lunes, 9 de febrero de 2015

Prodigiosos Larraín, Guzmán y Bustamante

lunes, 9 de febrero de 2015


La iglesia, enredada en sus perversiones


"El Club" de los pecadores sube el listón en la Berlinale

Gemma Casadevall


Berlín, 9 feb (EFE).- El director chileno Pablo Larraín subió hoy el nivel de la Berlinale con "El Club", un filme sobre sacerdotes enredados en la pederastia y otros crímenes no atajados ni por la justicia católica ni por la civil, que anuló al resto de filmes a concurso en la jornada, incluido el del alemán Andreas Dresen. 
Un día después de que Patricio Guzmán escalara posiciones hacia el Oso de Oro con "El botón de nácar", Larraín dio la siguiente lección de buen cine procedente de Chile escarbando en las vergüenzas de la iglesia, en todos sus aspectos y niveles, y dejando que sea el humor negro el encargado de resolver lo peor. 
"En mi país, como en otras partes, la iglesia no rinde cuentas a la justicia civil. Lava sus atrocidades con el sacramento de la confesión. La pederastia o la complicidad con los torturadores quedan impunes y a lo sumo se recluye a sus culpables en tranquilos retiros", explicó el realizador, tras el estreno de su filme. 
"El Club", el segundo título chileno entre las 19 películas a competición de la 65 edición de la Berlinale, llegaba avalado por la buena recepción internacional a "Tony Manero" (2007) y, más especialmente, "No" (2015), el filme sobre la campaña por el referéndum contra Augusto Pinochet de 1988. 
Le acompañaron a Berlín dos de sus actores -Alfredo Castro, habitual en su filmografía, y Roberto Farías-. Uno interpreta a un miembro del "club" de sacerdotes que viven en uno de esos retiros junto al mar y el otro a una de las víctimas. 
Se establece una confrontación entre pervertidores y pervertido, bajo la mirada aviesa de una monja-carcelera y un intruso de la llamada nueva iglesia que teóricamente debe aplicar correctivos, pero de movimientos tan oscuros como el resto. 
Es una suerte de infierno poblado de sacerdotes, hostiles ante todo y también entre sí, en un retiro tal vez tranquilo, donde lavar sus culpas de puertas para adentro, pero que en la práctica es un infierno, por definición, a perpetuidad y encima "in crescendo". 
Una constelación demoníaca, que Larraín resuelve con negrísima ironía y algo de denuncia, por mucho que él rehuya este término. 
"No es un alegato. No quiero denunciar verdades atroces o confrontar a la iglesia con sus pecados. Pero eso les tienen a ustedes, los medios, cuyas revelaciones es lo único que realmente teme y hace moverse al Vaticano", aseguró. 
El resultado es un filme que elevó el nivel de la Berlinale, tras el impacto positivo dejado ayer por Guzmán con su documental que va de los genocidios a los indígenas a los crímenes del pinochetismo. 
"El botón de nácar" se disparó tras su estreno a la segunda posición en las preferencias de la crítica internacional recogidas por "Screen", el diario que edita el festival, solo superada por la británica "45 Years". 
El reverso de la medalla fue "Als wir träumten", el tercer filme de Dresen a competición en una Berlinale, desde que en 2002 presentó a concurso "Halbe Treppre", que recibió un Oso de Plata. 
De nuevo, Dresen traza una película con rasgos de "Ostalgie" -nostalgia por el este de Alemania-, por supuesto sin saltarse las normas de lo políticamente correcto en su país y sin caer en el enaltecimiento de esa dictadura. 
La cinta va y viene de la infancia en la extinta Alemania comunista al Leipzig (este del país) a los caóticos y salvajes años de un grupo de adolescentes tras la reunificación del país. 
Son muchachos que rompen retrovisores, saltan sobre las carrocerías de los coches y rompen escaparates, entre excesos de alcohol casi diarios, pero en el fondo son buenos chicos, ya que los auténticos malos son los neonazis. 
Era la tercera -y última- película en la sección a competición por parte del cine anfitrión, tras "Victoria", de Sebastian Schipper, y "Queen of the Desert", de Werner Herzog. 
Hasta ahora, la única que ha triunfado es la de Schipper por su valeroso ejercicio exploratorio de nuevos lenguajes en una película de 140 minutos y una secuencia única, cuyo epicentro es la actriz española Laia Costa. 
Herzog decepcionó y a Dresen se le reprochó falta de orientación y abuso de escenas violentas -las palizas de los neonazis a los chicos, propias de un Quentin Tarantino-, como si quisiera dogmatizar hasta lo innecesario sobre qué muchachos son gamberretes simpáticos y cuáles elementos peligrosos. 
El tercer filme a competición hoy era la polaca "Body", de Malgorzata Szumowska, una comedia negra entre muchachas anoréxicas, muertos vivientes y una médium que debe poner en comunicación al mundo de los mortales con el de los inmortales. EFE 
gc/agf 
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Larraín y Guzmán y el "momento mágico" chileno en la Berlinale

