domingo, 12 de febrero de 2012

Chicos de oro

Berlinale, Banderas y de la Iglesia

Gemma Casadevall

Berlín, 15 feb (EFE).- La película "Haywire", dirigida por Steven Soderbergh y con Antonio Banderas en el reparto, y "La chispa de la vida", de Álex de la Iglesia, aligeraron hoy la intensa jornada asiática de la Berlinale, que incluyó una lección del mejor cine chino de la mano de Wang Quan'an.
"Haywire", una película de ritmo trepidante sobre una agente al servicio de los EEUU a la que se le dispara el gen asesino, y "La chispa de la vida", ambas fuera de concurso, acapararon la atención mediática, mientras que Wang dominó la sección a competición con "Bai Lu Yuan" ("White deer plain"), un recital épico y visual.
Un Banderas de densa y canosa barba, a las órdenes de Soderbergh, con Gina Carano repartiendo contundentes mazazos como maestra en artes marciales, junto a un reparto de lujo con Ewan McGregor y Michael Douglas, era el pre-anunciado plato fuerte del día.
Álex de la Iglesia demostró, por su parte, que su "La 'Kispa' de la vida" -como pronuncia cualquier berlinés la palabra 'chispa'- también provoca llenos totales en una sala alemana, como fue el caso del pase de prensa del filme, a rebosar, pese a no estar entre los aspirantes a Oso, sino en la sección Berlinale Special.
La "kispa" contaba con el reclamo de Salma Hayek, una de las estrellas internacionales más codiciadas del festival, lo mismo que Banderas, al que se esperaba ver sobre la alfombra roja, como al equipo al completo de Alex de la Iglesia para el pase de la noche.
"Rodar con Soderbergh fue un shok, no sólo por su rapidez, sino por su solidez durante el rodaje", dijo Banderas, ante una conferencia de prensa abarrotada, sencillo y absorbiendo "flashes".
"Elegí a Salma porque es la mejor actriz que conozco y porque, al ser mexicana, podía interpretar como nadie a un alienígena entre periodistas españoles desquiciados lanzados sobre un pobre hombre tumbado en el suelo con un acero en el cráneo", dijo de la Iglesia, mientras el siguiente bombardeo de "flashes" caía sobre Hayek.
Los dos filmes a exhibición dieron brío mediático a la jornada, mientras más de uno se acomodaba con cierto temor en la butaca, ante los 188 minutos de duración del filme de Wang.
El temor se disipó al primer plano de su película, de fotografía espléndida recreando inmensos campos de trigo chino, perdiéndose en el horizonte, y centrado en la historia poderosa que nace en la China de leyes ancestrales y deriva en la revolución maoísta.
"Es una película que espero llegue a transmitir, fuera de China, la misma fuerza poderosa que para todos nosotros representa el nacimiento de la revolución y sus porqués", explicó el realizador.
Ni siquiera para un cineasta como Wang -Oso de Oro en 2006, con "Tuya's Marriage"- es fácil rodar en su país: "la censura sigue planeando sobre cualquier creador, ninguno somos inmunes", explicó, sea por las escenas de sexo o por contenidos políticos.
Su filme está basado en la novela del mismo título de Chen Zhangshi, durante mucho tiempo prohibida en su país por los episodios de sexo explícito, lo que acentuó la "mirada de las autoridades" sobre el proyecto cinematográfico, añadió.
El primer hervor revolucionario aparece con la toma de conciencia de la injusticia que representa, por ejemplo, que el cacique tenga varias esposas jóvenes, pese a su impotencia senil, y en cambio el hombre del campo que sí puede satisfacerlas no tenga derecho ni a casarse con la de su elección.
La situación se agudiza con la idea de que en la Unión Soviética sí hay justicia social -y sexual-, a lo que se unen las tasas sobre el trigo que exige el aparato militar del Kaiser, detonante de la revolución entre esos trigales infinitos y recónditos.
Wang regresó a la Berlinale como amigo de la casa -al Oro de 2006 siguió "Apart Together", en 2010- y no defraudó.
Su compañero en la jornada a competición era Edwin, cineasta indonesio que presentó "Kebun Binatang" ("Postcards fom the Zoo"), una película que responde exactamente a su título: imágenes bonitas de un zoo, de la elegante jirafa a los rotundos hipopótamos.
El eje es una muchacha que un día, de niña, se perdió en el zoo y ahí se quedó, cuidando amorosamente a sus animales y visitantes, para pasar luego a trabajar en una casa de masajes, a cuyos clientes atenderá con el mismo mimo que a jirafas e hipopótamos.
Edwin dejó a la Berlinale con la sensación de haber asistido a un hermoso cuento, algo soso a medida que avanzaba, y sin más historia que la fuerza de su fotografía. EFE
gc/jpm/ea
(vídeo)(foto)

