viernes, 20 de febrero de 2015
sábado, 14 de febrero de 2015
Imparable cine chileno
sábado, 14 de febrero de 2015
Ende gut
Latinoamérica arrasó en la Berlinale, que dio su Oro político al iraní Panahi
Gemma Casadevall
Berlín, 14 feb (EFE).- Latinoamérica arrasó hoy en la Berlinale, con osos de plata tanto para dos grandes del cine chileno, Pablo Larraín y Patricio Guzmán, como para el debutante guatemalteco Jayro Bustamante, y con un Oso de Oro con sabor político para el iraní Jafar Panahi, ausente por imperativo de Teherán.
El jurado, presidido por el director estadounidense Darren Aronofsky y con la cineasta peruana Claudia Llosa entre sus miembros, hizo honor al compromiso del festival con el cine que incide en los conflictos de este mundo con un palmarés marcado por las denuncias contra las injusticias o la impunidad.
"Taxi" ganó el Oso de Oro con un alegato, disfrazado de amable comedia, contra la represión que sufren creadores como el mismo Panahi, inhabilitado por Irán, y convertido en taxista ocasional que recoge las opiniones de sus compatriotas.
Era un reconocimiento a un viejo conocido del festival -estuvo presente en la competición en 2011, con "Offside", y en 2013 con "Courtain Close-, con una película irónica, sencilla, de guion impecable, que saca partido de las restricciones impuestas.
"El Club", dirigido por Larraín, ganó el Oso de Plata, Premio Especial del Jurado, con un filme que retrata la impunidad de una iglesia obstinada en lavar de puertas para adentro pecados tales como la pederastia o la complicidad con torturadores, entre otras atrocidades.
Le siguió en el palmarés Guzmán, con el documental "El botón de nácar", Plata al mejor guion con un filme que se abre en el desierto de Atacama y discurre hacia el sur, en la Isla de Dawson, cementerio tanto para los indígenas que casi exterminó el colonialismo como para los desaparecidos de la dictadura de Augusto Pinochet.
El cine de corte indígena era un eje temático de la 65 edición de la Berlinale y Bustamante, al frente de su primer largometraje y también la primera película de Guatemala a competición en el festival, obtuvo el premio Alfred Bauer con "Ixcanul".
Chile acudía a Berlín con dos nombres de peso, dispuesto a refrendar el buen momento de su cinematografía y logró con creces su objetivo. El debutante guatemalteco obtuvo un premio instituido en memoria del fundador del festival para distinguir la apertura de nuevas perspectivas en el cine.
Los tres filmes latinoamericanos a competición cazaron así su Oso berlinés, pero los premios a América Latina no se quedaron en la sección oficial, ya que la mexicana "600 millas", dirigida por Gabriel Ripstein y exhibida en Panorama, obtuvo el premio a la mejor opera prima de la Berlinale.
El resto del palmarés fue de una coherencia casi histórica, en un festival en que, a veces, los jurados han repartido premios algo incomprensibles.
Los osos a las mejores interpretaciones fueron para Charlotte Rampling, excelente en el papel de esposa desgastada en el filme "45 Years", de Andrew Haigh, mientras que el correspondiente al mejor actor fue, como no podía ser de otro modo, para su marido en la cinta, Tom Courtenay.
En lo que respecta a la Plata al mejor director, lo compartieron, ex aequo, el rumano Radu Jude y la polaca Malgozata Szumowska, con las películas "Aferim" y "Body", respectivamente, ambas exponentes del buen cine de bajo presupuesto procedente del este europeo.
La alemana "Victoria", de Sebastian Schipper, estaba entre las favoritas como exponente de un nuevo lenguaje cinematográfico, en un filme rodado en una sola secuencia, en que la cámara sigue a una muchacha española -la actriz Laia Costa- por la noche berlinesa.
La película obtuvo un Oso de Plata a la aportación artística por el singular movimiento de la cámara del filme, premio que se complementa con otros dos de los jurados independientes del festival -el "Guild" a la creación artística y el de los lectores del diario "Berliner Morgenpost".
Tras la ceremonia de entrega de los premios, la Berlinale dedicará una jornada adicional, mañana, al "Día del Espectador", consagrado al público y según la práctica de este popular festival, que saca a la venta unas 300.000 entradas, para sus diez días de vida y las 400 películas que proyecta en sus distintas secciones. EFE
gc/cr
Lo que bien acaba
Guzmán y Larraín, dos Osos berlineses exponente del poderío chileno
Gemma Casadevall
Berlín, 14 feb (EFE).- Chile acudió a la Berlinale con dos pesos pesados en la sección a competición, Pablo Larraín y Patricio Guzmán, y se llevó del festival europeo la confirmación del poderío de su cinematografía en forma de dos Osos, uno para cada cineasta.
"El Club", la película de Larraín centrada en un grupo de sacerdotes perdidos entre atrocidades inconfesables, obtuvo el Oso de Plata, Gran Premio del Jurado, segundo galardón del festival tras el Oro que obtuvo el iraní Jafar Panahi con "Taxi", a modo de gesto solidario hacia el cineasta al que Teherán pretende acallar.
"El botón de nácar", de Guzmán, ganó otra Plata, esta vez al mejor guion, con un documental que arranca del desierto de Atacama y recala en el cementerio marino que rodea la isla de Dawson, escenario de sucesivos genocidios.
Larraín recibió su galardón de manos de su emocionada colega peruana Claudia Llosa, Oso de Oro en 2009 con "La teta asustada" y ahora miembro del jurado internacional que presidió el director estadounidense Darren Aronofsky.
Guzmán, asimismo emocionado, se hizo acompañar sobre el escenario del Berlinaler Palast por su esposa, Renate Sachse, alemana y omnipresente en las sucesivas apariciones del cineasta durante el certamen.
El sábado se había abierto ya un "aperitivo" para Guzmán en forma de Premio Ecuménico de los jurados independientes del festival a su documental que recupera las voces de las comunidades indígenas prácticamente exterminadas por los colonizadores y los destinos de los desaparecidos durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Su película, como "El Club", es un clamor contra la impunidad, en el caso del filme de Larraín la eclesiástica, empeñada en revolver "de puertas para adentro" los casos de pederastia, connivencia con los torturados u otros crímenes cometidos en su seno.
Larraín llegó a la Berlinale arropado por el éxito internacional de sus anteriores "Tony Manero" y muy especialmente "No", el filme sobre la campaña por el referéndum contra Pinochet de 1988. Guzmán, con la reputación atesorada con sus 14 filmes, especialmente "Nostalgia de la Luz", su anterior documental de corte similar al actual.
Ambas representantes chilenas a competición se colocaron de inmediato en la cabecera de las preferencias de la crítica internacional que ha seguido el festival.
Se olía un triunfo chileno en la Berlinale, que este año se presentaba más latinoamericana que nunca -unos 50 títulos en sus distintas secciones- y que, por parte de Chile, concurría con dos máximos representantes, de generaciones y estilos distintos.
Los premios de esta 65 edición de la Berlinale siguen al Oso de Plata de Paulina García en 2013, con "Gloria", la película de Sebastián Lelio que devolvió al país a la sección oficial tras 21 años de ausencia -"La luna en el espejo", de Silvio Caiozzi (1990).
Para la directora de CinemaChile, Constanza Arenas, la cinematografía chilena está viviendo un "momento mágico, que se venía gestando desde hace diez años", según comentó a Efe, de lo que daban constancia no solo esas dos películas a concurso, sino también la abultada presencia de sus cineastas en el resto de secciones.
Hubo premios para Chile en la sección oficial y también fuera de ella: "Nasty Basty", de Sebastián Silva, gano el Teddy al mejor filme de contenido homosexual por esa película exhibida en la sección Panorama, mientras "San Cristóbal", de su compatriota Omar Zúñiga, recibía el correspondiente a cortometrajes.
La coproducción uruguaya-chilena "El hombre nuevo", de Aldo Garay, también tuvo un Teddy en el apartado de documentales, a lo que se sumó el galardón Arte Internacional del mercado de coproducciones para la directora Marcela Said, con "Los Perros". EFE
gc/cr
Jayro, again
Bustamante, el Oso para el debutante
Gemma Casadevall
Berlín, 14 feb (EFE).- El director guatemalteco Jayro Bustamante acudía con una película, "Ixcanul", que era un doble debut -su primer largometraje y la primera película de Guatemala a concurso- y cazó hoy el Oso berlinés que le coloca en el palmarés del festival.
"Ixcanul", un filme de corte indigenista, obtuvo el Oso de Plata Premio Alfred Bauer de la 65 edición de la Berlinale, cuyo máximo galardón, el Oso de Oro, fue para el iraní Jafar Panahi, con "Taxi".
América Latina arrasó, ya que, además del galardón a Bustamante, obtuvo el Oso de Plata Gran Premio del Jurado el chileno "El club", de Pablo Larraín, mientras que "El botón de nácar", de su compatriota Patricio Guzmán, ganó el de mejor guion.