Gemma Casadevall

Berlín, 9 feb (EFE).- Los directores Pablo Larraín y Patricio Guzmán plasmaron en la Berlinale el momento mágico que vive el cine de Chile, no solo por la presencia de dos películas chilenas a competición, sino porque además son firmes aspirantes al Oso de Oro.
Dos años después de que Sebastián Lelio pusiera fin a más de veinte años sin presencia chilena a concurso -con "Gloria", Oso de Plata a la mejor actriz para Paulina García-, la cinematografía de ese país fue recibida como superpotencia en Berlín a través de ambos cineastas.
El domingo se estrenó "El botón de nácar", el documental de Guzmán a la estela de "Nostalgia de la luz", que se disparó al segundo lugar en las preferencias de la crítica de la revista del festival, "Screen", tras la británica "45 Years".
Hoy le correspondió el turno a Larraín, con "El Club", un intenso filme sobre un grupo de sacerdotes retirados del ejercicio por pederastia u otras atrocidades, que fue recibido con fuertes aplausos tras el pase ante los medios.
Guzmán, un maestro del documental, incidió en un tema que "Chile aún no investigó como debería", según comentó en entrevista con Efe, como son los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet, que impide a su país "hacer las paces consigo mismo".
Larraín, tras el éxito internacional de "Tony Manero" y "No", se centró en lo que denomina la "impunidad de la Iglesia", que impide que la Justicia investigue los horrores cometidos en su seno y pretenda resolverlos "de puertas para adentro", con la confesión.
"Estamos en un momento mágico, emocionante. Los chilenos estamos muy orgullosos. No solo por tener dos películas a competición, que también, sino por la acogida recibida", comentó a Efe Constanza Arenas, directora de CinemaChile, agencia dedicada a la promoción de la industria audiovisual del país latinoamericano.
"Son dos películas muy distintas entre sí, de dos nombres de mucho peso para nuestro cine", añadió Arenas, quien recordó que, además de la presencia a competición, hay otras ocho producciones chilenas en distintas secciones de la Berlinale.
Latinoamérica es un plato fuerte en este festival, con cerca de 50 títulos en sus distintos apartados y cuatro títulos a competición: "Ixcanul", del guatemalteco Jayro Bustamante, y la coproducción mexicano-británica "Einsenstein in Guanajuato", de Peter Greenaway, además de las cintas de Larraín y Guzmán.
"Europa se ha dado cuenta de que en Chile y en Latinoamérica están pasando cosas muy buenas y nos están dando mucho espacio para mostrar al mundo lo que hacemos", prosiguió Arenas.
Se trata de una evolución positiva de la que ahora de ve "el pico", pero que se estaba "gestando desde hace años", afirmó.
El éxito de Lelio en 2013 permitió "desatascar" la situación de sequía en que se encontraba el cine chileno en la Berlinale, donde no había concursado ninguna película de ese país desde "La luna en el espejo", de Silvio Caiozzi (1990).
Especialmente destacable, para Arenas, es el ciclo de cine indígena "Native", una subsección del festival dedicada en esta 65 edición de la Berlinale íntegramente a Latinoamérica y donde se proyectó "Las niñas Quispe", dirigida por Sebastián Sepúlveda.
El auge del cine chileno y su proyección exterior contrasta con su déficit en cuando a su difusión en las salas de cine y televisión del país.
Guzmán mencionó, en este sentido, que de sus 14 filmes sólo "Nostalgia de la luz" fue emitido por la televisión chilena, cuestión que atribuye a una "falta de libertad de imagen".
Arenas admitió que el director tiene "algo de razón"; "En Chile tenemos un problema grave para la difusión de nuestras producciones. Las pantallas están tomadas por intereses privados. No hay ninguna pantalla, grande ni pequeña, que sea un espacio público".
Del momento mágico del cine chileno y de la Berlinale espera la directora de CinemaChile que contribuyan a romper esta "falta de conexión entre los creadores y la ciudadanía".
"Hoy por hoy, nuestro cine se ve mucho mejor fuera que adentro de nuestro país. No por su calidad, sino porque los espacios de difusión no están a disposición de los artistas", apuntó. EFE
gc/nl/agf