martes, 14 de febrero de 2012

Berlinale, la Meryl Streep real

Gemma Casadevall

Berlín, 14 feb (EFE).- La Meryl Streep real le ganó con creces la partida a la Margaret Tharcher de "The Iron Lady" (La Dama de Hierro) en la Berlinale, donde además del preceptivo Oso de Oro de Honor se llevó hoy un par de regalos de San Valentín y una de las ovaciones más sonoras de la 62 edición del festival.
Streep hizo alarde de simpatía ante los medios, confesó que la ayudaron a meterse en el personaje los 'gin-tonics' que le daba la directora, Phyllida Lloyd; que guardó una "prudente distancia" con su papel y que "moverse" tras la espesa capa de maquillaje que hizo falta para caracterizarla no le costó tanto como pudiera parecer.
A Streep se la esperaba en la Berlinale como una de las presencias más codiciadas de esta edición junto con Angelina Jolie, quien exhibió hace unos días su debut como directora en el drama balcánico "In the Land of Blood and Honey".
La conferencia de prensa, previa a la gala de la entrega del Oso, estaba a rebosar desde mucho antes de su aparición y, cuando apareció, hizo las delicias de prensa gráfica y escrita con un recital de gestos de sorpresa, risas y todo tipo de guiños.
Reaccionó con elegancia al regalo de un ramo de rosas blancas de un jovencísimo periodista de un medio de Brandeburgo -estado circundante a Berlín- que le recordó que era el Día de San Valentín.
A ese obsequio siguió una "matrioska rusa" más varias declaraciones sucesivas de amor y veneración por parte de sucesivos periodistas, a los agradeció uno tras otro cada cumplido, con mirada irónica e irresistiblemente simpática, tras unas finas gafas de montura negra.
Streep acudía a Berlín a buscar su Oso de Honor, coincidiendo con el estreno en los cines alemanes de "The Iron Lady".
"Es realmente difícil actuar con robots y efectos especiales. Hacerlo bajo el maquillaje fue relativamente fácil, me sentía bastante auténtica", afirmó en cambio.
El retrato fílmico de Thatcher, la Dama de Hierro a la que no tembló el pulso para estrangular el sistema social británico y, paralelamente, lanzar a su Marina hacia las Malvinas, obligó a Streep a una doble caracterización, física y mental.
"Repaso esa figura desde sus años de Dama de Hierro hasta la vejez, lo que efectivamente implicó mucho maquillaje. Pero lo complejo realmente fue representar un personaje con el que, sinceramente, no guardo gran cercanía", dijo.
"Debo admitir que me sorprendieron algunos aspectos de su personalidad. Me enteré así de que era partidaria del aborto, por ejemplo, pese a su férreo conservadurismo; parece que menos férreo, por ejemplo, que el de los conservadores estadounidenses", explicó.
"Era una feminista, nos guste o no, y llegar a la cúspide del club de los conservadores merece un reconocimiento", añadió sobre el personaje que le ha dado, por ahora, el Globo de Oro, aunque también algunas críticas no tan favorables como sería lo habitual en la actriz.
Streep reaccionó con humor tanto a los regalos como a las preguntas acerca del polémico acercamiento a la Thatcher vieja y algo demente: "Era una apuesta compleja, lo sé, pero evitar ese aspecto sería desdibujarla", dijo.-EFE
gc/is