Bustamante, nacido en 1977, había asumido el mero hecho de estar entre los 19 filmes a competición como un compromiso hacia su país y hacia el cine indígena, uno de los ejes temáticos de esta Berlinale.
"No sé qué querrá decir cine de corte indígena, como lo llaman aquí. Pero si la denominación ayuda a mi película y al cine guatemalteco, bienvenida sea", apuntó Bustamante, en entrevista a Efe cuando se estreno en la Berlinale "Ixcanul", centrado en una muchacha kaqchiquel a quienes sus padres abocan a un matrimonio concertado.
Su inclusión a concurso se produjo en un año en que la Berlinale apostó claramente por lo indígena en el ciclo "Native", dedicado íntegramente a América Latina.
"Coincidencia o no, con ello ponemos Guatemala en el mapa de la Berlinale. Claro que me alegraría igual estar aquí si cada año hubiera una película de mi país a competición. Pero ser el primero da una doble alegría", afirmaba el cineasta.
Rodada entre los cafetales de las laderas del volcán, Bustamante centra su historia en una muchacha - María Mercedes Coroy - y su madre - María Telón - Va de lo tierno a lo duro, puesto que se trata de reflejar "la poética y las asperezas indígenas".
Del matrimonio concertado se pasará a un embarazo que echa al traste los planes de los progenitores, mientras que, como trasfondo a la situación de las muchachas obligadas a casarse con hombres a quienes no quieren, aflorará otra tragedia: la de los bebés robados.
"Quería hacer una historia de seres humanos, que ocurre en una cultura determinada y para lo que tenían que mostrar cómo es el mundo en que se mueven esos núcleos", explicó el director.
Los padres que entregan a sus hijas "a cambio de que el futuro marido les asegure que podrán seguir trabajando la tierra que no les pertenece", no son desalmados, sino que se mueven entre unos códigos de conducta determinados.
Al desamparo de estos núcleos se suma la absoluta indefensión del indígena ante los estamentos públicos del país, puesto que ni ellos hablan español ni, a la inversa, ahí va a atenderles nadie "que entienda su lengua".
"Hay una incomunicación recíproca, más allá del idioma. Incluso los que llegan a hablar español no saben manejarse ante esos estamentos, porque sus códigos son distintos", añadió.
Bustamante buscó a sus actrices por procedimientos algo atípicos: "un día puse el cartel de 'casting' ahí donde queríamos rodar, pero no vino nadie. Al día siguiente puse otro con la frase 'se ofrece trabajo' y en horas tenía una fila de gente dispuesta".
A María Telón, la madre, la encontró "actuando en una obra de teatro de su pueblo" y la siguió, cuenta el director, a lo largo de la gira que hacía su compañía hasta convencerse de que encarnaba "la fuerza abrasadora" que precisaba para su filme.
A María Mercedes, la hija, la eligió por el procedimiento del "casting" más convencional "porque todo su cuerpo respiraba pudor, como yo quería, pero nunca bajaba los ojos".
El director acudió a la Berlinale junto a estas dos actrices que, a diferencia de él -formado entre Guatemala, Francia e Italia- nunca habían salido de su país.
Azoradas, en el estreno como en la gala final, ambas recordaban a más de uno otro filme que indagaba en lo indígena y que en 2009 se llevo el Oso de Oro: "La Teta asustada", de la peruana Claudia Llosa, en esta edición miembro del jurado. EFE
gc/cr
viernes, 13 de febrero de 2015
la quiniela
La Berlinale cierre su desfile de aspirantes y apunta hacia el Oso
Gemma Casadevall
Berlín, 13 feb (EFE).- La Berlinale cerró hoy su desfile de 19 aspirantes a los Osos con cine asiático, a la espera de que mañana el jurado internacional reparta los premios de un festival en el que Latinoamérica brilló y donde los nuevos talentos del cine aportaron agradables sorpresas.
La vietnamita "Chá Va con Vá" -"Big Father, Small Father and Other Stories"- dio una última dosis de sensibilidad asiática al servicio de una bonita historia, mientras que la japonesa "Ten No Chasuke" -"Chansuke's Journey"- deleitó a los amantes de lo delirante, en viajes de ida y vuelta entre el cielo y la tierra.
La primera, dirigida por Phan Dang Di, es una película mágica, de jóvenes en periodo de iniciación a todo, que discurre entre las calles de Saigón y los lodazales de la periferia y que despertó al festival, pese a que los ánimos estaban ya algo agotados en esta última jornada.
La segunda, del japonés Sabu, es un paseo onírico alrededor de un "ángel" que desciende a lo terreno para salvar la vida a una muchacha a quien el ejército de guionistas celestiales colocó bajo las ruedas de un automóvil.
La exquisitez vietnamita y el ritmo trepidante japonés en medio de historias que se enredan y desenredan se repartieron el protagonismo del último tramo de un festival en el que, de acuerdo a su código de conducta no escrito, no hay que dar nada por descartable.
Al jurado encabezado por el director estadounidense Darren Aronofsky, con asistencia de su colega peruana Claudia Llosa, el actor alemán Daniel Brühl y la francesa Audrey Tautou, entre otros, le corresponde emitir su veredicto, sea coincidente con la crítica internacional del festival o buscando su propio Oso.
Las preferencias, tanto en la revista del festival "Screen" como en barómetros de diarios locales, se inclinan claramente por "45 Years", del británico Andreas Haigh y con la excelente Charlotte Rampling al frente de la historia de un matrimonio gastado.
Sus directos perseguidores son "El club", del chileno Pablo Larraín, "El botón de nácar", de su compatriota Patricio Guzmán, así como "Ixcanul", del guatemalteco Jayro Bustamante, y "Eisenstein in Guanajuato", el filme rodado en México por Peter Greenaway.
Nada mal, para las cuatro películas con participación latinoamericana a concurso. Ocurra lo que ocurra con el reparto de Osos, dichos filmes representan cuatro formas distintas de hacer cine y de sabiduría cinematográfica, proceda ésta de veteranos como Greenaway o de debutantes como guatemalteco.
Otro joven talento, el alemán Sebastian Schipper, aportó a la competición un nuevo lenguaje cinematográfico, con una película rodada como una secuencia única, donde todo gira alrededor de una joven española, "Victoria", papel interpretado por Laia Costa.
La neófita Laura Bispuri impactó con "Vergine Giurata", una película rodada entre Italia y Albania que toma como protagonista a un muchacho/muchacha atado al juramento de una virginidad perpetua.
De estos nombres procedió el componente de savia nueva que todo festival quiere mostrar, mientras que las mayores decepciones procedieron de nombres consagrados, como el alemán Werner Herzog y su superproducción "Queen of the Desert", así como Terrence Malick y la etérea "Knight of Cups".
Tampoco se ganó el agrado de la crítica la española Isabel Coixet -especialmente la alemana, que fue implacable con su "Nobody Wants de Night" ("Nadie quiere la noche")-.
Nada es descartable, puesto que al jurado se le atribuye el derecho soberano a tomar cualquier vía, de lo que hay constancia en los veredictos de todo festival de cine que se precie.
"Taxi", el filme del iraní de Jafar Panahi, sería una opción más bien política o solidaria hacia el cineasta inhabilitado por Teherán, mientras que premiar la rumana "Aferim" se entendería como un reconocimiento a uno de los ejes temáticos de esta 65 edición del festival: el racismo, en este caso contra los gitanos. EFE
gc/agf
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En el Imax, sin las sombras de Grey
Berlinale: la mejor pantalla para el cine indígena
Gemma Casadevall
Berlín, 13 feb (EFE).- La Berlinale brindó su mejor pantalla al cine de corte indígena de América Latina y consolidó su ciclo "Native" como una sección de protagonismo creciente en el festival, capaz de transmitir a un público amplio películas tachadas, de entrada, de minoritarias.
Cines a rebosar, con espectadores sentados en la escalera y con el desafío de contemplar filmes de bajo presupuesto sobre una pantalla de gran formato, en una sala donde habitualmente se exhiben documentales en 3D: así discurrió el ciclo en este festival, con un total de 18 cintas que recorrieron desde México a la Patagonia.
Filmes recientes o rodados en los últimos treinta años -el abanico abarca desde 1986 a 2014-, que arrancó con el inicio del festival con la proyección de "Eco de la montaña", del mexicano Nicholás Echevarría, centrado en los rituales de Sierra Madre Occidental.
En los días siguientes pasaron por la gran pantalla de "Native" películas como "Lo que lleva el río", de venezolano Mario Crespo, rodada el año pasado, así como "Madeinusa", la primera cinta de la peruana Claudia Llosa, terminada en 2006, sobre una muchacha indígena que toma las riendas de su destino.
De Chile se vio "Las niñas Quispe", una impactante película sobre tres mujeres que cuidan cabras entre pedregales, dirigida por Sebastián Sepúlveda, mientras que Bolivia exhibió "Yvy Maraey", de Juan Carlos Valdivia, en ambos casos completadas en 2013.
