La Berlinale escarba en el alma del sencillo obrero que quiso matar a Hitler
Gemma Casadevall
Berlín, 12 feb (EFE).- La Berlinale entró hoy en la recta final con la historia de Georg Elser, el sencillo obrero de pueblo que trató de asesinar a Adolf Hitler, meses después del arranque de la II Guerra Mundial y exponente del resistente en solitario contra la monstruosidad del régimen nazi.
"Elser. 13 Minuten", dirigida por Oliver Hirschbiegel, era el plato fuerte de la jornada, que se exhibía fuera de competición pero en la sección oficial, mientras que la única concursante del día fue la italiana "Vergine Giurata", de la neófita Laura Bisputi.
"Fue un visionario o un héroe. Un joven que podría haberse dedicado a disfrutar de su éxito con las mujeres, pero que tuvo los huevos de jugársela", explicó el director, quien vuelve así sobre el nazismo, diez años después de recrear los últimos días de Hitler en su búnker, en "Der Untergang" -"El Hundimiento"-,
Christian Friedel interpreta el papel de ese joven de pueblo, músico, amante de una mujer casada, aprendiz de relojero y obrero de una planta metalúrgica donde acaban como esclavos del nazismo algunos de sus buenos amigos, militantes comunistas.
Los 13 minutos del título son les que le faltaron para lograr su objetivo: que la bomba de relojería colocada bajo la tribuna donde iba a hablar Hitler, el 8 de noviembre de 1939, en una cervecería de Múnich, estallase justo cuando el Führer pronunciaba su discurso.
El destino quiso que el dictador avanzase su retirada y que en su lugar murieron varias personas -algunos, empleados de la cervecería-, mientras que Elser fue detenido y torturado, en busca de una confesión completa sobre quienes estaban detrás del atentado.
"Es un personaje algo desconocido, en comparación de los iconos de la resistencia contra Hitler", indicó el director.
Su película alude, a través del investigador del Tercer Reich encargado del caso, Arthur Nebe, a la conspiración del oficiales nazis en torno a Claus Schenk zu Stauffenberg, que años después, en julio de 1944, fallaron también en el intento de matar a Hitler.
Nebe creyó en la versión del joven, quien sostenía no tener cómplices ni militar en el Partido Comunista, por mucho que la Gestapo estaba empeñada en que "confesara" lo contrario.
Hirschbiegel traza un vínculo entre el fallido magnicidio en solitario del joven del sur de Alemania y la conjura de aristócratas y oficiales, a través la figura de Nebe, ejecutado tras el fracaso del atentado liderado por Stauffenberg.
Elser pasó años en el campo de concentración Sachsenhausen y murió ejecutado en el de Dachau en abril de 1945, pocas semanas antes de la capitulación del Tercer Reich.
Su figura quedó a la sombra de la conjura de la elite militar de Stauffenberg o la resistencia pacífica de los hermanos Sophie y Hans Scholl -inspiradores de la película "Sophie Scholl. Die letzten Tage", de Marc Rothemund, estrenada en la Berlinale de 2005.
Hace apenas tres años se inauguró un monumento a Elser, en forma de silueta de acero del rostro del joven, de 17 metros de altura, precisamente instalada a pocas manzanas de la sede de la Berlinale.
Fue reconocimiento "algo tardío", para alguien que pudo haber cambiado el rumbo de la historia y que es un "ejemplo de coraje cívico", en palabras de Hirschbiegel, frente a la gran mayoría que aparentó no ver cómo la Gestapo se llevaba a rastras de sus casas a judíos o enemigos del régimen nazi.
La película aportó la dosis de incursión en la historia, grande o pequeña, del nazismo, obligada en toda Berlinale.
La sección a competición se limitó a "Vergine Giurata", dirigido por la debutante Bispuri entre Italia y Albania y alrededor de una tradicional ancestral del ámbito rural albano, según la cual ciertas jóvenes renuncian a su feminidad y juran mantenerse vírgenes, tras lo cual pasan a comportarse y vestirse como hombres.
Ese será el caso de Hana -o Mark, tras su juramento- que de las montañas albanas desciende a Italia, para empezar ahí un proceso de liberación del juramento que en realidad la condenó a comportarse como un ser asexual.
