viernes, 15 de febrero de 2002

La perlita del cine anfitrión


El desfile alemán culmina con el despropósito de un "Baader" falseado

Gemma Casadevall 

Berlín, 15 feb (EFE).- El desconcierto y la indignación acompañaron a la exhibición de la última película alemana a concurso de la 52 Berlinale, "Baader", una supuesta recreación sobre el fundador de la banda terrorista RAF, Andreas Baader, que cae en la tergiversación histórica. 
Si "Halbe Treppe, de Andreas Dresen, reconcilió a la crítica internacional con el cine alemán actual, por ser un exponente de sensibilidad envuelta en modestia de medios, el nivel visto hoy con "Baader" dejó de nuevo al cine "anfitrión" por los suelos. 
Por primera vez en los doce días de festival, la Berlinale olvidó su habitual regla del "fair play" y los aplausos más o menos corteses, incluso para películas a las que vapulea la crítica, para entrar en la abierta confrontación. La película, del joven Christopher Roth, se centra en el periodo entre 1967, con la muerte del estudiante Beno Ohnesorg por disparos de la Policía, y 1972, con la detención de Andreas Baader, fundador con Ulrike Meinhoff de la Fracción del Ejército Rojo (RAF). 
Roth trató de explicar ante la prensa que lo suyo no es un "docudrama" ni un intento de reconstruir lo ocurrido, sino una recreación del personaje de Baader, desde sus inicios de delincuente común a su "reconversión" en revolucionario. 
Pero ni esas argumentaciones ni su inexperiencia -hasta ahora, había hecho mayoritariamente anuncios publicitarios- le sirvieron de excusa convincente ante los despropósitos de su película. 
A Gudrun Ensslin, la novia de Baader, se la representa como una especie de "chica ye-yé" en minifalda que, de pronto, recita postulados marxistas; el personaje Ulrike Meinhoff, la periodista que un día abandona a sus hijas y su existencia burguesa para unirse a su lucha, es una figura desdibujada, a años luz del papel de líder que tuvo. 
El núcleo fundador de la RAF, cuyos atentados contra "intereses capitalistas" y bases estadounidenses puso en jaque al Gobierno de Willy Brandt, toma perfiles de "banda pop" liderada por un imitador de Mick Jagger, siempre en la carretera o apurando droga. 
Especialmente absurdo es el capítulo en que los miembros de la RAF -ellas, con aires de modelo; ellos, en traje y corbata- llegan a un campamento de entrenamiento palestino -rodado en el desierto de Almería- para adiestrarse en el manejo de las armas. 
A Roth se le hubieran perdonado estas licencias, inclusive la flagrante invención final -en la película, Baader cae acribillado como un gángster en un tiroteo policial, en 1972-, si al menos se entendiera el propósito de tal "recreación". 
En la rueda de prensa posterior al pase, Roth tuvo que enfrentarse a todo tipo de preguntas acerca de por qué se había permitido transgredir la historia hasta ese punto. 
Un periodista alemán le recriminó "haber arruinado" su película con un final que traiciona toda rigurosidad acerca del capítulo de la muerte del terrorista, que para algunos nunca ha sido aclarado, pero que sin duda alguna ocurrió cinco años después de lo que cuenta Roth y no fue en la calle, sino en la prisión. 
Baader y otros tres miembros de la banda fueron encontrados muertos tras el baño de sangre en que derivó el secuestro de un avión por un comando palestino, con el propósito de forzar su liberación, a lo que siguió el asesinato del presidente de la patronal, Hans Martín Schleyer, a su vez en poder de la RAF. 
Más ilustrativa aún fue la pregunta de un periodista español, quien le pidió a Roth que explicase a qué se refería exactamente al decir que había pretendido "poner en cuestión" al personaje de Baader y su entorno. 
El joven realizador no supo encontrar un argumento convincente, más allá de dar vueltas a su propósito recreador, mientras rechazaba que su película diera rango de "perdedor simpático" al terrorista. 
La segunda proyección a competición de la jornada fue "Bad Guy" -"Na-Bbun-Nam-Ja", en el título original-, de Kim Ki-Duk. 
Su presencia en la Berlinale fue un acontecimiento para los fans del realizador coreano y para quienes confiaban en el "factor sorpresa" en la recta final del festival, que se cierra el domingo. 
Pero Kim Ki-Duk no estuvo esta vez a la altura de su impactante título anterior, "La isla". 
Lo más destacable de su historia de amor entre un chico malo y una colegiala, a la que fuerza a la prostitución, es la "ensalada" de palizas y tortazos que se acumulan en su última media hora. EFE gc/gsm/bjm/cbm

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