Los llenos de las salas de produjeron independientemente de si el director acudía a la Berlinale dentro en una gran delegación -como la de Chile, con dos películas en competición, "El Club", de Pablo Larraín, y "El botón de nácar, de Patricio Guzmán- o prácticamente en solitario, como el de Valvidia.
Cada uno de los realizadores presentes en el ciclo tuvieron su alfombra roja antes de la sesión, en formato reducido respecto a la del Berlinale Palast donde discurre la competición, y posteriormente a la proyección se desarrollaron debates con el público.
"Fue como revivir la ilusión de mi primera película, con los ojos de hoy", comentaba a Efe Llosa, presente en la Berlinale como miembro del jurado de la sección a concurso, Oso de Oro en 2009 con "La teta asustada" y de nuevo a competición en 2014 con "Aloft".
"Me impresionó la recepción, sí. Sobre todo por parte de los indígenas, mexicanos y brasileños, que forman parte del comité seleccionador y estaban también en la sala", apuntó, por su parte Valdivia, quien en su filme interpreta él mismo el papel de un director en busca de localizaciones para un proyecto.
Ambos realizadores, el boliviano como su colega peruana, mostraban cierto escepticismo hacia la denominación "cine de corte indígena" o "indigenista": "Realmente no sé si mi cine se encuadra en ese término", confesó Valdivia.
"Es una denominación un poco confusa, es cierto. Sobre todo para cineastas no indígenas, como yo, que nos sentimos en la necesidad de distanciarnos explícitamente de planteamientos paternalistas", comentó Llosa.
En sentido parecido se expresó el guatemalteco Jayro Bustamante, cuya película "Ixcanul" está incluida entre las 19 aspirantes a los Osos del festival y, por tanto, no se exhibió en ese ciclo sino en la sección a competición.
"Si la etiqueta indigenista ayudó a colocar a Guatemala en el mapa de la competición de la Berlinale, bienvenida sea", comentaba el joven realizador, cuyo filme es el primero de su país que lucha por los Osos de ese festival.
"Ni paternalista, ni colonizador, ni colonizable: éste es el concepto fundamental por el que seleccionamos nuestras películas ", comentaba por su parte la responsable de la sección, la neozelandesa Maryanne Redpath.
Su ciclo "Native" llegó en esta 65 edición de la Berlinale a su segundo año en programa, "con intención de quedarse por mucho tiempo" como parte inherente al festival.
En esta ocasión el tema fue América Latina, después de que en 2014 se consagrara al sudeste asiático. En ambos casos, para Redpath el resultado fue "una aventura", a través de etnias de nombres "que en algunos casos sigo sin poder pronunciar" y con una selección de filmes que fueron del documental a la ficción. EFE
gc/agf
Bolivia y el roadmovie de Valvidia
Gemma Casadevall
Berlín, 13 feb (EFE).- El cine boliviano ocupó su espacio en la Berlinale con "Yvy Maraey", un filme dirigido por Juan Carlos Valdivia, incluido en la sección de cine indigenista "Native", que volverá a proyectarse en Berlín con la retrospectiva dedicada a ese cineasta al término del festival.
"La Berlinale ha querido visualizar unas cinematografías que no siempre llegan al público, porque no es fácil encontrar vías de distribución a unas temáticas algo minoritarias", comentó el cineasta a Efe en un aparte del festival, que se cerrará mañana con la entrega de los premios, los Osos, de la sección a competición.
"Native" incluye un total de 18 cintas, todas con carácter de exhibición, entre documentales y películas de ficción, procedentes de toda América Latina y con títulos como "Madeinusa", de la peruana Claudia Llosa, y "Las niñas Quispe", del chileno Sebastián Sepúlveda.
"Más allá del rótulo que han puesto a la sección, que tiene un sentido muy amplio, la película se ha defendido por sí misma, ha generado un gran interés", prosiguió el cineasta boliviano, cuyo filme se proyectó con el cine a rebosar y con algunos espectadores sentados en las escaleras de la sala.
Fue una experiencia "muy gratificante", a la que siguió un debate con el público asistente, entre el cual se encontraban también miembros de comunidades indígenas de México y Brasil, asesores de la responsable de la sección "Native", Maryanne Redpath.
En la película, el propio Valdivia interpreta el papel de un cineasta "karai" -blanco- que busca localizaciones para su nuevo proyecto cinematográfico, acompañado de un guanarí.
Que el director se interprete a sí mismo "forma parte del concepto" argumental, ya que se trata de reflejar una cierta "búsqueda de sí mismo", a través del contacto con el indígena y la "transformación recíproca de uno y otro".
"Abordo el conocimiento de uno mismo a través del otro. Es una reflexión sobre la identidad en que se parte de la base de que necesitas al otro para definirte", comentó.
Valdivia huye del concepto de cine indigenista "romántico", que se limita a tratar de denunciar una serie de situaciones o discriminación de estos colectivos.
"Trato a mi personaje y a su compañero de igual a igual, se rompen las barreras, ambos están al mismo nivel intelectual. Es una relación horizontal", concluye el cineasta, para quien esta perspectiva se corresponde a los cambios operados en Bolivia, tras la llegada al poder del presidente Evo Morales.
El filme se mostrará asimismo la próxima semana, ya fuera del marco de la Berlinale, con una retrospectiva en el popular cine Babylon, en el corazón de la capital alemana.
El ciclo estará integrado por esta cinta, rodada en 2013, más "Zona Sur", de 2009 -que se estrenó en la sección Panorama del mismo festival-, y "American Visa", de 2005.
Al igual que en la proyección durante la Berlinale, el cineasta participará en un debate con el público, el tercero a su paso por la capital alemana, tras el mantenido el pasado jueves en la sede del Instituto Cervantes.
La 65 edición de la Berlinale ha ofrecido una amplia panorámica del cine actual en América Latina, con cerca de 50 títulos repartidos en sus distintas secciones y tres filmes a competición -"El club", del chileno Pablo Larraín, "El botón de nácar", de su compatriota Patricio Guzmán, así como "Ixcanul", del guatemalteco Jayro Bustamante. EFE
gc/psh
jueves, 12 de febrero de 2015
Entrando en el sprint
Claudia Llosa: del "Madeinusa" indígena al grandioso jurado
Gemma Casadevall
"Es grandioso, es enorme, es emocionante y al mismo tiempo arriesgado. Una labor que todos asumimos con gran responsabilidad", indicó Llosa, en conversación con Efe, tras haber visto ya todas las películas, menos una, que luchan por los premios del festival.
Obviamente, ni revela ni insinúa hacia dónde se orientan las preferencias, sean las propias o del conjunto del jurado que preside el director estadounidense Darren Aronofsky y con el actor alemán Daniel Brühl y la francesa Audrey Tautou entre sus miembros.
Hay tres directores latinoamericanos en liza -los chilenos Patricio Guzmán y Pablo Larraín, con "El botón de nácar" y "El Club", respectivamente, más el guatemalteco Jayro Bustamante, con "Ixcanul"-.
Todos ellos, así como el veterano Peter Greenaway, con la coproducción británico-mexicana "Einsenstein in Guanajuato", están muy arriba en las quinielas de la crítica internacional que circulan por el festival para hacerse con el Oro, que Llosa ya se llevó a casa, en 2009, con "La teta asustada".
"Ese premio fue el origen de todo para mi. La rampa a la internacionalidad que yo, representante de una cinematografía modesta, como es la peruana, no podía imaginar", recuerda Llosa, en una pausa de las deliberaciones con sus compañeros.
A su participación en 2009 en la Berlinale siguió "Aloft" -"No llores, vuela", en su título en español-, incluida de nuevo en competición en 2014, con Jennifer Connelly al frente y ahora en cartelera.
"Fue algo así como mi consolidación como directora. Una película que probablemente yo no habría podido hacer, o al menos no con los recursos que logré movilizar, de no haber sido por Berlín", indica.
"La teta asustada" estaba apuntalada en la interpretación de Magaly Solier, protagonista asimismo de "Madeinusa", el film primerizo de Llosa, rodado en 2006, y que se exhibe en este festival en el ciclo "Native", dedicado al cine indígena de toda América Latina.
"La Berlinale es emocionante hagas lo que hagas. Si estás en el jurado, porque estás en el jurado. Si vienes con una película de esas características, aparentemente para público minoritario, porque te encuentras con una sala llena a rebosar de público", explicó.
"Madeinusa", la historia de la muchacha indígena que decide tomar las riendas de su vida, fue proyectada el martes, seguida de un breve coloquio con el público, "donde se me preguntó de todo", apunta, incluidas las preferencias que como jurado no debe delatar.
El festival berlinés siempre ha sido "muy abierto a América Latina", explica, especialmente esta 65 edición, con cerca de 50 películas en sus distintas secciones, pero eso no implica que vaya a tener un trato preferencial.
