jueves, 7 de febrero de 2002

Vamos a lo serio


"Bloody Sunday" y hang Yimou imprimen buen rumbo a la Berlinale

por Gemma Casadevall
 
Berlín, 7 feb (EFE).- La Berlinale tomó buen rumbo hoy con un impactante exponente de cine político, "Bloody Sunday", mientras Zhang Yimou dio una nueva lección de maestría en "Happy Times", que pese a exhibirse fuera de competición eclipsó a la concursante "Bridget", de Amos Kollek.
La película del director británico Paul Greengrass sobre los orígenes del conflicto norirlandés subsanó el traspiés de la jornada inaugural -con una floja "Heaven", del alemán Tom Tykwer- y arrancó la primera ovación del 52 Festival de Cine de Berlín.
Filmada en formato "falsamente" documental, "Bloody Sunday" dio la nota de autenticidad y dramatismo que la Berlinale necesitaba para dar por realmente abierta la competición por los Osos.
Lo que se relata son hechos sabidos -el baño de sangre en que derivó una manifestación pacífica, en Derry, con 13 muertos y 14 heridos-, hace ahora treinta años.
Greengrass pone en escena un equipo mixto de actores y testigos reales e irrumpe, cámara al hombro, en el caos de los disturbios que empezaron como "habituales" en una Irlanda escindida entre católicos y protestantes, pero que han quedado inscritos en la historia como inicio de una guerra civil.
Entre los actores profesionales está James Nesbitt, en el papel del diputado Ivan Cooper, quien lucha por impedir que alborotadores, francotiradores del IRA, el ejército británico o sus propios sentimientos echen por la borda la marcha por los derechos cívicos.
Entre los que vivieron esa realidad está Simon Mann, en el papel de coronel Wilford, quien como soldado británico sirvió en Irlanda, así como ciudadanos de Derry, que participaron activa o involuntariamente en los disturbios.
"Trabajamos con gente que estuvo ahí, hace treinta años. No actúan, sino que reviven la desesperación de entonces, la rabia, la impotencia", explicó Greengrass, ante la prensa de la Berlinale.
"Nadie puede decir a ciencia cierta qué ocurrió. Fue una mezcla de caos, desorden y miedo, también por parte de los soldados", dijo.
Su "Bloody Sunday" es un intento de reconstrucción de una realidad manipulada por Londres -para justificar un baño de sangre derivado del desproporcionada operativo militar- y convertida en leyenda heroica en Irlanda del Norte.
A Greengrass podría reprochársele que tira la piedra y esconde la mano en las situaciones más difíciles -como el papel del IRA como agente provocador- y que disfraza su película de "documental", cuando en realidad toma partido y asume el papel de la denuncia.
Por suerte, la prodigiosa cámara de Ivan Strasburg hace algo más que plasmar el caos de ese 30 de enero de 1972: es un "transmisor" de tantos otros conflictos, en que la población civil lucha con argumentos o con las armas contra un ejército ajeno.
Greengrass compartió el protagonismo con Zhang Yimou, de quien se exhibió "Happy Times", un nuevo ejemplo de cómo de puede tocar la fibra a través de la sencillez.
El nombre del director chino tiene connotaciones legendarias en la Berlinale, que "presume" de haber descubierto el cine asiático desde que en 1987 Zhang se llevó el Oso de Oro con "Sorgo Rojo".
Los veteranos recuerdan que el pase para la prensa se hizo con una sala casi vacía, puesto que muchos optaron ese día por darse un respiro ante el anuncio de "una película china" de un desconocido.
Quince años después, la historia de una tropa de desarrapados que monta un simulacro de salón de masajes para que una muchacha ciega viva la ilusión de tener trabajo se incluye en la sección oficial, aunque fuera de concurso, como una de las joyas de esta Berlinale.
El contrapunto fue "Bridget", del israelí-estadounidense Amos Kolleck, quien insiste en su serie de culto a su musa, Anna Thomson, convertida en mujer castigada por las drogas, el sexo y la vida misma en un Nueva York agresivo y poblado de perdedores.
"Es una película hecha de personajes desesperados, al borde del abismo pero con el impulso de salir adelante", explicó Kollek.
Kollek exprime la morbosidad física de Thomson -extrema delgadez y busto igualmente extremo- para abundar en su versión de mujer maltratada.
Ver a Thomson por cuarta vez al servicio del director -tras "Sue lost in Manhattan", "Fiona" y "Fast food, fast woman"- se recibió como un exhibicionismo monótono, destinado a los incondicionales de la actriz. EFE gc/gsm/mr

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