El desfile alemán culmina con el despropósito de un "Baader" falseado
Berlín, 15 feb (EFE).- El desconcierto y la
indignación acompañaron a la exhibición de la última película alemana a concurso
de la 52 Berlinale, "Baader", una
supuesta recreación sobre el fundador de la banda terrorista RAF, Andreas
Baader, que cae en la tergiversación histórica.
Si "Halbe Treppe, de Andreas
Dresen, reconcilió a la crítica internacional con el cine alemán actual, por ser
un exponente de sensibilidad envuelta en modestia de medios, el nivel visto hoy
con "Baader" dejó de nuevo al cine "anfitrión" por los suelos.
Por primera
vez en los doce días de festival, la Berlinale olvidó su habitual regla del "fair play" y los
aplausos más o menos corteses, incluso para películas a las que vapulea la
crítica, para entrar en la abierta confrontación. La película, del joven
Christopher Roth, se centra en el periodo entre 1967, con la muerte del
estudiante Beno Ohnesorg por disparos de la Policía, y 1972, con la detención de
Andreas Baader, fundador con Ulrike Meinhoff de la Fracción del Ejército Rojo
(RAF).
Roth trató de explicar ante la prensa que lo suyo no es un
"docudrama" ni un intento de reconstruir lo ocurrido, sino una recreación del
personaje de Baader, desde sus inicios de delincuente común a su "reconversión"
en revolucionario.
Pero ni esas argumentaciones ni su inexperiencia -hasta
ahora, había hecho mayoritariamente anuncios publicitarios- le sirvieron de
excusa convincente ante los despropósitos de su película.
A Gudrun Ensslin,
la novia de Baader, se la representa como una especie de "chica ye-yé" en
minifalda que, de pronto, recita postulados marxistas; el personaje Ulrike
Meinhoff, la periodista que un día abandona a sus hijas y su existencia burguesa
para unirse a su lucha, es una figura desdibujada, a años luz del papel de líder
que tuvo.
El núcleo fundador de la RAF, cuyos atentados contra "intereses
capitalistas" y bases estadounidenses puso en jaque al Gobierno de Willy Brandt,
toma perfiles de "banda pop" liderada por un imitador de Mick Jagger, siempre en
la carretera o apurando droga.
Especialmente absurdo es el capítulo en que
los miembros de la RAF -ellas, con aires de modelo; ellos, en traje y corbata-
llegan a un campamento de entrenamiento palestino -rodado en el desierto de
Almería- para adiestrarse en el manejo de las armas.
A Roth se le hubieran
perdonado estas licencias, inclusive la flagrante invención final -en la
película, Baader cae acribillado como un gángster en un tiroteo policial, en
1972-, si al menos se entendiera el propósito de tal "recreación".
En la
rueda de prensa posterior al pase, Roth tuvo que enfrentarse a todo tipo de
preguntas acerca de por qué se había permitido transgredir la historia hasta ese
punto.
Un periodista alemán le recriminó "haber arruinado" su película con
un final que traiciona toda rigurosidad acerca del capítulo de la muerte del
terrorista, que para algunos nunca ha sido aclarado, pero que sin duda alguna
ocurrió cinco años después de lo que cuenta Roth y no fue en la calle, sino en
la prisión.
Baader y otros tres miembros de la banda fueron encontrados
muertos tras el baño de sangre en que derivó el secuestro de un avión por un
comando palestino, con el propósito de forzar su liberación, a lo que siguió el
asesinato del presidente de la patronal, Hans Martín Schleyer, a su vez en poder
de la RAF.
Más ilustrativa aún fue la pregunta de un periodista español,
quien le pidió a Roth que explicase a qué se refería exactamente al decir que
había pretendido "poner en cuestión" al personaje de Baader y su entorno.
El
joven realizador no supo encontrar un argumento convincente, más allá de dar
vueltas a su propósito recreador, mientras rechazaba que su película diera rango
de "perdedor simpático" al terrorista.
La segunda proyección a competición
de la jornada fue "Bad Guy" -"Na-Bbun-Nam-Ja", en el título original-, de Kim
Ki-Duk.
Su presencia en la Berlinale fue un acontecimiento para los fans del
realizador coreano y para quienes confiaban en el "factor sorpresa" en la recta
final del festival, que se cierra el domingo.
Pero Kim Ki-Duk no estuvo esta
vez a la altura de su impactante título anterior, "La isla".
Lo más
destacable de su historia de amor entre un chico malo y una colegiala, a la que
fuerza a la prostitución, es la "ensalada" de palizas y tortazos que se acumulan
en su última media hora. EFE gc/gsm/bjm/cbm
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