Berlín, 7 feb (EFE).- La
Berlinale tomó buen rumbo hoy con un
impactante exponente de cine político, "Bloody Sunday", mientras Zhang Yimou dio
una nueva lección de maestría en "Happy Times", que pese a exhibirse fuera de
competición eclipsó a la concursante "Bridget", de Amos Kollek.
La película
del director británico Paul Greengrass sobre los orígenes del conflicto
norirlandés subsanó el traspiés de la jornada inaugural -con una floja "Heaven",
del alemán Tom Tykwer- y arrancó la primera ovación del 52 Festival de Cine de
Berlín.
Filmada en formato "falsamente" documental, "Bloody Sunday" dio la
nota de autenticidad y dramatismo que la
Berlinale necesitaba para dar por realmente abierta la
competición por los Osos.
Lo que se relata son hechos sabidos -el baño de
sangre en que derivó una manifestación pacífica, en Derry, con 13 muertos y 14
heridos-, hace ahora treinta años.
Greengrass pone en escena un equipo mixto
de actores y testigos reales e irrumpe, cámara al hombro, en el caos de los
disturbios que empezaron como "habituales" en una Irlanda escindida entre
católicos y protestantes, pero que han quedado inscritos en la historia como
inicio de una guerra civil.
Entre los actores profesionales está James
Nesbitt, en el papel del diputado Ivan Cooper, quien lucha por impedir que
alborotadores, francotiradores del IRA, el ejército británico o sus propios
sentimientos echen por la borda la marcha por los derechos cívicos.
Entre
los que vivieron esa realidad está Simon Mann, en el papel de coronel Wilford,
quien como soldado británico sirvió en Irlanda, así como ciudadanos de Derry,
que participaron activa o involuntariamente en los disturbios.
"Trabajamos
con gente que estuvo ahí, hace treinta años. No actúan, sino que reviven la
desesperación de entonces, la rabia, la impotencia", explicó Greengrass, ante la
prensa de la
Berlinale.
"Nadie puede decir a ciencia cierta qué ocurrió. Fue una mezcla de caos,
desorden y miedo, también por parte de los soldados", dijo.
Su "Bloody
Sunday" es un intento de reconstrucción de una realidad manipulada por Londres
-para justificar un baño de sangre derivado del desproporcionada operativo
militar- y convertida en leyenda heroica en Irlanda del Norte.
A Greengrass
podría reprochársele que tira la piedra y esconde la mano en las situaciones más
difíciles -como el papel del IRA como agente provocador- y que disfraza su
película de "documental", cuando en realidad toma partido y asume el papel de la
denuncia.
Por suerte, la prodigiosa cámara de Ivan Strasburg hace algo más
que plasmar el caos de ese 30 de enero de 1972: es un "transmisor" de tantos
otros conflictos, en que la población civil lucha con argumentos o con las armas
contra un ejército ajeno.
Greengrass compartió el protagonismo con Zhang
Yimou, de quien se exhibió "Happy Times", un nuevo ejemplo de cómo de puede
tocar la fibra a través de la sencillez.
El nombre del director chino tiene
connotaciones legendarias en la
Berlinale, que "presume" de haber descubierto el cine
asiático desde que en 1987 Zhang se llevó el Oso de Oro con "Sorgo Rojo".
Los veteranos recuerdan que el pase para la prensa se hizo con una sala casi
vacía, puesto que muchos optaron ese día por darse un respiro ante el anuncio de
"una película china" de un desconocido.
Quince años después, la historia de
una tropa de desarrapados que monta un simulacro de salón de masajes para que
una muchacha ciega viva la ilusión de tener trabajo se incluye en la sección
oficial, aunque fuera de concurso, como una de las joyas de esta
Berlinale.
El contrapunto fue
"Bridget", del israelí-estadounidense Amos Kolleck, quien insiste en su serie de
culto a su musa, Anna Thomson, convertida en mujer castigada por las drogas, el
sexo y la vida misma en un Nueva York agresivo y poblado de perdedores.
"Es
una película hecha de personajes desesperados, al borde del abismo pero con el
impulso de salir adelante", explicó Kollek.
Kollek exprime la morbosidad
física de Thomson -extrema delgadez y busto igualmente extremo- para abundar en
su versión de mujer maltratada.
Ver a Thomson por cuarta vez al servicio del
director -tras "Sue lost in Manhattan", "Fiona" y "Fast food, fast woman"- se
recibió como un exhibicionismo monótono, destinado a los incondicionales de la
actriz. EFE gc/gsm/mr
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