"La Berlinale ofrece un abanico muy amplio de formas de ver el cine. Hay un gran interés por Latinoamérica desde hace años porque la evolución de nuestro cine, en la última década, es increíble", concluye, para volver a su trabajo como jurado, el último "regalo" que por ahora ha recibido de la capital alemana. EFE
gc/agf
jueves, 12 de febrero de 2015
Elser, casi héroe y desconocido
La Berlinale escarba en el alma del sencillo obrero que quiso matar a Hitler
Gemma Casadevall
Berlín, 12 feb (EFE).- La Berlinale entró hoy en la recta final con la historia de Georg Elser, el sencillo obrero de pueblo que trató de asesinar a Adolf Hitler, meses después del arranque de la II Guerra Mundial y exponente del resistente en solitario contra la monstruosidad del régimen nazi.
"Elser. 13 Minuten", dirigida por Oliver Hirschbiegel, era el plato fuerte de la jornada, que se exhibía fuera de competición pero en la sección oficial, mientras que la única concursante del día fue la italiana "Vergine Giurata", de la neófita Laura Bisputi.
"Fue un visionario o un héroe. Un joven que podría haberse dedicado a disfrutar de su éxito con las mujeres, pero que tuvo los huevos de jugársela", explicó el director, quien vuelve así sobre el nazismo, diez años después de recrear los últimos días de Hitler en su búnker, en "Der Untergang" -"El Hundimiento"-,
Christian Friedel interpreta el papel de ese joven de pueblo, músico, amante de una mujer casada, aprendiz de relojero y obrero de una planta metalúrgica donde acaban como esclavos del nazismo algunos de sus buenos amigos, militantes comunistas.
Los 13 minutos del título son les que le faltaron para lograr su objetivo: que la bomba de relojería colocada bajo la tribuna donde iba a hablar Hitler, el 8 de noviembre de 1939, en una cervecería de Múnich, estallase justo cuando el Führer pronunciaba su discurso.
El destino quiso que el dictador avanzase su retirada y que en su lugar murieron varias personas -algunos, empleados de la cervecería-, mientras que Elser fue detenido y torturado, en busca de una confesión completa sobre quienes estaban detrás del atentado.
"Es un personaje algo desconocido, en comparación de los iconos de la resistencia contra Hitler", indicó el director.
Su película alude, a través del investigador del Tercer Reich encargado del caso, Arthur Nebe, a la conspiración del oficiales nazis en torno a Claus Schenk zu Stauffenberg, que años después, en julio de 1944, fallaron también en el intento de matar a Hitler.
Nebe creyó en la versión del joven, quien sostenía no tener cómplices ni militar en el Partido Comunista, por mucho que la Gestapo estaba empeñada en que "confesara" lo contrario.
Hirschbiegel traza un vínculo entre el fallido magnicidio en solitario del joven del sur de Alemania y la conjura de aristócratas y oficiales, a través la figura de Nebe, ejecutado tras el fracaso del atentado liderado por Stauffenberg.
Elser pasó años en el campo de concentración Sachsenhausen y murió ejecutado en el de Dachau en abril de 1945, pocas semanas antes de la capitulación del Tercer Reich.
Su figura quedó a la sombra de la conjura de la elite militar de Stauffenberg o la resistencia pacífica de los hermanos Sophie y Hans Scholl -inspiradores de la película "Sophie Scholl. Die letzten Tage", de Marc Rothemund, estrenada en la Berlinale de 2005.
Hace apenas tres años se inauguró un monumento a Elser, en forma de silueta de acero del rostro del joven, de 17 metros de altura, precisamente instalada a pocas manzanas de la sede de la Berlinale.
Fue reconocimiento "algo tardío", para alguien que pudo haber cambiado el rumbo de la historia y que es un "ejemplo de coraje cívico", en palabras de Hirschbiegel, frente a la gran mayoría que aparentó no ver cómo la Gestapo se llevaba a rastras de sus casas a judíos o enemigos del régimen nazi.
La película aportó la dosis de incursión en la historia, grande o pequeña, del nazismo, obligada en toda Berlinale.
La sección a competición se limitó a "Vergine Giurata", dirigido por la debutante Bispuri entre Italia y Albania y alrededor de una tradicional ancestral del ámbito rural albano, según la cual ciertas jóvenes renuncian a su feminidad y juran mantenerse vírgenes, tras lo cual pasan a comportarse y vestirse como hombres.
Ese será el caso de Hana -o Mark, tras su juramento- que de las montañas albanas desciende a Italia, para empezar ahí un proceso de liberación del juramento que en realidad la condenó a comportarse como un ser asexual.
"Vergie Giurata" llegó al festival entre recomendaciones entusiastas del director de la Berlinale, Dieter Kosslick. Su formato de cine de bajo presupuesto, de una directora debutante y sobre unos personajes femeninos fuertes le da cierta áurea de "premiable", a lo que se une la muy buena interpretación de su protagonista, Alba Rohrvacher. EFE
gc
(foto)
miércoles, 11 de febrero de 2015
El viejo Peter
Greenaway divierte con su explícito y homosexual Einsenstein mexicano
Gemma Casadevall
Berlín, 11 feb (EFE).- El británico Peter Greenaway entusiasmó hoy a la Berlinale con "Einsenstein in Guanajuato", un filme que retrata al maestro del cine ruso como un histriónico bebé grande, que se abre a la plenitud homosexual en México y deja inacabada una película cuando llevaba rodados 400 kilómetros de celuloide.
"Mi filme describe la transformación de Einsenstein. En su vida, y en su filmografía, hubo un antes y un después de México", explicó el cineasta, respecto a la algo tardía, pero rotunda, "salida del armario" del director de "El acorazado Potemkin" (1925) y "Octubre" (1928).
Vivir abiertamente la homosexualidad en tiempos de Stalin "no era lo más recomendable", ni siquiera para una gloria nacional, ironizó Greenaway, quien fue recibido con aplausos entusiastas por una co-producción británico-mexicana profusa en escenas al límite del sexo explícito.
"Sabía poco o casi nada de Eisenstein como persona. Peter me mostró su lado humano, su personalidad algo infantil", indicó el actor protagonista, Elmer Bäck, cuya creación del personaje remite ineludiblemente al "Amadeus" de Milos Forman.
El Einsenstein, excéntrico, decadente y virgen, que llega a México, en 1931, es un ser que le habla a su pene, goza exhibiéndolo y también dibujando genitales, pero que no salió del armario.
Había alcanzado la gloria cinematográfica, había sido aclamado en Hollywood y era recibido en México por unos caricaturescos Frida Kahlo y Diego Rivera, entre camorristas a lo Pancho Villa, tábanos, desarreglos intestinales al cuarto tequila y todo tipo de clichés.
Su revolución sexual coincidirá con el aniversario de la de octubre. Ya antes de romper ese tabú, se movía más como un niño mimado zarista que como un héroe del comunismo soviético.
Greenaway sostiene que "un filme tiene que entretener y a la vez aportar alguna lección". Su recreación del personaje deja de lado, como hizo el propio maestro ruso, el rodaje de la cinta que iba a llamarse "Qué viva México!" para centrarse en sus nuevas emociones.
Casi treinta años después de "El vientre del arquitecto", el director británico se presentó ante la Berlinale exhibiendo tanto vigor como su filme y dispuesto a hablar de todo tipo de pérdidas de virginidad, las vitales o las cinematográficas.
Fue un contrapunto necesario, en una jornada que había arrancado con un exponente de buen cine rumano, "Aferim", que poco espacio dejó para las alegrías.
Rodado en blanco negro, con una estética deliberadamente arcaica, la película de Radu Jude plasma con toda crudeza el racismo en el ambiente rural de su país, en 1835, en que los gitanos eran vendidos en plazas públicas como esclavos y tratados como animales, tanto si era dóciles como si infringían las reglas de sus dueños.
En pos de un esclavo prófugo se lanza un caza-recompensas y su hijo, en un entorno en que para referirse a un gitano se habla de "cuervos" y entre personajes que reniegan, por extensión, de judíos, checos, turcos o cualquier otro tipo de "extranjero".
El cine rumano lleva varias ediciones de la Berlinale saliendo del festival con premio -en 2013, con el Oso de Oro a "Child"-. "Aferim" fue una nueva incursión en las lacras instaladas en su sociedad, esta vez en un formato un tanto primitivo.
Completó la jornada a concurso la primera representante del cine asiático "Yi bu zhi yao" ("Gone with the Bullets", en su título en inglés). Se trata de la segunda película de Jiang Wen en torno a dos granujas con perfiles gansteriles, sus Bullets chinos.
Plagado de estridentes escenas que copian el género del musical hollywoodiense y entre episodios difíciles de ensamblar entre sí, la película china provocó la primera deserción en masa del público en este festival, que hoy llegó a su séptima jornada.
La atención de muchos en la Berlinale estaba a la hora del pase para los medios del filme chino en la previsible lucha que deberían librar horas después por no quedar fuera de la sala en el estreno internacional de "Cincuenta sombras de Grey", la versión cinematográfica del primer tomo de la trilogía erótica de E.L. James.
