sociedad bosnio musulmana por el conflicto bélico.
Smirnoff, porteña nacida en 1972, debutó con "Rompecabezas", centrada en el mosaico de sentimientos de una mujer, María del Carmen -interpretada por Onetto-, a quien alguien regala en su 50 cumpleaños un puzzle y descorre así la cortina de un talento que nunca sospechó tener y que algunos hubieran preferido dejar oculto.
Onetto es el principal talismán de la primeriza directora para desarrollar su película y el primer plano de su rostro, en alternancia con los de sus manos superdotadas para armar cualquier rompecabezas, es el hilo conductor del filme.
Su amoroso esposo, los hijos, el alma gemela que le sale al paso como tándem con vistas a un torneo mundial de puzzles -en Alemania- y restantes personajes son puras comparsas, con las que Smirnoff completa el mosaico alrededor de Onetto.
En otra órbita se sitúa Zbanic con "Na Putu" -"On the Path"-, centrado en una joven y hermosa azafata bosnia, que quiere tener hijos con su compañero, un musulmán moderno y controlador aéreo, de pronto en el paro por tomar alcohol en el trabajo.
La salida al desempleo será un trabajo en un campamento de musulmanes que sí siguen las reglas estrictas del Corán, donde las mujeres van cubiertas de cabeza a los pies y su resquicio a la vida es la apertura en su negra burka a la altura de los ojos.
"Tras el genocidio, tras la guerra perdida, fueron muchos los que buscaron refugio en el integrismo religioso. Traté de abordar ese proceso y hasta qué punto alguien, por amor, debe aceptar los cambios del otro, cuándo empezamos a renunciar a nosotros mismos y en qué punto la renuncia significa traicionarnos", explicó Zbanic.
Del refugio en la religión al lavado de cerebro, del Corán al integrismo político: ésta es la cuestión que plantea Zbanic, en un filme donde no exhibe los desgarros de la sociedad bosnia a zarpazos, sino con inteligencia.
Cuatro años después de abordar en "Grbavica" el drama de las mujeres violadas en el conflicto balcánico, Zbanic regresó al festival con una exhibición de talento consolidado.
Sobre la debutante Smirnoff, tras el pase de prensa, se barajaba la cuestión de si se cumplirá con ella la regla no escrita de que todo film argentino a concurso sale de la Berlinale con premio.
Así ha sido desde que Lucrecia Martel se llevó el correspondiente a mejor ópera prima en 2001 con "La ciénaga". La regla se mantuvo, sucesivamente, con Daniel Burman, Ariel Rotter y Rodrigo Moreno, con distinciones mayores o menores, hasta llegar en 2009 al porteño Adrián Biniez, con su "Gigante" rodado en Uruguay.
Si Rotter y Moreno sustentaron sus filmes en el trabajo de actor de Julio Chávez, Smirnoff "tomó" prestada a Onetto -otro sinónimo de solidez interpretativa- de su compatriota y colega Martel.
Smirnoff y Zbanic dejaron en la Berlinale el sello del buen trabajo, con la etiqueta común de "jóvenes realizadoras", mientras que el anfitrión alemán se llevó el primer abucheo de la competición con "Jud Süss", de Oskar Roehler.
Su filme se centra en la figura de un actor, Ferdinand Marian, que vende su alma al diablo -el ministro de la propaganda nazi Joseph Goebbels- no por afán de éxito, sino porque no se atreve a negarse. Cree que podrá manipular al gran manipulador del Tercer Reich, pero por supuesto se estrella, con las consecuencias que cualquiera imagina para su esposa, de origen judío.
Rodada bajo el prisma estético de un melodrama de los 40, con un Moritz Bleibtreu ("RAF Facción del ejército rojo") a medio camino hacia la parodia como Goebbels, la película provocó impaciencia entre los medios internacional y algo de vergüenza ajena entre los alemanes. EFE
gc/jcb/agf
(foto)