"Vergie Giurata" llegó al festival entre recomendaciones entusiastas del director de la Berlinale, Dieter Kosslick. Su formato de cine de bajo presupuesto, de una directora debutante y sobre unos personajes femeninos fuertes le da cierta áurea de "premiable", a lo que se une la muy buena interpretación de su protagonista, Alba Rohrvacher. EFE
gc
(foto)
miércoles, 11 de febrero de 2015
El viejo Peter
Greenaway divierte con su explícito y homosexual Einsenstein mexicano
Gemma Casadevall
Berlín, 11 feb (EFE).- El británico Peter Greenaway entusiasmó hoy a la Berlinale con "Einsenstein in Guanajuato", un filme que retrata al maestro del cine ruso como un histriónico bebé grande, que se abre a la plenitud homosexual en México y deja inacabada una película cuando llevaba rodados 400 kilómetros de celuloide.
"Mi filme describe la transformación de Einsenstein. En su vida, y en su filmografía, hubo un antes y un después de México", explicó el cineasta, respecto a la algo tardía, pero rotunda, "salida del armario" del director de "El acorazado Potemkin" (1925) y "Octubre" (1928).
Vivir abiertamente la homosexualidad en tiempos de Stalin "no era lo más recomendable", ni siquiera para una gloria nacional, ironizó Greenaway, quien fue recibido con aplausos entusiastas por una co-producción británico-mexicana profusa en escenas al límite del sexo explícito.
"Sabía poco o casi nada de Eisenstein como persona. Peter me mostró su lado humano, su personalidad algo infantil", indicó el actor protagonista, Elmer Bäck, cuya creación del personaje remite ineludiblemente al "Amadeus" de Milos Forman.
El Einsenstein, excéntrico, decadente y virgen, que llega a México, en 1931, es un ser que le habla a su pene, goza exhibiéndolo y también dibujando genitales, pero que no salió del armario.
Había alcanzado la gloria cinematográfica, había sido aclamado en Hollywood y era recibido en México por unos caricaturescos Frida Kahlo y Diego Rivera, entre camorristas a lo Pancho Villa, tábanos, desarreglos intestinales al cuarto tequila y todo tipo de clichés.
Su revolución sexual coincidirá con el aniversario de la de octubre. Ya antes de romper ese tabú, se movía más como un niño mimado zarista que como un héroe del comunismo soviético.
Greenaway sostiene que "un filme tiene que entretener y a la vez aportar alguna lección". Su recreación del personaje deja de lado, como hizo el propio maestro ruso, el rodaje de la cinta que iba a llamarse "Qué viva México!" para centrarse en sus nuevas emociones.
Casi treinta años después de "El vientre del arquitecto", el director británico se presentó ante la Berlinale exhibiendo tanto vigor como su filme y dispuesto a hablar de todo tipo de pérdidas de virginidad, las vitales o las cinematográficas.
Fue un contrapunto necesario, en una jornada que había arrancado con un exponente de buen cine rumano, "Aferim", que poco espacio dejó para las alegrías.
Rodado en blanco negro, con una estética deliberadamente arcaica, la película de Radu Jude plasma con toda crudeza el racismo en el ambiente rural de su país, en 1835, en que los gitanos eran vendidos en plazas públicas como esclavos y tratados como animales, tanto si era dóciles como si infringían las reglas de sus dueños.
En pos de un esclavo prófugo se lanza un caza-recompensas y su hijo, en un entorno en que para referirse a un gitano se habla de "cuervos" y entre personajes que reniegan, por extensión, de judíos, checos, turcos o cualquier otro tipo de "extranjero".
El cine rumano lleva varias ediciones de la Berlinale saliendo del festival con premio -en 2013, con el Oso de Oro a "Child"-. "Aferim" fue una nueva incursión en las lacras instaladas en su sociedad, esta vez en un formato un tanto primitivo.
Completó la jornada a concurso la primera representante del cine asiático "Yi bu zhi yao" ("Gone with the Bullets", en su título en inglés). Se trata de la segunda película de Jiang Wen en torno a dos granujas con perfiles gansteriles, sus Bullets chinos.
Plagado de estridentes escenas que copian el género del musical hollywoodiense y entre episodios difíciles de ensamblar entre sí, la película china provocó la primera deserción en masa del público en este festival, que hoy llegó a su séptima jornada.
La atención de muchos en la Berlinale estaba a la hora del pase para los medios del filme chino en la previsible lucha que deberían librar horas después por no quedar fuera de la sala en el estreno internacional de "Cincuenta sombras de Grey", la versión cinematográfica del primer tomo de la trilogía erótica de E.L. James.
La expectación ante ese filme, que por supuesto se exhibe fuera de competición y en la sección Berlinale Special, era enorme.