La expectación ante ese filme, que por supuesto se exhibe fuera de competición y en la sección Berlinale Special, era enorme.
La película, interpretada por Dakota Johnson y Jamie Dorman, llegará este jueves a las pantallas de cuarenta países bajo el áurea de sus escenas de tintes sadomasoquistas. EFE
gc/agf
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martes, 10 de febrero de 2015
Las malditas gafitas 3D
Wim Wenders desconcierta con un James Franco en 3D
Gemma Casadevall
Berlín, 10 feb (EFE).- El director alemán Wim Wenders desconcertó hoy en la Berlinale con "Every thing will be fine", interpretada por un James Franco minimalista y rodada en 3D por puro amor a esa técnica, mientras que la sección a concurso se limitó a mostrar la Rusia desmantelada de "Pod Electricheskimi Oblakami".
El filme de Wenders, incluido en la sección oficial pero fuera de competición, llevo por segunda vez a la 65 edición del festival a Franco, unos días después de presentar junto a Nicole Kidman el filme "Queen of the Desert", de Werner Herzog.
Con Wenders, Franco ya no es el galán acaramelado de la reina entre las dunas, sino un escritor que alcanza el éxito tras un accidente en que muere un niño, uno de los dos hijos de la mujer que interpreta Charlotte Gainsbourg.
Nada en la cinta parece justificar el uso del 3D, un formato que años atrás emocionó, pero que ahora se percibe más bien como una incomodidad salvo en películas de acción, fantasía o documentales, como los filmados por el mismo Herzog o la mágica "Pina" de Wenders, estrenada en la Berlinale en 2011.
"El 3D engrandece todo, también los sentimientos", afirmó Wenders, decidido a defender esa opción y ante las preguntas de los medios de por qué insistir en esa técnica que él mismo admitió que era idónea para "Pina", pero no para todo tipo de películas.
"Mi película muestra un proceso de recuperación psíquica tras un trauma desde varias perspectivas: la del causante del accidente, la de la madre, y el hermano que perdieron al ser querido", añadió el cineasta sobre la madeja de sentimientos que trató de reflejar.
Wenders, quien el jueves recibirá Oso de Oro de Honor del festival por toda su carrera, recorre el nudo de conflictos internos a través de un Franco al que sus sucesivas novias o esposas reprochan un "minimalismo sentimental", como lo definió el actor.
"Es un personaje con dificultades para las relaciones. Fue una gran experiencia para mí expresarlo en 3D", añadió Franco, a la pregunta de si se sintió intimidado en su interpretación por el uso de una técnica ante la que optó por la parquedad de movimientos.
Franco no había convencido en el filme de romanticismo trasnochado de Herzog y tampoco lo hizo en un formato 3D que ni siquiera le favorece desde el punto del atractivo físico. Al final, más de uno tiró con agrado las gafas del 3D al cubo de reciclaje dispuesto a la salida de la sala.
El actor era una de las presencias masculinas más esperadas en el festival, preparado además para satisfacer a sus fans por vía triple, ya que junto a los filmes mencionados exhibió "I am Michel", sobre un activista defensor de los derechos de los homosexuales.
Franco se llevó más aplausos sobre la alfombra roja que dentro de las salas, lo mismo que le ocurrió a Robert Pattinson, el otro guapo oficial de esta 65 edición de la Berlinale.
Pattinson acudió a Berlín con dos películas: la misma de Herzog, donde roza lo grotesco en el papel de Lawrence de Arabia, además de "Life", exhibida anoche en la sección Berlinale Special y donde interpreta el papel del fotógrafo de James Dean, Dennis Stock.
Los filmes a exhibición acapararon los flashes, mientras que la competición, reducida hoy a una cinta, fue más bien de trámite.
La película dirigida por el ruso Alexey German -"Under electric clouds", en su título inglés- presenta una muy hermosa puesta en escena y fotografía, pero resulta reiterativa, en cuanto al guión.
Se desarrolla entre gigantescas esculturas abandonadas de Lenin, grúas y paisajes post-industriales asimismo desmantelados, por los que deambulan personajes como un inmigrante que carga un enorme magnetófono estropeado, a modo de maleta, o los herederos de un oligarca muerto.
Se llegó así en la segunda mitad del festival, que hasta ahora tiene un muy buen balance en cuanto a los filmes ya presentados.
De las doce películas hasta ahora calificadas por la crítica internacional en la revista de la Berlinale, "Screen", cinco superaron los tres puntos -el máximo son cuatro-, lo que es casi un hito en ese tradicional barómetro de la Berlinale.
La máxima puntuación (3,4 puntos) la recibe la británica "45 Years", de Andrew Haigh, mientras que los tres puestos siguientes son para las tres películas latinoamericanas a concurso.
"El botón de nácar", del chileno Patricio Guzmán, recibe 3,3 puntos y su compatriota Pablo Larraín logra con "El Club" 3,1, la misma nota que "Ixcanul", del guatemalteco Jayro Bustamante. EFE
gc/agf
(foto) (vídeo)lunes, 9 de febrero de 2015
Prodigiosos Larraín, Guzmán y Bustamante
lunes, 9 de febrero de 2015
La iglesia, enredada en sus perversiones
"El Club" de los pecadores sube el listón en la Berlinale
Gemma Casadevall
Berlín, 9 feb (EFE).- El director chileno Pablo Larraín subió hoy el nivel de la Berlinale con "El Club", un filme sobre sacerdotes enredados en la pederastia y otros crímenes no atajados ni por la justicia católica ni por la civil, que anuló al resto de filmes a concurso en la jornada, incluido el del alemán Andreas Dresen.
Un día después de que Patricio Guzmán escalara posiciones hacia el Oso de Oro con "El botón de nácar", Larraín dio la siguiente lección de buen cine procedente de Chile escarbando en las vergüenzas de la iglesia, en todos sus aspectos y niveles, y dejando que sea el humor negro el encargado de resolver lo peor.
"En mi país, como en otras partes, la iglesia no rinde cuentas a la justicia civil. Lava sus atrocidades con el sacramento de la confesión. La pederastia o la complicidad con los torturadores quedan impunes y a lo sumo se recluye a sus culpables en tranquilos retiros", explicó el realizador, tras el estreno de su filme.
"El Club", el segundo título chileno entre las 19 películas a competición de la 65 edición de la Berlinale, llegaba avalado por la buena recepción internacional a "Tony Manero" (2007) y, más especialmente, "No" (2015), el filme sobre la campaña por el referéndum contra Augusto Pinochet de 1988.
Le acompañaron a Berlín dos de sus actores -Alfredo Castro, habitual en su filmografía, y Roberto Farías-. Uno interpreta a un miembro del "club" de sacerdotes que viven en uno de esos retiros junto al mar y el otro a una de las víctimas.
Se establece una confrontación entre pervertidores y pervertido, bajo la mirada aviesa de una monja-carcelera y un intruso de la llamada nueva iglesia que teóricamente debe aplicar correctivos, pero de movimientos tan oscuros como el resto.
Es una suerte de infierno poblado de sacerdotes, hostiles ante todo y también entre sí, en un retiro tal vez tranquilo, donde lavar sus culpas de puertas para adentro, pero que en la práctica es un infierno, por definición, a perpetuidad y encima "in crescendo".
Una constelación demoníaca, que Larraín resuelve con negrísima ironía y algo de denuncia, por mucho que él rehuya este término.
"No es un alegato. No quiero denunciar verdades atroces o confrontar a la iglesia con sus pecados. Pero eso les tienen a ustedes, los medios, cuyas revelaciones es lo único que realmente teme y hace moverse al Vaticano", aseguró.
El resultado es un filme que elevó el nivel de la Berlinale, tras el impacto positivo dejado ayer por Guzmán con su documental que va de los genocidios a los indígenas a los crímenes del pinochetismo.
"El botón de nácar" se disparó tras su estreno a la segunda posición en las preferencias de la crítica internacional recogidas por "Screen", el diario que edita el festival, solo superada por la británica "45 Years".
El reverso de la medalla fue "Als wir träumten", el tercer filme de Dresen a competición en una Berlinale, desde que en 2002 presentó a concurso "Halbe Treppre", que recibió un Oso de Plata.
De nuevo, Dresen traza una película con rasgos de "Ostalgie" -nostalgia por el este de Alemania-, por supuesto sin saltarse las normas de lo políticamente correcto en su país y sin caer en el enaltecimiento de esa dictadura.
La cinta va y viene de la infancia en la extinta Alemania comunista al Leipzig (este del país) a los caóticos y salvajes años de un grupo de adolescentes tras la reunificación del país.
Son muchachos que rompen retrovisores, saltan sobre las carrocerías de los coches y rompen escaparates, entre excesos de alcohol casi diarios, pero en el fondo son buenos chicos, ya que los auténticos malos son los neonazis.
