Por
Gemma Casadevall Berlín, 6 feb (EFE).- El alemán Tom Tykwer
abrió hoy la
Berlinale con
"Heaven", un cuento romántico con esencias de Krzystof Kieslowski, fotografía
mística y ritmo exasperantemente lento, que supo a poco para la inauguración de
un Festival Internacional en el que algunos pronostican una victoria del cine
local.
El amor como fuerza superior a cualquier cosa -incluida la
culpabilidad de una guapa terrorista que mata a cuatro inocentes- es el tema del
film con que se inició la carrera de las 23 candidatas a llevarse los premios de
esta LII
Berlinale.
La
elección de Tykwer se inscribe en la apuesta a favor del cine alemán actual del
nuevo director del festival, Dieter Kosslick, que ha incluido la mayor
representación germana a concurso -nada menos que cuatro filmes- de los últimos
doce años.
"Deseaba estar a toda costa en la
Berlinale", admitió Tykwer, al término del pase para la
prensa, donde presentó "Heaven" como una amalgama "multinacional".
Su
protagonista es australiana -Cate Blanchet-, los guionistas polacos -el
fallecido Kieslowski y su continuador, Kryzsztf Pieseiewicz-, ha sido rodada en
Italia, los diálogos alternan en inglés y en italiano y ha sido producida entre
Berlín -la modesta X-Filme de Tykwer- y EEUU -nada menos que por Anthony
Minghella, el director de "El paciente inglés." La suma de todos estos
ingredientes y la reputación de Tykwer como joven talento -su anterior "Corre,
Lola, corre" se recibió como un revulsivo frente al anquilosado panorama
alemán-, hacía prever un buen comienzo para el desfile de realizadores germanos.
"Heaven" arranca bien, con una convincente Blanchet convertida en terrorista
accidental y un bien filmado atentado a la desesperada, contra el jefe de una
mafia que vende drogas a escolares, pero en el que mueren un padre, dos niños y
una mujer de la limpieza.
Lo siguiente es una historia de amor entre un
inexperto "carabiniere" y la chica en cuestión, que deriva en fuga poética de
ribetes místicos por la cuadriculada topografía urbana de Turín, primero, y las
suaves colinas de la Toscana, después.
"Por encima de la culpa, de la
responsabilidad sobre un acto terrible o la expiación de ese pecado, me
interesaba plasmar la fuerza del amor como algo capaz de trastocar hacia lo
positivo lo más negativo de uno mismo", explicó Tykwer, quien se definió como un
"ateo espiritualista".
El realizador descartó cualquier influencia de los
atentados del 11 de septiembre contra Estados Unidos para el arranque de su
historia: la chica, a la que se ha visto tomando clases para pilotar
helicópteros por ordenador, hace estallar su bomba en un rascacielos.
"Para
cuando ocurrieron esos horribles atentados la película estaba en su fase final",
aseguró, a la pregunta de un periodista norteamericano acerca de si semejante
motivo no iba a provocar reacciones de rechazo ante el público estadounidense.
Pero, más allá de los paralelismos concretos con los atentados contra las
Torres Gemelas o la insistencia de Tykwer en mantener que "no es una película
sobre terroristas", "Heaven" dejó en la
Berlinale cierta sensación de cuento bien filmado, pero
flojo.
Tykwer cae en el tópico cuando recorre la "Bella Italia" -de la boda
de pueblo en la Toscana a los mafiosos vínculos de los "carabinieri", pasando
por el "revolcón" de un lechero y su novia, a pleno sol y en medio de Turín-.
La poética fuga de la chica y su enamorado carcelero, con parada en una
peluquería de pueblo donde se someten a un simbiótico rapado capilar, se
resuelve con una lentitud extrema, que trata de rendir tributo a Kieslowski,
pero resulta exasperante.
Tykwer se ha arriesgado y ha pasado del ritmo
trepidante de "Corre, Lola, corre", su película revelación, a este viaje místico
por los paisajes italianos.
La prensa internacional acogió "Heaven" con
simpatía, como valorando la valentía de Tykwer en su elección del fallecido
director polaco para su primera película con un guión ajeno.
Pero, pese a
"jugar en casa" y presentarse apuntalado por Blanchet, su simpático protagonista
masculino -Giovanni Ribisi- y el propio Minghella, el pase de "Heaven" dejó la
sensación de que los esfuerzos de Kosslick por favorecer a la industria nacional
no cuadran para una apertura internacional. EFE gc/dm/fpa
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