domingo, 8 de febrero de 2015


Llegó San Patricio


Guzmán plasmó en la Berlinale los genocidios, colonial o pinochista

Gemma Casadevall

Berlín, 8 feb (EFE).- El director chileno Patricio Guzmán impactó hoy en la Berlinale con su cine denuncia, del genocidio colonial al pinochetista, compartiendo jornada con un Terrence Malick que decepcionó con "Knight of Cups", un filme que en ausencia del cineasta defendieron sus actores, Christian Bale y Natalie Portman.
Guzmán, fiel a su estilo, presentó en el festival "El botón de nácar", un documental que sigue los pasos de "Nostalgia de la luz" y que arranca del desierto de Atacama, para desembocar en el inmenso archipiélago chileno que es el sur del país y la historia de masacres continuadas de la isla de Dawson.
"El hilo conductor es el agua, elemento fundamental tanto en el cosmos con la vida diaria humana, independientemente de que no todo lo que se hace con ella sea inmenso o hermoso y de las grandes tragedias que puede esconder", explicó el director, tras la proyección de su filme.
La mirada cósmica de Guzmán adopta un formato que recuerda a cualquier buen reportaje de "National Geographic", para transformarse en un relato sin concesiones de la historia de dos matanzas: la primera, el práctico exterminio de la población autóctona; y, después, los desaparecidos de la dictadura.
"Lamentablemente, 40 años después de la dictadura, el gobierno de mi país sigue sin haber abordado seriamente lo ocurrido", afirmó el director, quien recordó que uno solo de sus 14 filmes, "Nostalgia de la luz", ha sido proyectado en la televisión chilena. "Y de madrugada", añadió.
La voz de Guzmán es el hilo conductor de un viaje de gran belleza, del cosmos a la tierra, pero que encierra la secuencia de dos destrucciones e incide en uno de sus capítulos más negros de la historia reciente chilena, los presos políticos a los que el pinochetismo echó al mar.
Sin gestos desmedidos, de acuerdo al buen hacer de Guzmán, sino con las frases medidas al milímetro, para evitar cualquier redundancia, el documental recorre la brutalidad de los genocidios -"un tema universal", dijo- cuya monstruosidad no precisa retratos sobredimensionados, sino exactitud.
El título remite al botón de nácar que un día recibió un indígena de su descubridor, a cambio de vender su alma, y de otra pieza casi idéntica, hallada en el fondo del océano, que quedó incrustrada en uno de los raíles que el régimen ataba al cuerpo de sus víctimas antes de lanzarlos al mar.
Guzmán dejó constancia con "El botón de nácar" del excelente momento de la cinematografía chilena, que en esta 65ª edición de la Berlinale presenta dos filmes a competición, el segundo de los cuales, "El club", de Pablo Larraín, se proyectará mañana.
Malick, Oso de Oro en la Berlinale 1999 con "The Thin Red Line" y Palma de Oro en Cannes en 2011 con "El árbol de la vida", decepcionó en cambio con su nueva incursión en el cine de cámara "basculante".
Su protagonista es un Bale que deambula entre fiestas junto a piscinas californianas de lujo o pequeñas orgías privadas, todo muy hollywoodiano, entre seres vacíos, más o menos ricos y famosos.
"Es un ser vacío como lo es todo su entorno", explicó el actor, tratando de suplir la ausencia de Malick que, haciendo honor a su reputación de escurridizo, no asistió a la presentación del filme.
En ese entorno de fiestas y gente de cine al sol californiano se verá a un Antonio Banderas haciendo el ganso, mientras Bale trata de hilar un discurso filosófico sobre el sentido de la vida, a modo del ángel de Wim Wenders del "Cielo sobre Berlín".
El resultado es un filme pretencioso y finalmente casi tan vacío como sus personajes, sean lindas chicas piscineras o la médica que trabaja entre mendigos y desahuciados que interpreta Cate Blanchett.
"Su filme es una oda a Los Ángeles", resumía a su lado Bale, quien admitió que Malick es un misterio también en el día a día de los rodajes, puesto que "nunca sabe uno exactamente qué le corresponderá hacer".
"Malik existe, sí. Nosotros incluso hemos tenido el privilegio de trabajar con él", trató de bromear Portman, ante la insistente pregunta de quién representaba al director con aura de fantasmal, en un festival donde su película se anunciaba como uno de los platos fuertes a concurso, para un domingo pletórico de cine. EFE
gc/cmm
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Guzmán: "el genocidio es algo universal, pero Chile no hizo sus deberes"