Berlinale, la melancolía afroportuguesa de Tabú

Gemma Casadevall

Berlín, 14 feb (EFE).- La melancolía afroportuguesa de "Tabú", dirigida por Miguel Gomes, conmovió a la Berlinale, un festival muy perceptivo con las cinematografías dichas modestas, como respuesta inteligente a una crisis más que visible, dentro y fuera del cine.
Una historia de amor en el paraíso perdido colonial africano, en blanco y negro y en formato cercano al cine mudo, fue la apuesta presentada por Gomes en la sección a competición, en la que asimismo se presentó "Was bleibt", del alemán Hans-Christian Schmid.
La estrella oficial de la jornada era Meryl Streep, quien recibirá el Oso de Oro de Honor en la sesión de gala de esta noche.
Pero "Tabú" se ganó su parcela de protagonismo en lo que a la lucha por los Osos no honoríficos se refiere, con una cinta muy personal de Gomes, apuntalado hasta la Berlinale por su anterior título, "Aquel querido mes de agosto", que ha pasado por unos 40 festivales, incluido Cannes.
"Preparé mi filme con mozambiqueños en Portugal, hay una relación de afecto entre mi película y esas personas, mucha 'saudade', mucho amor", explicó el director (Lisboa, 1972), tras el pase de su película, anunciada como un homenaje a Friedrich Wilhelm Murnau.
El arranque es un cocodrilo que devora a un explorador. De ahí se pasa al microcosmos de tres vecinas de un bloque de viviendas portugués permanentemente en brumas.
Con la muerte de una despótica anciana, que trata a su criada negra como a una esclava, se salta a la antigua colonia y arranca la romántica historia de amor de la recién casada blanca con un guapo aventurero que reniega de su pasado vividor por ella.
"Es puramente cine romántico, sí. Lo que no le evita una visión desapasionada tanto del colonialismo como de lo que vino después", explicó Gomes.
"Tabú" compartía jornada a concurso con "Was bleibt", un retrato de un entorno muy distinto -una hermosa villa estilo Bauhaus del sur de Alemania y una familia de ricos y guapos con muchos traumas por resolver-. Al igual que la producción luso-brasileña de Gomes, se encuadra en la categoría de cine bien hecho, de creadores jóvenes.
Es la segunda concursante del cine anfitrión, tras "Barbara", de Christian Petzold, película interpretada por Nina Hoss que encabeza la lista de favoritos al Oso del diario de la Berlinale, "Screen".
"Tabú" llegaba como uno de los títulos especialmente elogiados por el director del festival, Dieter Kosslick, -quien obviamente no habla de "favoritos", pero sí menciona más unos filmes que otros-.
Otra película de formato pequeño, "L'enfant d'en Haut", de la suiza Ursula Meier, se colocó tras su proyección ayer entre los títulos que "suenan" a Oso, cruzado ya el ecuador del festival.
Kosslick advirtió en 2009 que la crisis global empezaría a hacer mella de verdad en el cine con dos o tres años de retraso respecto a otros sectores.
En esta 62 edición, cuando la crisis que entonces se alumbraba ha crecido virulencia, se ha preocupado de cuadrar una competición rica en filmes de presupuesto modesto, como apuesta por la creatividad en tiempos de vacas flacas.
La Berlinale siempre ha presumido de festival popular, cuyo carácter lo marca el público que llena cada una de sus sesiones y no el estrellato arquetípico de su rival, Cannes.
Este año, se diría que las estrellas que sí desfilaron por la alfombra roja berlinesa se esforzaron en hacerlo sin ostentaciones e incluso al frente de proyectos comprometidos, como Angelina Jolie y su debut como directora en "In the Land of Blood and Honey", sobre la guerra de los Balcanes.
El Oro de Honor a Streep encaja en ese tono de crisis. Llega a la Berlinale coincidiendo con el estreno en Alemania de su filme sobre Margareth Thatcher, la dama de hierro que casi estranguló el sistema social británico, con unos recortes similares a los que ahora sufre media Europa. EFE
gc/jcb/cr
(foto)