Ronda de homenaje


Homenaje a Schygulla y Kohlhaase, la diva y el talento a la sombra 
 
Gemma Casadevall

Berlín, 18 feb (EFE).- La 60 edición de la Berlinale rindió hoy homenaje por partida doble a dos leyendas vivas del cine alemán, la actriz Hanna Schygulla, probablemente una de sus divas más internacionales, y Wolfgang Kohlhaase, un talento algo más a la sombra e histórico guionista desde tiempos de la Alemania comunista.
Schygulla y Kohlhaase se repartieron los honores del festival en su cumpleaños redondo, con sendos Osos de Oro de Honor a toda su carrera y con una retrospectiva de diez filmes, uno por cada día del festival, para sus títulos más míticos.
La actriz, de 66 años, representa lo que el ministro de Cultura, Bernd Neumann, llamó exponente de la "atracción magnética" desde la pantalla, mientras que el guionista, de 78 años, es el ejemplo de profesional forjado en los estudios DEFA, de la República Democrática Alemana (RDA), que han seguido marcando el camino tras la reunificación.
De Schygulla se recordaron algunos títulos míticos de sus tiempos de musa de Rainer Werner Fassbinder, como "Lili Marleen" (1980), más otros como "Storia di Piera", de Marco Ferreri (1982) o su participación en "Auf der anderen Seite" ("Al otro lado", 2006), de Fatih Akin, representante de la nueva generación de cineastas germano-turcos.
De Kohlhaase se proyectó el título que colocó el cine de la RDA en el palmarés de la Berlinale, "Solo Sunny", cuya actriz, Renate Krosner, ganó el Oso de Plata a la mejor interpretación femenina en 1980.
Y también filmes realizados tras la caída del Muro, como la comedia como "Sommer vorm Balkon" (2005), dirigida por Andreas Dresen, realizador identificado con los talentos actuales surgidos en el antiguo territorio germano-oriental.
Con los Osos de Oro de Honor a Schygulla y Kohlhaase se homenajeó a dos personalidades dispares que marcaron décadas del cine alemán, la actriz que puso el rostro a inquietantes personajes femeninos de Fassbinder y al "superviviente" del Este, que no quedó engullido por la apisonadora de colegas del otro lado tras la caída del Muro.
Schygulla es, para sus compatriotas, algo así como la continuadora de Marlene Dietrich, la diva más internacional del cine alemán, que dio la espalda a su país tras la llegada de Adolf Hitler al poder, en 1933, para no regresar jamás más que de visita.
La Dietrich abandonó Alemania en dirección a Hollywood el mismo día en que se estrenó "El ángel azul", el 1 de abril de 1930, luego adoptó la nacionalidad estadounidense y actuó ante sus soldados para animar a la tropa en la guerra contra el Tercer Reich.
Murió en París, en 1992, la misma ciudad donde reside Schygulla, aunque en su caso la capital francesa no es exactamente un exilio por razones políticas, sino profesionales, por ser ésta la ciudad donde principalmente actúa como cantante.
Schygulla, nacida en 1943 en la entonces Polonia ocupada, coqueteaba estos días, antes medios alemanes, con la posibilidad de reinstalarse en Berlín sin esperar tanto como la Dietrich, cuyos restos fueron finalmente enterrados en un cementerio berlinés dos años después de su fallecimiento.
La relación algo compleja de Schygulla y Dietrich con Alemania las une en el calificativo de "divas distantes". Sin embargo, entre ambas actrices hay una diferencia fundamental, según recordaba estos días el director de la filmoteca alemana, Rainer Rother.
Dietrich fue, en Alemania como en EEUU, prototipo de la superestrella glaciar, mientras que Schygulla era y sigue siendo algo así como la anti-estrella, más interesada en ofrecer su imagen de ser real que de criatura del celuloide a quien además no asustan ni las arrugas ni las canas, como muestra en sus apariciones recientes.
En sus tiempos de musa de Fassbinder encarnó el modelo de belleza "alemana", de acuerdo a los cánones, pero también la mujer atravesada por conflictos y matrimonios rotos, que tanto apura su magnetismo físico como la elaboración intelectual de sus personajes.
Está en la nómina de divas alemanas, no sólo como la más internacional, sino también como una de las más versátiles, al igual que lo fue Kohlhaase como guionista que, incluso en tiempos de la RDA y trabajando en sus estudios estatales, dio un tono crítico a sus filmes, alejado de los colegas que se entregaron al aparato de propaganda. EFE
gc/ih/agf
(foto)