Gemma Casadevall

Berlín, 8 feb (EFE).- El cineasta chileno Patricio Guzmán presentó hoy en la Berlinale su documental "El botón de nácar", un filme que enlaza el exterminio sobre la población indígena con las matanzas de la dictadura, como dos formas de genocidio frente a los que su país "sigue sin haber hecho sus deberes". 

"Lo que cuento de Chile sirve para otros países, para Alemania, para España, para parte de África, para Oriente Medio. Cuando uno habla de genocidio habla de muchos países. Desgraciadamente es un tema universal", explicó a Efe el cineasta, tras la proyección del filme, uno de los diecinueve aspirantes al Oso de Oro de esta Berlinale. 
Países como Alemania han desarrollado una "cultura de la memoria", tras la monstruosidad del Holocausto, mientras que en Chile eso sigue siendo una asignatura pendiente, a juicio del cineasta, autor de filmes como "La batalla de Chile" (1975), "El caso Pinochet" (2001) y "Nostalgia de la luz" (2010). 
"En Chile no hay libertad de prensa y tampoco hay libertad de imagen. El Estado subvenciona ciertos documentales, que luego no se pasan por televisión. Es un contrasentido, en un país donde aún no se investigaron los crímenes de la dictadura. Han pasado cuarenta años, pero hay un temor de hablar detalladamente de qué ocurrió", asegura. 
Para el director, ni el gobierno ni otros estamentos implicados -como el militar- han colaborado en el esclarecimiento de los crímenes de la dictadura de Augusto Pinochet y los avances para el reconocimiento de los derechos de las víctimas han venido "de las familias de desaparecidos o de jueces buenos, como Juan Guzmán". 
"Eso es muy malo, porque llevamos 40 años hablando de la dictadura, en lugar de superarla", prosigue, para recordar que en Chile sigue vigente la "Constitución de Pinochet" y que pese a ser un país identificado con el progreso económico, es también el de las mayores desigualdades sociales de América Latina. 
De las catorce películas que forman su biografía, en su mayoría centradas en la historia reciente chilena, solo una - "Memoria de la Luz "- ha sido emitida en la televisión de su país, como ejemplo del poco interés por investigar lo ocurrido, según el realizador. 
"El botón de nácar" vuelve sobre los pasos de este documental y arranca del observatorio emplazado en el desierto de Atacama, para viajar hacia la Patagonia, y llegar a la Isla de Dawson, "un cementerio en el mar", tanto por su papel en el destino de los indígenas como de los desaparecidos del pinochetismo. 
Así se recluyó "en condiciones inhumanas" a lo que quedaba de una población indígena a la que casi se extinguió por procedimientos como "la caza humana". También junto a la isla se realizaron los lanzamientos al océano de los cuerpos de perseguidos a los que Pinochet hizo "desaparecer". 
"El agua es el leit motiv de esta película. Hay agua en el sistema solar, hay agua en el cosmos y en la Tierra. Es la principal fuente de vida. Otra cosa es lo que los humanos hacen con el agua", apuntó, en alusión a esas víctimas a las que se lanzaba desde helicópteros, atadas a raíles de hierro, como describe su filme. 
El nuevo documental de Guzmán "es una continuación de lo que empezó con 'Nostalgia', el retrato de unos destinos que se quiso exterminar, sean los indígenas o los presos políticos". 
Para el cineasta, el golpe de Estado contra Salvador Allende fue "algo así como el incendio de mi casa", con todos los objetos y recuerdos que le acompañaron. Esa imagen del incendio "nunca desapareció, quedé atrapado en él", como "si no hubiera pasado hace cuarenta años, sino hace unas semanas". 
Las cifras oficiales hablan de unos 40.000 torturados bajo la dictadura pinochetista - el mismo Guzmán estuvo detenido durante dos semanas sometido a situaciones "de gran humillación", incluida la total incomunicación -. 
El cineasta recuerda ahí que, según estimaciones del citado "juez bueno" con el que comparte apellido, pero no parentesca, la cifra de afectados debe multiplicarse por al menos cinco, por cada uno de los familiares que asimismo sufrieron las consecuencias de esas detenciones o desapariciones. 
"Lo peor es que no habíamos hecho nada, no teníamos armas. Era una revolución pacífica, simplemente vinieron y se nos llevaron de casa", recuerda. 
"El botón de nácar" había sido incluido en la competición de la Berlinale como uno de sus platos fuertes, exponente de la fortaleza del cine chileno del momento, del que mañana se espera un segundo aspirante a Oso, Pablo Larraín, con "El Club". EFE 
gc/jgb/rfg

