Chéreau retrata la decrepitud y Schmid muestra la otra Alemania
Berlín, 11 feb (EFE).- Patrice Chéreau dio
una de sus lecciones de retratismo, aplicada a la degradación física por una
enfermedad mortal, mientras que Hans-Christian Schmid mostró la Alemania pobre y
fronteriza en una jornada que se completó con una especie de "Mortadelo y
Filemón" holandés que desconcertó a la Berlinale.
"Es la
historia de una agonía, de la decrepitud física hasta la muerte", explicó
Chéreau tras el pase de esa película, rodada en escenarios que van de una
habitación compartida de un hospital a la playa donde el protagonista decide
apurar sus últimos días.
"Me surgió ese guión en un momento de vacío, con
seis meses por delante sin un proyecto concreto, y me lancé a él", dijo Chéreau.
El retrato de la agonía, narrada desde la perspectiva del hermano del
enfermo, no da ni un momento placer o relax al espectador.
Chéreau refleja
en toda su crudeza la vida interna hospitalaria, con rostros, dependencias y
puertas que recuerdan a una institución penitenciaria. El hombre joven que
ingresó en el hospital queda despojado de todo derecho a la intimidad y obligado
a convivir con las heridas y visitas familiares de sus compañeros de habitación.
El director francés no ahorra al espectador largas secuencias del rasurado
integral del enfermo -tórax, axilas y pubis- por dos enfermeras que actúan con
esa eficiencia fría requerida por el personal hospitalario para no desmoronarse.
Implicarse excesivamente en el dolor es tabú en esa profesión, como lo es
para Chéreau, que se queda con su tarea de "retratista".
Para algunos, "Son
frere" es una nueva exhibición de sus temas recurrentes -incluida su obsesión
por el cuerpo masculino y las escenas homosexuales-. Para otros, un exponente de
la realidad del desmoronamiento de un ser humano, minado por la enfermedad.
Al veterano Chéreau siguió un joven valor alemán, Schmid, quien recordó a la
Berlinale que la Potsdamerplatz,
territorio de flashes y "glamour" estos días, es también el destino de
inmigrantes ilegales polacos, ucranianos y rusos que buscan un puesto de
trabajo, generalmente en la construcción, entre los rascacielos del nuevo
Berlín.
La capital alemana es solo un referente en el filme, puesto que
"Lichter" -"Luces lejanas"- discurre principalmente entre Fráncfort del Oder y
Slubice, a uno y otro lado de la frontera germano-polaca.
"Quise reflejar
una realidad para muchos desconocida, pese a estar a menos de una hora de
trayecto en coche", explicó Schmid.
El joven director alemán logra su
propósito. El Festival de Cine quedó confrontado, de pronto, con una Alemania
que nada tiene que ver con la imagen de una sociedad de bienestar.
En
Fráncfort del Oder el paro está en el 20 por ciento, recuerda el film. Y los que
tienen trabajo, no están tampoco a cubierto, como comprueba un sufrido vendedor
de colchones en la ruina, desahuciado por unos créditos que no podrá asumir.
El panorama laboral y humano en esa región fronteriza alemana no es mucho
mejor que en el lado polaco. Pero ello no frena el flujo de inmigrantes a través
de Polonia. Unos acaban en manos de traficantes humanos sin escrúpulos, a otros
les sale al paso un alma generosa.
La Alemania pobre se asomó con "Lichter"
a la Berlinale, un festival que
no disimula ya sus estrecheces presupuestarias -esa es la explicación oficial a
todos sus recortes de este año, como supresión de intérpretes y recortes de
otros gastos-.
"Bienvenido a la realidad", se dice en el film de Schmid.
Alemania no es lo que era y los recortes y molestias que percibe el visitante
internacional en los diez días de vida de la Berlinale, no es más que su superficie.
La crudeza
de Chéreau y de Schmid tuvieron un contrapunto: "Ja zuster, nee zuster", un
musical holandés de Peter Kramer, que fue recibido en la Berlinale como lo hubiera sido la inclusión a concurso
de "Mortadelo y Filemón": como un cuerpo extraño.
La estridente parodia
somete al espectador a curiosas réplicas de "Singing in the Rain", cantados en
un exageradamente gutural holandés y con mímica y vestuarios propios de un
carnaval gay.
Quizás se incluyó para aligerar una sección oficial
sobrecogida por películas alrededor de la muerte, la enfermedad o el suicidio,
como el "Son frere" de hoy, o "My Life Without Me", de Isabel Coixet, y "The
Hours", de Stephen Daldry. La Berlinale lo acogió con una desbandada general, hasta el
punto de que en el primer pase de prensa la sala quedó vacía. EFE gc/gsm/egn
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