Gemma Casadevall
Berlín, 11 feb (EFE).- Mika Kaurismäki paseó
por la
Berlinale a su "país de
adopción" a través de "Moro no Brasil", un documental sobre el universo musical
brasileño, más allá de la samba y con la perspectiva de un "exótico" llegado de
la órbita opuesta, Finlandia.
Los sones del maracatú, el frevo, el coro, el
forró y la embolada recorrieron el Festival de Cine, de la mano del "hermano
mayor" de Aki Kaurismäki, con quien además de parentesco y productora comparte
las simpatías de los circuitos alternativos berlineses.
El documental de
Mika se proyectó en la sección Panorama Documentos, fuera de concurso, pero ello
no evitó que las entradas se agotaran como si fuera un estreno en competición y
que parte del público tuviera que buscar acomodo en los pasillos de la sala.
Los berlineses estaban ansiosos de asistir al prodigio de ver cómo se mueve
alguien surgido del hielo al ritmo cálido de Brasil y de comprobar si el
finlandés errante consigue evitar la mera repetición del esquema marcado por Wim
Wenders en "Buena Vista Social Club".
"A diferencia de aquel, yo pretendo
retratar un país en su totalidad", había explicado Kaurismaki, marcando
distancias respecto al exitoso precedente de Wenders, centrado sólo en la
legendaria banda.
El film del finlandés es, efectivamente, mucho más
ambicioso: su "Moro no Brasil" es el resultado de un recorrido por 4.000
kilómetros de país inmenso, en pos de esa música que estalla en cualquier
esquina de una calle y que abraza un compendio de ritmos africanos, indígenas y
europeos.
Sus protagonistas ocasionales son tanto músicos como Walter
Alfaite, Margareth Menezes, Ivo Meirelles, Jackson do Pandeiro o la Velha Guarda
da Mangueira, como los niños que le salen al encuentro o los fabricantes de
instrumentos artesanales de los mercados en la calle.
Ni samba ni bossa
nova, mucho menos carnaval: a Kaurismaki no le interesan los tópicos brasileños,
sino las raíces y el mosaico cultural que confluye en un país de una riqueza
multiétnica tan diametralmente opuesta a la realidad finlandesa.
A Mika
tampoco parece dominarle el afán de protagonismo. Al margen de algunas imágenes,
con sus rubios antebrazos al sol por las calles de Brasil, el realizador
prefiere dar un tono de "neutralidad" narrativa a su documental.
"Moro no
Brasil" arranca con una imagen de la glacial Finlandia, bajo el implacable frío
del mes de diciembre, como referente a ese "visitante llegado del frío" que a
continuación cede la atención a los personajes que conoce al otro extremo del
mundo.
El realizador vive desde hace diez años en Río de Janeiro, donde
tiene un club musical, pero ello no evita que siga siendo un elemento "exótico"
en ese país de adopción que, para muchos, es precisamente sinónimo de exotismo.
"Somos dos mundos extremos", reconoce Mika Kaurismaki, respecto a la
realidad natal a la que, por ahora, ha dejado algo aparcada, y al Brasil que
recorre su cámara durante un tórrido verano.
El documental del finlandés fue
acogido en su presentación, la noche del domingo, con mucha simpatía por ese
público berlinés fiel, que hace unos años ya dio rango de "gran acontecimiento
secreto" la proyección de su documental "Tigrero, A film That Was Never Made",
sobre las andanzas de Sam Fuller y Jim Jarmusch.
Los que esperaban de "Moro
no Brasil" un sucedáneo de las rúas de Río en medio del lluvioso carnaval
berlinés quedaron algo decepcionados: eso es, precisamente, lo que menos
interesa mostrar a Mika.
Quienes se sintieron mareados con los movimientos
circulares de cámara de Wenders, en "Buena Vista Social Club", encontraron en el
esquematismo neutral de Kaurismaki el bálsamo adecuado a los males pasados. EFE
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