sábado, 7 de febrero de 2015


Jayro y Victoria


Guatemala y la mirada española en la noche alemana refrescan la Berlinale

Gemma Casadevall



Berlín, 7 feb (EFE).- El debut de Guatemala en la Berlinale, con un drama indígena sobre infancias robadas, así como la mirada de la española Laia Costa sobre la noche alemana, aportaron hoy aire fresco a la Berlinale, en una jornada donde el teórico plato fuerte era Léa Seydoux, como camarera francesa asediada por el patrono. 
"Ixcanul", un filme rodado entre cafetales volcánicos por Jayro Bustamante, conmovió al festival europeo, cuyo eje temático este año es el cine de corte indígena no colonizable, con una historia que arranca de un matrimonio concertado e incide en el aislamiento recíproco entre las sociedades maya e hispana. 
"Victoria", dirigida por el alemán Sebastian Schipper, es una incursión en un nuevo lenguaje cinematográfico, con una película montada que adopta el formato de secuencia única y sigue los pasos de una madrileña, desde la salida de la discoteca berlinesa y hasta la mañana del día siguiente. 
Para los menos amantes de la innovación, la jornada a competición contaba con "Journal d'une femme de chambre", con la deliciosa y maligna camarera Seydoux dirigida por Benoit Jacquot y con Vincent Lindon ejerciendo de jardinero parco en palabras, pero cómplice. 
El equilibrio entre nuevos talentos y la solidez de los maestros estaba garantizado y, de paso, se compensó la decepción del día anterior por "Queen of the Desert", el filme de Werner Herzog que sorprendió, por flojo, a quienes esperaban con ansia el regreso del veterano director alemán a la Berlinale. 
A "Victoria" le falta guión y sobran minutos -140 en total-, pero lo compensa la vitalidad de la muchacha que interpreta Costa y el buen ritmo de un filme rodado casi sin aliento, en unas pocas manzanas entre el multiétnico barrio de Kreuzberg y el turístico Mitte berlinés. 
Todo gira alrededor de Victoria, la inmigrante con ganas de no volverse sola a casa que se deja arrastrar a planes turbulentos de un grupo de muchachos sin grandes dotes para el delito, pero con cuentas pendientes de resolver. 
No hay más historia que el discurrir de los acontecimientos, casi en tiempo real, con una Laia Costa que, de recién incorporada, pasa a asumir liderazgos por alguna especie de talento natural y a lo largo de sus horas tras las cuales nada seguirá igual. 
"Ixcanul" es otro tipo de exploración en talentos naturales, los de María Mercedes Coroy y María Telón, hija y madre en el filme, dando fuerza a unos personajes desde el silencio y tristeza de sus miradas de mujeres kaqchiquel, que no hablan otra lengua que la indígena. 
