Penn documenta el inicio de la invasión de Ucrania, al borde de la propaganda
Gemma Casadevall
"Nuestro compromiso es con la verdad, con el espíritu de lucha de los ucranianos que arriesgan su vida, con la defensa de la libertad", afirmó el cineasta ante los medios del festival de cine alemán, ante reiteradas preguntas acerca del aspecto partidista de su filme.
"No sé si eso es o no propaganda. Es nuestra película", refrendó por su parte el co-director Aaron Kaufmann, quien como Penn vivió desde Kiev las semanas precedentes al inicio de la invasión y también el día en que se materializó la agresión rusa, el 24 de febrero de 2022.
Para Penn, como para Kaufmann, el presidente Volodímir Zelenski, como su entorno, son "nuestros amigos"; cada uno de los encuentros y entrevistas con el líder o sus directos colaboradores se producen entre abrazos, apretones de manos y el saludo "Slava Ukriani".
"No tengo la menor intención de hablar con (Vladímir) Putin. No es el momento", admitió Penn, ante reiteradas preguntas -algunas de ellas, formuladas por representantes de medios identificables como pro-rusos- acerca de si había buscado testimonios del otro lado, el no ucraniano.
Putin sí aparece en "Superpower", pero a través de sus declaraciones bélicas, antes o después de consumar su guerra de agresión. Es un autócrata de mirada gélida, distante y agresivo.
Zelenski es el líder cercano, que da coraje a su población y llama a defender la democracia, tanto en Ucrania como en Europa; inspira fortaleza a los suyos, como lo hace el exboxeador y actual alcalde de Kiev, el coloso Vitali Klitchko.
El núcleo de la película son las imágenes del equipo de Penn moviéndose por Kiev, entrevistando a Zelenski en su cuartel general horas después del inicio de la invasión o saliendo luego en dirección a la frontera polaca.
La cruzarán andando, en medio del atasco de decenas de miles de ucranianos saliendo del país. Ya en Varsovia, entrevistarán al primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, el aliado europeo que venía reclamando una línea más dura hacia Moscú desde mucho antes de consumarse la invasión.
Alterna estas escenas con imágenes de archivo del movimiento pro-europeo de la plaza del Maidán, la represión que le siguió y el ascenso de Zelenski desde su posición de talentoso actor, bailarín y cómico hasta la llegada al poder por la fuerza de los votos.
También incide en la anexión de Crimea en 2014, con Ucrania incapaz de defenderse, con un ejército aún precario y mientras líderes como la entonces canciller alemana, Angela Merkel, y el presidente francés Emmanuel Macron trataban de mediar o impedir una escalada mayor.
El rostro compungido y ojeroso de Penn es omnipresente en las escenas rodadas por su equipo, sea mientras toma una copa tras otra en su hotel o mientras recorre Ucrania en los días siguientes al arranque de la invasión.
Es probablemente esta presencia constante del cineasta el peor enemigo de su película, incluso para aquellos que ven a Penn y su equipo en el lado correcto de la historia, en tanto que defensores del país invadido, no del agresor.
"Superpower" se estrenaba fuera de competición en la sección Berlinale Special, tres días después de la inauguración del festival con un mensaje virtual de Zelenski y con Penn convertido en un maestro de ceremonias presencial.
Ucrania es, en lo político, el tema dominante de la Berlinale, un festival tradicionalmente "comprometido" con la defensa de la democracia, contra la represión o la guerra, cuya 73 edición coincide además con el primer aniversario del inicio de la invasión. EFE
gc/jgb
"Manodrome" envuelve la Berlinale en un manicomio de masculinidades tóxicas
Gemma Casadevall
Berlín, 18 feb (EFE).- La película "Manodrome" envolvió hoy a la Berlinale en un manicomio de masculinidades tóxicas, con Adrien Brody y Jesse Eisenberg como elemento mediático principal sobre la alfombra roja del festival, en una jornada en que el cine chino aportó algo de armonía a la competición.
El título "Manodrome" remite al nombre de una secta liderada por el llamado "padre Dan" -el personaje de Brody- en que "las fronteras entre camaradería, masculinidad y homosexualidad desaparecen", explicó ante el festival su director, John Trengove.
Eisenberg interpreta a uno de los "hijos" del manipulador y dominante Dan. Es un conductor de Uber al borde la precariedad, asiduo al body building y con una novia embarazada, que se mueve como un "adulto infantilizado", en palabras del actor.
Es un "saco de reacciones febriles", a punto de estallar por una acumulación de traumas, hasta que finalmente explota.
"En Estados Unidos es fácil hacerse con un arma. Cualquiera puede adquirirla y evidentemente se usa. Es nuestra tragedia como sociedad", resumió Brody, respecto a las sucesivas explosiones de violencia a trompadas de Ralph, hasta finalmente llegar a la pistola.
Trengove volvía a la Berlinale tras haber presentado en su sección Panorama "The Wound" (2016). Ya ahí, el director sudafricano exploraba en una serie de rituales de la masculinidad como detonantes de fuerzas internas, que en su nuevo filme van de lo tóxico a las reacciones incontrolables y la violencia física extrema.
"Manodrome", de producción británico-estadounidense, es uno de los pocos filmes en la competición oficial en esta 73 edición de la Berlinale con rostros famosos, lo que le daba rango de acontecimiento al menos mediático.
Junto a Brody -Oscar en 2002 por "El pianista"- y Eisenberg -con el mismo rostro de perpetuo adolescente que en "The Social Network"-, la película llevó al festival la presencia de Odessa Young, la novia embarazada de Ralph- y Sallieu Sesay -el líder del colectivo gay del gimnasio, contrapunto al guru de la secta de los "hijos de Dan"-.
La búsqueda del padre desaparecido en "Manodrome" es una de las múltiples toxicidades acumuladas por el personaje de Eisenberg, envuelto en sus estallidos de iras pasadas y presentes, mientras que por parte del cine chino se presentó en la competición oficial "Bai ta zhi Guang" -"The shadowless tower"-.
También ahí su protagonista masculino busca al hombre que se esfumó del seno familiar. Está asimismo confrontado con su propia paternidad, con sus relaciones de pareja pasadas o en curso, así como con el síndrome del abandono paterno.
El recorrido por todos estos traumas ocupa a su director, Zhang Lu, 144 minutos, mientras que en la producción británico-estadounidense se resuelve en 95. Ello no impide, sin embargo, que la película de Trengove acabe haciéndose larga, en medio de episodios que van agregándose al argumento en busca del final.
Zhang en cambio va tejiendo a su ritmo habitual, sin altibajos, la historia del divorciado al que un día le pasan el teléfono del padre biológico y empieza a reordenar su existencia. Primero escucha su voz, pero le deja sin respuesta; luego se sienta en su silla, mira sus películas y deja alguna que otra huella en la casa del padre, mientras éste está haciendo volar su cometa en una playa vecina.
El director chino es uno de esos cineastas que periódicamente regresan a la competición del festival berlinés. Ahí presentó en 2007 su "Dream Desert", tres años después regresó con "Dooman River" y en 2019 lo hizo con "Fukuoka".
La suya es una de las tres producciones asiáticas incluidas entre los 19 filmes a competición. Le seguirán la asimismo china "Art College 1994", de Liu Jian, y la japonesa "Suzume", en ambos casos películas de animación. EFE
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