Era la tercera -y última- película en la sección a competición por parte del cine anfitrión, tras "Victoria", de Sebastian Schipper, y "Queen of the Desert", de Werner Herzog.
Hasta ahora, la única que ha triunfado es la de Schipper por su valeroso ejercicio exploratorio de nuevos lenguajes en una película de 140 minutos y una secuencia única, cuyo epicentro es la actriz española Laia Costa.
Herzog decepcionó y a Dresen se le reprochó falta de orientación y abuso de escenas violentas -las palizas de los neonazis a los chicos, propias de un Quentin Tarantino-, como si quisiera dogmatizar hasta lo innecesario sobre qué muchachos son gamberretes simpáticos y cuáles elementos peligrosos.
El tercer filme a competición hoy era la polaca "Body", de Malgorzata Szumowska, una comedia negra entre muchachas anoréxicas, muertos vivientes y una médium que debe poner en comunicación al mundo de los mortales con el de los inmortales. EFE
gc/agf
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Larraín y Guzmán y el "momento mágico" chileno en la Berlinale
Gemma Casadevall
Berlín, 9 feb (EFE).- Los directores Pablo Larraín y Patricio Guzmán plasmaron en la Berlinale el momento mágico que vive el cine de Chile, no solo por la presencia de dos películas chilenas a competición, sino porque además son firmes aspirantes al Oso de Oro.
Dos años después de que Sebastián Lelio pusiera fin a más de veinte años sin presencia chilena a concurso -con "Gloria", Oso de Plata a la mejor actriz para Paulina García-, la cinematografía de ese país fue recibida como superpotencia en Berlín a través de ambos cineastas.
El domingo se estrenó "El botón de nácar", el documental de Guzmán a la estela de "Nostalgia de la luz", que se disparó al segundo lugar en las preferencias de la crítica de la revista del festival, "Screen", tras la británica "45 Years".
Hoy le correspondió el turno a Larraín, con "El Club", un intenso filme sobre un grupo de sacerdotes retirados del ejercicio por pederastia u otras atrocidades, que fue recibido con fuertes aplausos tras el pase ante los medios.
Guzmán, un maestro del documental, incidió en un tema que "Chile aún no investigó como debería", según comentó en entrevista con Efe, como son los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet, que impide a su país "hacer las paces consigo mismo".
Larraín, tras el éxito internacional de "Tony Manero" y "No", se centró en lo que denomina la "impunidad de la Iglesia", que impide que la Justicia investigue los horrores cometidos en su seno y pretenda resolverlos "de puertas para adentro", con la confesión.
"Estamos en un momento mágico, emocionante. Los chilenos estamos muy orgullosos. No solo por tener dos películas a competición, que también, sino por la acogida recibida", comentó a Efe Constanza Arenas, directora de CinemaChile, agencia dedicada a la promoción de la industria audiovisual del país latinoamericano.
"Son dos películas muy distintas entre sí, de dos nombres de mucho peso para nuestro cine", añadió Arenas, quien recordó que, además de la presencia a competición, hay otras ocho producciones chilenas en distintas secciones de la Berlinale.
Latinoamérica es un plato fuerte en este festival, con cerca de 50 títulos en sus distintos apartados y cuatro títulos a competición: "Ixcanul", del guatemalteco Jayro Bustamante, y la coproducción mexicano-británica "Einsenstein in Guanajuato", de Peter Greenaway, además de las cintas de Larraín y Guzmán.
"Europa se ha dado cuenta de que en Chile y en Latinoamérica están pasando cosas muy buenas y nos están dando mucho espacio para mostrar al mundo lo que hacemos", prosiguió Arenas.
Se trata de una evolución positiva de la que ahora de ve "el pico", pero que se estaba "gestando desde hace años", afirmó.
El éxito de Lelio en 2013 permitió "desatascar" la situación de sequía en que se encontraba el cine chileno en la Berlinale, donde no había concursado ninguna película de ese país desde "La luna en el espejo", de Silvio Caiozzi (1990).
Especialmente destacable, para Arenas, es el ciclo de cine indígena "Native", una subsección del festival dedicada en esta 65 edición de la Berlinale íntegramente a Latinoamérica y donde se proyectó "Las niñas Quispe", dirigida por Sebastián Sepúlveda.
El auge del cine chileno y su proyección exterior contrasta con su déficit en cuando a su difusión en las salas de cine y televisión del país.
Guzmán mencionó, en este sentido, que de sus 14 filmes sólo "Nostalgia de la luz" fue emitido por la televisión chilena, cuestión que atribuye a una "falta de libertad de imagen".
Arenas admitió que el director tiene "algo de razón"; "En Chile tenemos un problema grave para la difusión de nuestras producciones. Las pantallas están tomadas por intereses privados. No hay ninguna pantalla, grande ni pequeña, que sea un espacio público".
Del momento mágico del cine chileno y de la Berlinale espera la directora de CinemaChile que contribuyan a romper esta "falta de conexión entre los creadores y la ciudadanía".
"Hoy por hoy, nuestro cine se ve mucho mejor fuera que adentro de nuestro país. No por su calidad, sino porque los espacios de difusión no están a disposición de los artistas", apuntó. EFE
gc/nl/agf
domingo, 8 de febrero de 2015
Llegó San Patricio
Guzmán plasmó en la Berlinale los genocidios, colonial o pinochista
Gemma Casadevall
Berlín, 8 feb (EFE).- El director chileno Patricio Guzmán impactó hoy en la Berlinale con su cine denuncia, del genocidio colonial al pinochetista, compartiendo jornada con un Terrence Malick que decepcionó con "Knight of Cups", un filme que en ausencia del cineasta defendieron sus actores, Christian Bale y Natalie Portman.
Guzmán, fiel a su estilo, presentó en el festival "El botón de nácar", un documental que sigue los pasos de "Nostalgia de la luz" y que arranca del desierto de Atacama, para desembocar en el inmenso archipiélago chileno que es el sur del país y la historia de masacres continuadas de la isla de Dawson.
"El hilo conductor es el agua, elemento fundamental tanto en el cosmos con la vida diaria humana, independientemente de que no todo lo que se hace con ella sea inmenso o hermoso y de las grandes tragedias que puede esconder", explicó el director, tras la proyección de su filme.
La mirada cósmica de Guzmán adopta un formato que recuerda a cualquier buen reportaje de "National Geographic", para transformarse en un relato sin concesiones de la historia de dos matanzas: la primera, el práctico exterminio de la población autóctona; y, después, los desaparecidos de la dictadura.
"Lamentablemente, 40 años después de la dictadura, el gobierno de mi país sigue sin haber abordado seriamente lo ocurrido", afirmó el director, quien recordó que uno solo de sus 14 filmes, "Nostalgia de la luz", ha sido proyectado en la televisión chilena. "Y de madrugada", añadió.
La voz de Guzmán es el hilo conductor de un viaje de gran belleza, del cosmos a la tierra, pero que encierra la secuencia de dos destrucciones e incide en uno de sus capítulos más negros de la historia reciente chilena, los presos políticos a los que el pinochetismo echó al mar.
Sin gestos desmedidos, de acuerdo al buen hacer de Guzmán, sino con las frases medidas al milímetro, para evitar cualquier redundancia, el documental recorre la brutalidad de los genocidios -"un tema universal", dijo- cuya monstruosidad no precisa retratos sobredimensionados, sino exactitud.
El título remite al botón de nácar que un día recibió un indígena de su descubridor, a cambio de vender su alma, y de otra pieza casi idéntica, hallada en el fondo del océano, que quedó incrustrada en uno de los raíles que el régimen ataba al cuerpo de sus víctimas antes de lanzarlos al mar.
Guzmán dejó constancia con "El botón de nácar" del excelente momento de la cinematografía chilena, que en esta 65ª edición de la Berlinale presenta dos filmes a competición, el segundo de los cuales, "El club", de Pablo Larraín, se proyectará mañana.
Malick, Oso de Oro en la Berlinale 1999 con "The Thin Red Line" y Palma de Oro en Cannes en 2011 con "El árbol de la vida", decepcionó en cambio con su nueva incursión en el cine de cámara "basculante".
Su protagonista es un Bale que deambula entre fiestas junto a piscinas californianas de lujo o pequeñas orgías privadas, todo muy hollywoodiano, entre seres vacíos, más o menos ricos y famosos.
"Es un ser vacío como lo es todo su entorno", explicó el actor, tratando de suplir la ausencia de Malick que, haciendo honor a su reputación de escurridizo, no asistió a la presentación del filme.
En ese entorno de fiestas y gente de cine al sol californiano se verá a un Antonio Banderas haciendo el ganso, mientras Bale trata de hilar un discurso filosófico sobre el sentido de la vida, a modo del ángel de Wim Wenders del "Cielo sobre Berlín".
El resultado es un filme pretencioso y finalmente casi tan vacío como sus personajes, sean lindas chicas piscineras o la médica que trabaja entre mendigos y desahuciados que interpreta Cate Blanchett.