El mundo indígena de Bustamante es, a la vez, tierno y rudo, donde se emborracha a los cerdos con aguardiente para que copulen más y mejor y donde se "vende" a la hija para poder seguir labrando la tierra que no es suya, pero a la que también se mima y arropa, llegado el peor momento. 
Es un entorno de prácticas ancestrales, donde finalmente la salvajada no procede del entorno casi primitivo del indígena, sino del llamado mundo civilizado, sea por parte de quienes proceden de este o de quienes se incorporaron a él. 
La inclusión de "Ixanul" a competición tenía rango de doble debut -el de Guatemala a competición y el de Bustamente, con su primer largometraje- y, en ambos casos, fue un estreno más que exitoso, en una Berlinale que dedica una especie de minifestival paralelo, el ciclo Native, al cine indígena procedente de América Latina. 
"Es un honor para mí estar aquí. Pero lo sería también si Guatemala estuviera todos los años en competición", bromeaba el joven realizador, acompañado de sus dos intérpretes femeninas, ambas por primera vez fuera de su país y algo azoradas ante el estreno, en la gala nocturna, de su película. 
"Victoria" dejó, por su parte, a la Berlinale bajo el impacto y la vitalidad impregnados en los ojos de Laia Costa, mientras que a su director se le agradeció el coraje innovador, como contrapunto a las fórmulas desgastadas que el día anterior representó Herzog. 
Habría sido una jornada redonda para una Berlinale que trata de satisfacer todos los componentes que se consideran inherentes a un festival -búsqueda de nuevos lenguajes y cinematografías, combinado con maestría, más espectáculo- si no hubiera faltado la que se anunciaba como presencia estelar del día, Seydoux. 
La actriz que da cuerpo a la seductora camarera del XIX francés, acosada por sus patronos masculinos -sean viejos verdes o adolescentes enfermizos- y tiranizada por despóticas señoras, canceló su presencia por estar inmersa en otro rodaje de "Spectre", donde pone su sexy al servicio de James Bond. EFE 
gc/cmm 
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Bustamante y el honor de colocar a Guatemala en el "mapa de la Berlinale"

Gemma Casadevall



Berlín, 7 feb (EFE).- El director guatemalteco Jayro Bustamante presentó hoy ante la Berlinale "Ixcanul. Volcán", el primer filme de su país a competición en los 65 años de historia del festival, algo que el cineasta asume como un honor y como un compromiso hacia el cine indígena, uno de los ejes temáticos de la presente edición. 