Flaquita


Natalia Smirnoff, única latinoamericana en pos del Oso, en la línea de Martel 
 
Gemma Casadevall

Berlín, 18 feb (EFE).- La argentina Natalia Smirnoff concurrió hoy en la Berlinale como única aspirante latinoamericana a los Osos, consciente de que está en la línea de Lucrecia Martel, Ariel Rotter y otros compatriotas que salieron de Berlín premiados, pero sin ver en ello una garantía de éxito.
"Tengo la sensación de que Argentina tal vez salió ya un poco del foco. En un momento dado una cinematografía se da como emergente, luego esa circunstancia pasó", explicó Smirnoff, tras el pase para prensa de su film, su ópera prima como directora de largometrajes.
Su película, "Rompecabezas", apuntalada en el trabajo de actriz de María Onetto compartió jornada a competición con "Na Putu", de la bosnia Jasmila Zbanic, ganadora en 2006 de un Oso de Oro con "Grbavica", así como "Jud Süss", del alemán Oskar Roehler. Ellas escucharon aplausos; él, representante del cine anfitrión, abucheos.
Ambas son exponentes de una nueva generación de cineastas -Zbanic nació en Sarajevo en 1974, Smirnoff, en Buenos Aires en 1972-, pero sus películas corresponden a dos formas distintas de hacer cine.
Mientras que Zbanic aborda los cismas dejados en la sociedad bosnia musulmana por el conflicto bélico, Smirnoff se centra en el mosaico de sentimientos de una mujer, María del Carmen -Onetto-, a quien alguien regala en su 50 cumpleaños un puzzle y descorre así la cortina de un talento que nunca sospechó tener.
Onetto es el talismán de Smirnoff -"es una actriz imprevisible, que arriesga a cada plano", dijo- y su filme se apuntala en primeros planos de su rostro, en alternancia con los de sus manos superdotadas para armar puzzles.
Tras la exhibición del filme, la cuestión ahora es si Smirnoff cumplirá con la regla no escrita de que todo film argentino a concurso se va de Berlín con premio.
La buena racha del cine argentino en la Berlinale de esta última década arranca de Lucrecia Martel, en 2001, con "La ciénaga", que se llevó el premio a la mejor ópera prima.
Le siguió, en 2004, "El abrazo partido", de Daniel Burman, que ganó el Gran Premio del Jurado y el Oso de Plata al mejor actor, para Daniel Hendler.
Dos años después, "El Custodio", de Rodrigo Moreno, obtuvo el Alfred Bauer, y al siguiente le tocó el turno a "El otro", de Ariel Rotter, que ganó el Gran Premio del Jurado y el Oso de Plata al Mejor Actor -Julio Chávez-.
Finalmente en 2009, el porteño Adrián Biniez, ganó el Gran Premio del Jurado, el de mejor ópera prima y el Alfred Bauer con "Gigante", rodada en Uruguay.
Smirnoff lleva una década trabajando como ayudante de dirección en las películas de Martel -"La ciénaga", entre ellas- y de otros títulos argentinos, incluido "El otro".
Si Rotter y Moreno sustentaron sus filmes en el trabajo de Chávez, Smirnoff "tomó" prestada a Onetto -otro sinónimo de solidez interpretativa- de su compatriota y colega Martel. EFE
gc/nvm

miércoles, 17 de febrero de 2010


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