"Su filme es una oda a Los Ángeles", resumía a su lado Bale, quien admitió que Malick es un misterio también en el día a día de los rodajes, puesto que "nunca sabe uno exactamente qué le corresponderá hacer".
"Malik existe, sí. Nosotros incluso hemos tenido el privilegio de trabajar con él", trató de bromear Portman, ante la insistente pregunta de quién representaba al director con aura de fantasmal, en un festival donde su película se anunciaba como uno de los platos fuertes a concurso, para un domingo pletórico de cine. EFE
gc/cmm
(foto) (vídeo)
Guzmán, fiel a su estilo, presentó en el festival "El botón de nácar", un documental que sigue los pasos de "Nostalgia de la luz" y que arranca del desierto de Atacama, para desembocar en el inmenso archipiélago chileno que es el sur del país y la historia de masacres continuadas de la isla de Dawson.
"El hilo conductor es el agua, elemento fundamental tanto en el cosmos con la vida diaria humana, independientemente de que no todo lo que se hace con ella sea inmenso o hermoso y de las grandes tragedias que puede esconder", explicó el director, tras la proyección de su filme.
La mirada cósmica de Guzmán adopta un formato que recuerda a cualquier buen reportaje de "National Geographic", para transformarse en un relato sin concesiones de la historia de dos matanzas: la primera, el práctico exterminio de la población autóctona; y, después, los desaparecidos de la dictadura.
"Lamentablemente, 40 años después de la dictadura, el gobierno de mi país sigue sin haber abordado seriamente lo ocurrido", afirmó el director, quien recordó que uno solo de sus 14 filmes, "Nostalgia de la luz", ha sido proyectado en la televisión chilena. "Y de madrugada", añadió.
La voz de Guzmán es el hilo conductor de un viaje de gran belleza, del cosmos a la tierra, pero que encierra la secuencia de dos destrucciones e incide en uno de sus capítulos más negros de la historia reciente chilena, los presos políticos a los que el pinochetismo echó al mar.
Sin gestos desmedidos, de acuerdo al buen hacer de Guzmán, sino con las frases medidas al milímetro, para evitar cualquier redundancia, el documental recorre la brutalidad de los genocidios -"un tema universal", dijo- cuya monstruosidad no precisa retratos sobredimensionados, sino exactitud.
El título remite al botón de nácar que un día recibió un indígena de su descubridor, a cambio de vender su alma, y de otra pieza casi idéntica, hallada en el fondo del océano, que quedó incrustrada en uno de los raíles que el régimen ataba al cuerpo de sus víctimas antes de lanzarlos al mar.
Guzmán dejó constancia con "El botón de nácar" del excelente momento de la cinematografía chilena, que en esta 65ª edición de la Berlinale presenta dos filmes a competición, el segundo de los cuales, "El club", de Pablo Larraín, se proyectará mañana.
Malick, Oso de Oro en la Berlinale 1999 con "The Thin Red Line" y Palma de Oro en Cannes en 2011 con "El árbol de la vida", decepcionó en cambio con su nueva incursión en el cine de cámara "basculante".
Su protagonista es un Bale que deambula entre fiestas junto a piscinas californianas de lujo o pequeñas orgías privadas, todo muy hollywoodiano, entre seres vacíos, más o menos ricos y famosos.
"Es un ser vacío como lo es todo su entorno", explicó el actor, tratando de suplir la ausencia de Malick que, haciendo honor a su reputación de escurridizo, no asistió a la presentación del filme.
En ese entorno de fiestas y gente de cine al sol californiano se verá a un Antonio Banderas haciendo el ganso, mientras Bale trata de hilar un discurso filosófico sobre el sentido de la vida, a modo del ángel de Wim Wenders del "Cielo sobre Berlín".
El resultado es un filme pretencioso y finalmente casi tan vacío como sus personajes, sean lindas chicas piscineras o la médica que trabaja entre mendigos y desahuciados que interpreta Cate Blanchett.
"Su filme es una oda a Los Ángeles", resumía a su lado Bale, quien admitió que Malick es un misterio también en el día a día de los rodajes, puesto que "nunca sabe uno exactamente qué le corresponderá hacer".
"Malik existe, sí. Nosotros incluso hemos tenido el privilegio de trabajar con él", trató de bromear Portman, ante la insistente pregunta de quién representaba al director con aura de fantasmal, en un festival donde su película se anunciaba como uno de los platos fuertes a concurso, para un domingo pletórico de cine. EFE
gc/cmm
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Guzmán: "el genocidio es algo universal, pero Chile no hizo sus deberes"
Gemma Casadevall
Berlín, 8 feb (EFE).- El cineasta chileno Patricio Guzmán presentó hoy en la Berlinale su documental "El botón de nácar", un filme que enlaza el exterminio sobre la población indígena con las matanzas de la dictadura, como dos formas de genocidio frente a los que su país "sigue sin haber hecho sus deberes".
"Lo que cuento de Chile sirve para otros países, para Alemania, para España, para parte de África, para Oriente Medio. Cuando uno habla de genocidio habla de muchos países. Desgraciadamente es un tema universal", explicó a Efe el cineasta, tras la proyección del filme, uno de los diecinueve aspirantes al Oso de Oro de esta Berlinale.
Países como Alemania han desarrollado una "cultura de la memoria", tras la monstruosidad del Holocausto, mientras que en Chile eso sigue siendo una asignatura pendiente, a juicio del cineasta, autor de filmes como "La batalla de Chile" (1975), "El caso Pinochet" (2001) y "Nostalgia de la luz" (2010).
"En Chile no hay libertad de prensa y tampoco hay libertad de imagen. El Estado subvenciona ciertos documentales, que luego no se pasan por televisión. Es un contrasentido, en un país donde aún no se investigaron los crímenes de la dictadura. Han pasado cuarenta años, pero hay un temor de hablar detalladamente de qué ocurrió", asegura.
Para el director, ni el gobierno ni otros estamentos implicados -como el militar- han colaborado en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet y los avances para el reconocimiento de los derechos de las víctimas han venido "de las familias de desaparecidos o de jueces buenos, como Juan Guzmán".
"Eso es muy malo, porque llevamos 40 años hablando de la dictadura, en lugar de superarla", prosigue, para recordar que en Chile sigue vigente la "Constitución de Pinochet" y que pese a ser un país identificado con el progreso económico, es también el de las mayores desigualdades sociales de América Latina.
De las catorce películas que forman su biografía, en su mayoría centradas en la historia reciente chilena, solo una - "Memoria de la Luz "- ha sido emitida en la televisión de su país, como ejemplo del poco interés por investigar lo ocurrido, según el realizador.
"El botón de nácar" vuelve sobre los pasos de este documental y arranca del observatorio emplazado en el desierto de Atacama, para viajar hacia la Patagonia, y llegar a la Isla de Dawson, "un cementerio en el mar", tanto por su papel en el destino de los indígenas como de los desaparecidos del pinochetismo.
Así se recluyó "en condiciones inhumanas" a lo que quedaba de una población indígena a la que casi se extinguió por procedimientos como "la caza humana". También junto a la isla se realizaron los lanzamientos al océano de los cuerpos de perseguidos a los que Pinochet hizo "desaparecer".
"El agua es el leit motiv de esta película. Hay agua en el sistema solar, hay agua en el cosmos y en la Tierra. Es la principal fuente de vida. Otra cosa es lo que los humanos hacen con el agua", apuntó, en alusión a esas víctimas a las que se lanzaba desde helicópteros, atadas a raíles de hierro, como describe su filme.
El nuevo documental de Guzmán "es una continuación de lo que empezó con 'Nostalgia', el retrato de unos destinos que se quiso exterminar, sean los indígenas o los presos políticos".
Para el cineasta, el golpe de Estado contra Salvador Allende fue "algo así como el incendio de mi casa", con todos los objetos y recuerdos que le acompañaron. Esa imagen del incendio "nunca desapareció, quedé atrapado en él", como "si no hubiera pasado hace cuarenta años, sino hace unas semanas".
Las cifras oficiales hablan de unos 40.000 torturados bajo la dictadura pinochetista - el mismo Guzmán estuvo detenido durante dos semanas sometido a situaciones "de gran humillación", incluida la total incomunicación -.
El cineasta recuerda ahí que, según estimaciones del citado "juez bueno" con el que comparte apellido, pero no parentesca, la cifra de afectados debe multiplicarse por al menos cinco, por cada uno de los familiares que asimismo sufrieron las consecuencias de esas detenciones o desapariciones.
"Lo peor es que no habíamos hecho nada, no teníamos armas. Era una revolución pacífica, simplemente vinieron y se nos llevaron de casa", recuerda.
