lunes, 11 de febrero de 2002

Porque Mika no es Aki



Kaurismäki paseó el Brasil visto por un exótico finlandés

Gemma Casadevall

Berlín, 11 feb (EFE).- Mika Kaurismäki paseó por la Berlinale a su "país de adopción" a través de "Moro no Brasil", un documental sobre el universo musical brasileño, más allá de la samba y con la perspectiva de un "exótico" llegado de la órbita opuesta, Finlandia.
Los sones del maracatú, el frevo, el coro, el forró y la embolada recorrieron el Festival de Cine, de la mano del "hermano mayor" de Aki Kaurismäki, con quien además de parentesco y productora comparte las simpatías de los circuitos alternativos berlineses.
El documental de Mika se proyectó en la sección Panorama Documentos, fuera de concurso, pero ello no evitó que las entradas se agotaran como si fuera un estreno en competición y que parte del público tuviera que buscar acomodo en los pasillos de la sala.
Los berlineses estaban ansiosos de asistir al prodigio de ver cómo se mueve alguien surgido del hielo al ritmo cálido de Brasil y de comprobar si el finlandés errante consigue evitar la mera repetición del esquema marcado por Wim Wenders en "Buena Vista Social Club".
"A diferencia de aquel, yo pretendo retratar un país en su totalidad", había explicado Kaurismaki, marcando distancias respecto al exitoso precedente de Wenders, centrado sólo en la legendaria banda.
El film del finlandés es, efectivamente, mucho más ambicioso: su "Moro no Brasil" es el resultado de un recorrido por 4.000 kilómetros de país inmenso, en pos de esa música que estalla en cualquier esquina de una calle y que abraza un compendio de ritmos africanos, indígenas y europeos.
Sus protagonistas ocasionales son tanto músicos como Walter Alfaite, Margareth Menezes, Ivo Meirelles, Jackson do Pandeiro o la Velha Guarda da Mangueira, como los niños que le salen al encuentro o los fabricantes de instrumentos artesanales de los mercados en la calle.
Ni samba ni bossa nova, mucho menos carnaval: a Kaurismaki no le interesan los tópicos brasileños, sino las raíces y el mosaico cultural que confluye en un país de una riqueza multiétnica tan diametralmente opuesta a la realidad finlandesa.
A Mika tampoco parece dominarle el afán de protagonismo. Al margen de algunas imágenes, con sus rubios antebrazos al sol por las calles de Brasil, el realizador prefiere dar un tono de "neutralidad" narrativa a su documental.
"Moro no Brasil" arranca con una imagen de la glacial Finlandia, bajo el implacable frío del mes de diciembre, como referente a ese "visitante llegado del frío" que a continuación cede la atención a los personajes que conoce al otro extremo del mundo.
El realizador vive desde hace diez años en Río de Janeiro, donde tiene un club musical, pero ello no evita que siga siendo un elemento "exótico" en ese país de adopción que, para muchos, es precisamente sinónimo de exotismo.
"Somos dos mundos extremos", reconoce Mika Kaurismaki, respecto a la realidad natal a la que, por ahora, ha dejado algo aparcada, y al Brasil que recorre su cámara durante un tórrido verano.
El documental del finlandés fue acogido en su presentación, la noche del domingo, con mucha simpatía por ese público berlinés fiel, que hace unos años ya dio rango de "gran acontecimiento secreto" la proyección de su documental "Tigrero, A film That Was Never Made", sobre las andanzas de Sam Fuller y Jim Jarmusch.
Los que esperaban de "Moro no Brasil" un sucedáneo de las rúas de Río en medio del lluvioso carnaval berlinés quedaron algo decepcionados: eso es, precisamente, lo que menos interesa mostrar a Mika.
Quienes se sintieron mareados con los movimientos circulares de cámara de Wenders, en "Buena Vista Social Club", encontraron en el esquematismo neutral de Kaurismaki el bálsamo adecuado a los males pasados. EFE gc/ih/tcr/pq

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