"No sé qué querrá decir exactamente cine de corte indígena, como lo llaman aquí. Pero si la denominación ayuda a mi película y al cine guatemalteco, bienvenida sea", apunta Bustamante, en entrevista a Efe, tras el estreno de "Ixcanul", centrado en una muchacha kaqchiquel a quienes sus padres abocan a un matrimonio concertado. 
La inclusión de la película -el primer largometraje de este director, nacido en 1977- entre los diecinueve filmes a concurso se produce en un año en que la Berlinale apuesta claramente por su ciclo "Native", dedicado íntegramente a América Latina. 
"Coincidencia o no, con ello ponemos Guatemala en el mapa de la Berlinale. Claro que me alegraría igual estar aquí si cada año hubiera una película de mi país a competición. Pero ser el primero da una doble alegría", afirma el cineasta, cuyo filme se llevó una fuerte ovación en el pase ante los medios. 
Rodada entre los cafetales de las laderas del volcán, Bustamante centra su historia en una muchacha - María Mercedes Coroy - y su madre - María Telón -, en una película que va de lo tierno a lo duro, puesto que se trata de reflejar "la poética y las asperezas de los núcleos indígenas". 
Del matrimonio concertado se pasará a un embarazo que echa al traste los planes de los progenitores, mientras que, como trasfondo a la situación de las muchachas obligadas a casarse con hombres a quienes no quieren, aflorará otra tragedia: la de los bebés robados. 
"Quería hacer una historia de seres humanos, que ocurre en una cultura determinada y para lo que tenían que mostrar cómo es el mundo en que se mueven esos núcleos", explica el director. 
Madre e hija emborrachan a los cerdos con aguardiente para que copulen más y mejor, del mismo modo que los acuerdos de boda se cierran entre abundante alcohol "para facilitar unas risas que no se sienten". 
Esos padres que entregan a sus hijas "a cambio de que el futuro marido les asegure que podrán seguir trabajando la tierra que no les pertenece", no son desalmados, sino que se mueven entre unos códigos de conducta determinados. 
Verdaderamente trágica es, para Bustamente, la práctica de los bebés robados, "una auténtica lacra en Centroamérica", fruto de la corrupción y una falta de escrúpulos. 
Al desamparo en que se mueven estos núcleos se suma la absoluta indefensión del indígena ante los estamentos públicos del país, puesto que ni ellos hablan español ni, a la inversa, ahí va a atenderles nadie "que entienda su lengua". 
"Hay una incomunicación recíproca, más allá del idioma. Incluso los que llegan a hablar español no saben manejarse ante esos estamentos, porque sus códigos son distintos", añadió. 
Bustamante, cuya película es una coproducción guatemalteco-francesa, buscó a sus actrices por procedimientos algo atípicos: "un día puse el cartel de casting ahí donde queríamos rodar, pero no vino nadie. Al día siguiente puse otro con la frase 'se ofrece trabajo' y en horas tenía una fila de gente dispuesta". 
A María Telón, la madre, la encontró "actuando en una obra de teatro de su pueblo" y la siguió, cuenta el director, a lo largo de la gira que hacía su compañía hasta convencerse de que encarnaba "la fuerza abrasadora" que precisaba para su filme. 
A María Mercedes, la hija, la eligió por el procedimiento del casting más convencional "porque todo su cuerpo respiraba pudor, como yo quería, pero nunca bajaba los ojos, tenía una mirada genial". 
El director acudió a la Berlinale junto a estas dos actrices que, a diferencia de él -formado entre Guatemala, Francia e Italia- nunca habían salido de su país. 
Azoradas, ante los medios y también ante el estreno en el Berlinale Palast, ambas recordaban a más de uno otro filme que indagaba en lo indígena y que en 2009 se llevo el Oso de Oro: "La Teta asustada", de la peruana Claudia Llosa, en esta edición miembro del jurado que entregará sus premios el próximo día 14. EFE 
gc/jgb 

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