"El botón de nácar" había sido incluido en la competición de la Berlinale como uno de sus platos fuertes, exponente de la fortaleza del cine chileno del momento, del que mañana se espera un segundo aspirante a Oso, Pablo Larraín, con "El Club". EFE
gc/jgb/rfg
sábado, 7 de febrero de 2015
Jayro y Victoria
Guatemala y la mirada española en la noche alemana refrescan la Berlinale
Gemma Casadevall
Berlín, 7 feb (EFE).- El debut de Guatemala en la Berlinale, con un drama indígena sobre infancias robadas, así como la mirada de la española Laia Costa sobre la noche alemana, aportaron hoy aire fresco a la Berlinale, en una jornada donde el teórico plato fuerte era Léa Seydoux, como camarera francesa asediada por el patrono.
"Ixcanul", un filme rodado entre cafetales volcánicos por Jayro Bustamante, conmovió al festival europeo, cuyo eje temático este año es el cine de corte indígena no colonizable, con una historia que arranca de un matrimonio concertado e incide en el aislamiento recíproco entre las sociedades maya e hispana.
"Victoria", dirigida por el alemán Sebastian Schipper, es una incursión en un nuevo lenguaje cinematográfico, con una película montada que adopta el formato de secuencia única y sigue los pasos de una madrileña, desde la salida de la discoteca berlinesa y hasta la mañana del día siguiente.
Para los menos amantes de la innovación, la jornada a competición contaba con "Journal d'une femme de chambre", con la deliciosa y maligna camarera Seydoux dirigida por Benoit Jacquot y con Vincent Lindon ejerciendo de jardinero parco en palabras, pero cómplice.
El equilibrio entre nuevos talentos y la solidez de los maestros estaba garantizado y, de paso, se compensó la decepción del día anterior por "Queen of the Desert", el filme de Werner Herzog que sorprendió, por flojo, a quienes esperaban con ansia el regreso del veterano director alemán a la Berlinale.
A "Victoria" le falta guión y sobran minutos -140 en total-, pero lo compensa la vitalidad de la muchacha que interpreta Costa y el buen ritmo de un filme rodado casi sin aliento, en unas pocas manzanas entre el multiétnico barrio de Kreuzberg y el turístico Mitte berlinés.
Todo gira alrededor de Victoria, la inmigrante con ganas de no volverse sola a casa que se deja arrastrar a planes turbulentos de un grupo de muchachos sin grandes dotes para el delito, pero con cuentas pendientes de resolver.
No hay más historia que el discurrir de los acontecimientos, casi en tiempo real, con una Laia Costa que, de recién incorporada, pasa a asumir liderazgos por alguna especie de talento natural y a lo largo de sus horas tras las cuales nada seguirá igual.
"Ixcanul" es otro tipo de exploración en talentos naturales, los de María Mercedes Coroy y María Telón, hija y madre en el filme, dando fuerza a unos personajes desde el silencio y tristeza de sus miradas de mujeres kaqchiquel, que no hablan otra lengua que la indígena.
El mundo indígena de Bustamante es, a la vez, tierno y rudo, donde se emborracha a los cerdos con aguardiente para que copulen más y mejor y donde se "vende" a la hija para poder seguir labrando la tierra que no es suya, pero a la que también se mima y arropa, llegado el peor momento.
Es un entorno de prácticas ancestrales, donde finalmente la salvajada no procede del entorno casi primitivo del indígena, sino del llamado mundo civilizado, sea por parte de quienes proceden de este o de quienes se incorporaron a él.
La inclusión de "Ixanul" a competición tenía rango de doble debut -el de Guatemala a competición y el de Bustamente, con su primer largometraje- y, en ambos casos, fue un estreno más que exitoso, en una Berlinale que dedica una especie de minifestival paralelo, el ciclo Native, al cine indígena procedente de América Latina.
"Es un honor para mí estar aquí. Pero lo sería también si Guatemala estuviera todos los años en competición", bromeaba el joven realizador, acompañado de sus dos intérpretes femeninas, ambas por primera vez fuera de su país y algo azoradas ante el estreno, en la gala nocturna, de su película.
"Victoria" dejó, por su parte, a la Berlinale bajo el impacto y la vitalidad impregnados en los ojos de Laia Costa, mientras que a su director se le agradeció el coraje innovador, como contrapunto a las fórmulas desgastadas que el día anterior representó Herzog.
Habría sido una jornada redonda para una Berlinale que trata de satisfacer todos los componentes que se consideran inherentes a un festival -búsqueda de nuevos lenguajes y cinematografías, combinado con maestría, más espectáculo- si no hubiera faltado la que se anunciaba como presencia estelar del día, Seydoux.
La actriz que da cuerpo a la seductora camarera del XIX francés, acosada por sus patronos masculinos -sean viejos verdes o adolescentes enfermizos- y tiranizada por despóticas señoras, canceló su presencia por estar inmersa en otro rodaje de "Spectre", donde pone su sexy al servicio de James Bond. EFE
gc/cmm
(foto) (vídeo)
Bustamante y el honor de colocar a Guatemala en el "mapa de la Berlinale"
Gemma Casadevall
Berlín, 7 feb (EFE).- El director guatemalteco Jayro Bustamante presentó hoy ante la Berlinale "Ixcanul. Volcán", el primer filme de su país a competición en los 65 años de historia del festival, algo que el cineasta asume como un honor y como un compromiso hacia el cine indígena, uno de los ejes temáticos de la presente edición.
"No sé qué querrá decir exactamente cine de corte indígena, como lo llaman aquí. Pero si la denominación ayuda a mi película y al cine guatemalteco, bienvenida sea", apunta Bustamante, en entrevista a Efe, tras el estreno de "Ixcanul", centrado en una muchacha kaqchiquel a quienes sus padres abocan a un matrimonio concertado.
La inclusión de la película -el primer largometraje de este director, nacido en 1977- entre los diecinueve filmes a concurso se produce en un año en que la Berlinale apuesta claramente por su ciclo "Native", dedicado íntegramente a América Latina.
"Coincidencia o no, con ello ponemos Guatemala en el mapa de la Berlinale. Claro que me alegraría igual estar aquí si cada año hubiera una película de mi país a competición. Pero ser el primero da una doble alegría", afirma el cineasta, cuyo filme se llevó una fuerte ovación en el pase ante los medios.
Rodada entre los cafetales de las laderas del volcán, Bustamante centra su historia en una muchacha - María Mercedes Coroy - y su madre - María Telón -, en una película que va de lo tierno a lo duro, puesto que se trata de reflejar "la poética y las asperezas de los núcleos indígenas".
Del matrimonio concertado se pasará a un embarazo que echa al traste los planes de los progenitores, mientras que, como trasfondo a la situación de las muchachas obligadas a casarse con hombres a quienes no quieren, aflorará otra tragedia: la de los bebés robados.
"Quería hacer una historia de seres humanos, que ocurre en una cultura determinada y para lo que tenían que mostrar cómo es el mundo en que se mueven esos núcleos", explica el director.
Madre e hija emborrachan a los cerdos con aguardiente para que copulen más y mejor, del mismo modo que los acuerdos de boda se cierran entre abundante alcohol "para facilitar unas risas que no se sienten".
Esos padres que entregan a sus hijas "a cambio de que el futuro marido les asegure que podrán seguir trabajando la tierra que no les pertenece", no son desalmados, sino que se mueven entre unos códigos de conducta determinados.
Verdaderamente trágica es, para Bustamente, la práctica de los bebés robados, "una auténtica lacra en Centroamérica", fruto de la corrupción y una falta de escrúpulos.
Al desamparo en que se mueven estos núcleos se suma la absoluta indefensión del indígena ante los estamentos públicos del país, puesto que ni ellos hablan español ni, a la inversa, ahí va a atenderles nadie "que entienda su lengua".
"Hay una incomunicación recíproca, más allá del idioma. Incluso los que llegan a hablar español no saben manejarse ante esos estamentos, porque sus códigos son distintos", añadió.
Bustamante, cuya película es una coproducción guatemalteco-francesa, buscó a sus actrices por procedimientos algo atípicos: "un día puse el cartel de casting ahí donde queríamos rodar, pero no vino nadie. Al día siguiente puse otro con la frase 'se ofrece trabajo' y en horas tenía una fila de gente dispuesta".
A María Telón, la madre, la encontró "actuando en una obra de teatro de su pueblo" y la siguió, cuenta el director, a lo largo de la gira que hacía su compañía hasta convencerse de que encarnaba "la fuerza abrasadora" que precisaba para su filme.
A María Mercedes, la hija, la eligió por el procedimiento del casting más convencional "porque todo su cuerpo respiraba pudor, como yo quería, pero nunca bajaba los ojos, tenía una mirada genial".
El director acudió a la Berlinale junto a estas dos actrices que, a diferencia de él -formado entre Guatemala, Francia e Italia- nunca habían salido de su país.
Azoradas, ante los medios y también ante el estreno en el Berlinale Palast, ambas recordaban a más de uno otro filme que indagaba en lo indígena y que en 2009 se llevo el Oso de Oro: "La Teta asustada", de la peruana Claudia Llosa, en esta edición miembro del jurado que entregará sus premios el próximo día 14. EFE
gc/jgb
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