Berlinale, Herzog, Schlöndorff y las ejecuciones, del nazismo a EEUU

Gemma Casadevall

Berlín, 14 feb (EFE).- Las cartas de 150 resistentes franceses, a punto de ser ejecutados por los nazis, y el testimonio a cámara de cinco condenados a muerte en el Texas de hoy: es el material humano de dos filmes de los cineastas alemanes Volker Schlöndorff y Werner Herzog, presentados en la Berlinale.
"La mer à l'aube", de Schlöndorff, proyectado hoy en la sección Panorama, y "Death Row", de Herzog, en Berlinale Special, ofrecieron dos perspectivas distintas de personajes ante un pelotón de fusilamiento nazi o en el denominado "corredor de la muerte" de una moderna penitenciaria en EEUU.
"Los hechos en que se basa mi filme son parte de la historia europea. A mi me gustaría poder presentarla como cineasta francés, no como alemán. Pero somos lo que somos y nosotros, los alemanes, seguimos sujetos a la obligación de reflexionar sobre el pasado", apuntó Schlöndorff, ante los medios de la Berlinale.
"Era sobrecogedor tenerlos ahí delante, hablando, explicando simplemente qué sienten. Eso es lo que importaba, más que lo que hicieron: dejarles hablar de sus sentimientos hoy, no de cómo llegaron al corredor de la muerte", explicó Herzog sobre su filme, estrenado al inicio del festival.
"La mer à l'aube" se basa en una acción de castigo de los nazis, tras la muerte de un oficial de la Wehrmacht, en octubre de 1941, en la Francia ocupada.
Hitler decretó la ejecución de 150 franceses, presuntos correligionarios de los responsables de la muerte de su oficial. Es decir, comunistas de la resistencia.
Los seleccionados para morir fueron prisioneros de un campo de confinamiento del sur de Francia, entre ellos un joven de 17 años, Guy Möquet, personaje interpretado por Léo Paul Salmain.
"Me propuse hacer una minuciosa reconstrucción de lo ocurrido, a partir de las cartas de despedida de los 150 seleccionados, así como el informe que en su momento elaboró el entonces oficial de la Wehrmacht, y luego grandioso escritor alemán, Ernst Jünger", dijo Schlöndorff.
"La mer à l'aube", estrenada hoy en la Berlinale, deriva así en un "ejercicio de reflexión sobre el hombre ante la muerte", en palabras del realizador, rodada en formato de película de ficción, con un reparto mixto de actores franceses y alemanes, entre ellos Ulrich Matthes, en el papel de Jünger.
Otra reflexión sobre el hombre condenado a muerte la brindó Herzog, en esta ocasión en formato documental y rodada en los Estados Unidos de hoy.
"Death Row" consiste básicamente en el testimonio de esos cinco condenados -cuatro hombres y una mujer-, que tan pronto hablan a cámara de sus sentimientos o de su vida, con algún momento de seco humor negro.
Herzog les deja hablar, les anima a la conversación, a compartir con el espectador su intimidad, independientemente de si están donde están por haber asesinado o violado o maltratado a sus víctimas.
"Por supuesto es un alegato contra la pena de muerte. Son personas, independientemente de la monstruosidad que cometieron", argumentó.
"En tanto que extranjero en los EEUU no puedo aleccionar a mis conciudadanos sobre cómo impartir justicia. Pero les deslizo el testimonio de sus condenados, como por la puerta de atrás", explicó el director, residente en Los Angeles.
Su documental, de más de tres horas de duración, está destinado a quedar repartido en cuatro capítulos, en formato de serie de televisión.
"Ningún Estado debería aplicar la pena de muerte. Ningún Estado de derecho, claro está", añadió el director, respecto al cómputo de países donde se condena y ejecuta la condena capital, con EEUU y China a la cabeza.EFE
gc/ea