La película, interpretada por Dakota Johnson y Jamie Dorman, llegará este jueves a las pantallas de cuarenta países bajo el áurea de sus escenas de tintes sadomasoquistas. EFE
gc/agf
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martes, 10 de febrero de 2015
Las malditas gafitas 3D
Wim Wenders desconcierta con un James Franco en 3D
Gemma Casadevall
Berlín, 10 feb (EFE).- El director alemán Wim Wenders desconcertó hoy en la Berlinale con "Every thing will be fine", interpretada por un James Franco minimalista y rodada en 3D por puro amor a esa técnica, mientras que la sección a concurso se limitó a mostrar la Rusia desmantelada de "Pod Electricheskimi Oblakami".
El filme de Wenders, incluido en la sección oficial pero fuera de competición, llevo por segunda vez a la 65 edición del festival a Franco, unos días después de presentar junto a Nicole Kidman el filme "Queen of the Desert", de Werner Herzog.
Con Wenders, Franco ya no es el galán acaramelado de la reina entre las dunas, sino un escritor que alcanza el éxito tras un accidente en que muere un niño, uno de los dos hijos de la mujer que interpreta Charlotte Gainsbourg.
Nada en la cinta parece justificar el uso del 3D, un formato que años atrás emocionó, pero que ahora se percibe más bien como una incomodidad salvo en películas de acción, fantasía o documentales, como los filmados por el mismo Herzog o la mágica "Pina" de Wenders, estrenada en la Berlinale en 2011.
"El 3D engrandece todo, también los sentimientos", afirmó Wenders, decidido a defender esa opción y ante las preguntas de los medios de por qué insistir en esa técnica que él mismo admitió que era idónea para "Pina", pero no para todo tipo de películas.
"Mi película muestra un proceso de recuperación psíquica tras un trauma desde varias perspectivas: la del causante del accidente, la de la madre, y el hermano que perdieron al ser querido", añadió el cineasta sobre la madeja de sentimientos que trató de reflejar.
Wenders, quien el jueves recibirá Oso de Oro de Honor del festival por toda su carrera, recorre el nudo de conflictos internos a través de un Franco al que sus sucesivas novias o esposas reprochan un "minimalismo sentimental", como lo definió el actor.
"Es un personaje con dificultades para las relaciones. Fue una gran experiencia para mí expresarlo en 3D", añadió Franco, a la pregunta de si se sintió intimidado en su interpretación por el uso de una técnica ante la que optó por la parquedad de movimientos.
Franco no había convencido en el filme de romanticismo trasnochado de Herzog y tampoco lo hizo en un formato 3D que ni siquiera le favorece desde el punto del atractivo físico. Al final, más de uno tiró con agrado las gafas del 3D al cubo de reciclaje dispuesto a la salida de la sala.
El actor era una de las presencias masculinas más esperadas en el festival, preparado además para satisfacer a sus fans por vía triple, ya que junto a los filmes mencionados exhibió "I am Michel", sobre un activista defensor de los derechos de los homosexuales.
Franco se llevó más aplausos sobre la alfombra roja que dentro de las salas, lo mismo que le ocurrió a Robert Pattinson, el otro guapo oficial de esta 65 edición de la Berlinale.
Pattinson acudió a Berlín con dos películas: la misma de Herzog, donde roza lo grotesco en el papel de Lawrence de Arabia, además de "Life", exhibida anoche en la sección Berlinale Special y donde interpreta el papel del fotógrafo de James Dean, Dennis Stock.
Los filmes a exhibición acapararon los flashes, mientras que la competición, reducida hoy a una cinta, fue más bien de trámite.
La película dirigida por el ruso Alexey German -"Under electric clouds", en su título inglés- presenta una muy hermosa puesta en escena y fotografía, pero resulta reiterativa, en cuanto al guión.
Se desarrolla entre gigantescas esculturas abandonadas de Lenin, grúas y paisajes post-industriales asimismo desmantelados, por los que deambulan personajes como un inmigrante que carga un enorme magnetófono estropeado, a modo de maleta, o los herederos de un oligarca muerto.
Se llegó así en la segunda mitad del festival, que hasta ahora tiene un muy buen balance en cuanto a los filmes ya presentados.
De las doce películas hasta ahora calificadas por la crítica internacional en la revista de la Berlinale, "Screen", cinco superaron los tres puntos -el máximo son cuatro-, lo que es casi un hito en ese tradicional barómetro de la Berlinale.
La máxima puntuación (3,4 puntos) la recibe la británica "45 Years", de Andrew Haigh, mientras que los tres puestos siguientes son para las tres películas latinoamericanas a concurso.
"El botón de nácar", del chileno Patricio Guzmán, recibe 3,3 puntos y su compatriota Pablo Larraín logra con "El Club" 3,1, la misma nota que "Ixcanul", del guatemalteco Jayro Bustamante. EFE
gc/agf
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