lunes, 13 de febrero de 2012

Berlinale, recital Hurt-Duvall made in USA

Gemma Casadevall

Berlín, 13 feb (EFE).- El actor y director Billy Bob Thornton sumergió hoy a la Berlinale en un recital de cine "made in USA" con "Jayne Mansfield's Car", única concursante de EEUU del festival, apuntalada en la confrontación entre los veteranos Robert Duvall y John Hurt.
El déspota de provincias -Duvall-, por un lado, y el exquisito británico -Hurt-, por el otro, en una Alabama de los sesenta, donde todo el mundo parece ser descendiente de Scarlett O'Hara, es el escenario en que Thornton sitúa su reparto de lujo -incluido él mismo, además de Kevin Bacon-.
"Es un filme escrito a la medida para estos actores. Fue un maravilloso accidente conseguirlos, a cada uno de ellos", resumió Thornton, quien definió su película como "inequívocamente americana", tanto por su estética como temática.
"Billy Bob tiene un sentido casi íntimo de cómo hacer cine. Coloca cada pieza en su lugar. Lo mismo hace con sus actores. Nos convierte en piezas de una 'ensemble' de donde surgen las respectivas intimidades", explicó Hurt, custodiando al director y en ausencia de su contraparte en el filme, Duvall.
"Jayne Mansfield's Car" traslada al espectador a un ambiente muy a lo Tennessee Williams, con un drama familiar plagado de diálogos geniales alrededor de dos hombres enamorados de una mujer Naomi quien un día dejó la asfixiante Alabama, esposo e hijos en busca de aire fresco.
La muerte de ésta en Londres y el deseo de ser enterrada en su tierra lleva a esa segunda familia británica liderada por Hurt al profundo sur, lo que conlleva conocer a esos seres que Naomi dejó atrás, los ricos del pueblo.
O sea, desde el autoritario patriarca obsesionado por la escenografía de los accidentes de tráfico, a su hijo -un hippy anti-Vietnam devorador de marihuana-, más una ex miss Alabama que encandila al vástago del británico y su equivalente inglesa que desata la fiebre masturbadora en su concuñado.
El resultado es un perfecto mosaico, con retazos biográficos del propio Thornton: "mi padre era el típico tirano familiar, que nos maltrató física y mentalmente, que nunca trató de comunicarse con nosotros y al que finalmente descubrí que amaba", explicó.
Un filme impecable, donde nada chirría, situado en la Alabama de esencias antiabolicionistas y donde ciertas taras familiares se transmiten generación tras generación, como una especie de ley irreversible, con apenas algún intervalo.
Se trata de una película muy de estilo USA, por mucho que se trate de una coproducción ruso-estadounidense -"es tan americana que no encontré quien la produjera ahí. Por eso recurrí a un ruso", bromeó el director, respecto a Alexander Rodnyansky, el productor.
El filme de Thornton llevó a la Berlinale la imprescindible dosis de cine USA -en esta ocasión, en una proporción casi homeopática, en el contexto de las 18 aspirantes al Oso-.
La sorpresa de la jornada, sin embargo, vino de una película procedente de una cinematografía aparentemente menor -Suiza-, dirigida por Ursula Meier y cuyo papel protagonista corresponde al niño de doce años Kacey Mottet Klein.
Todo gira en torno a Simon, un ladronzuelo que todas las mañanas sube en teleférico a una estación de esquí para robarles a sus adinerados visitantes desde gafas de sol, a botas, guantes y por supuesto esquís.
Del botín diario depende la subsistencia de él y su hermana, una muchacha de 25 años, único familiar conocido, que contribuye al sustento de la casa ejerciendo la prostitución.
La aparentemente sencilla historia fue la sorpresa positiva de la jornada. Meier, una directora casi novel, desarrolló ante la Berlinale una película ajena a todo tremendismo, sobre ese mínimo núcleo familiar exponente de la nueva clase social europea llamada precariedad, presente, incluso, en la próspera Suiza.
Fue el complemento perfecto para el filme de Thornton, a modo de contrapunto de dos modos de hacer buen cine, desde la modestia de medios a la coproducción ruso-estadounidense, sea en formato de familia mini o macro. EFE
gc/jcb/cr
(foto)

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