Crepúsculo japonés embellece una Berlinale exhausta de dramas
Berlín, 13 feb (EFE).- El crepúsculo de un
samurai enamorado, del japonés Yoji Yamada, y un nuevo drama de refugiados en el
este de Europa, del esloveno Damjan Kozole, centraron hoy la competición de la
Berlinale, que entra en su recta final algo exhausta tras una semana larga de
cine intenso y muchas lágrimas.
La 53 edición del Festival de Berlín quedará
registrada en la memoria de los habituales al certamen como una de las mejores
de los últimos años en cuanto a la calidad media de los filmes, pero también
como una de las más concentradas en la muerte.
La dirección de la Berlinale parece haber puesto un
empeño especial en programar, para la sesión matinal, películas centradas en
seres humanos enfrentados a una muerte inminente.
Ese fue el caso de las
excelentes "The Hours", de Stephen Daldry, alrededor de la figura de Virginia
Woolf; de "My Life Without Me", de la española Isabel Coixet; o la dolorosa "Son
frere", de Patrice Chéreau, sobre la decadencia física y agonía de un hombre
enfermo.
En todas ellas, la muerte del protagonista es el punto de arranque
del film. Todas ellas -intercaladas con otros dramas- se proyectaron a las nueve
de la mañana, ante una prensa que llegaba al cine con los ojos enrojecidos por
el sueño o el frío berlinés, a varios grados bajo cero estos días.
Por si
fuera poco, el cine más vibrante se concentró en las primeras jornadas, con el
desembarco de filmes estadounidenses, mientras que hacia el final se entró en la
órbita del cine más reposado, preferentemente francés o asiático.
En estas
circunstancias, la programación de la jornada de hoy se perfilaba de pocas
alegrías.
"Rezervni deli" -título que podría traducirse como "Piezas de
recambio"-, de Kozole, apuntaba a un drama de refugiados, tras los buenos
ejercicios sobre el tema ofrecidos por Michael Winterbottom ("In This World") y
el alemán Hans Christian Schmid ("Lichter").
El segundo filme a concurso era
"Tasogare seibei" -traducible como "Samurai en el crepúsculo"-, de Yoji Yamada,
que por el título hacía pensar en algo parecido a "Ying xiong" (estrenada en
inglés como "Hero"), la irrupción en las artes marciales de Zhang Yimou, aunque
probablemente sin la magia visual del maestro chino.
Por lo menos en el caso
del segundo, los pronósticos negativos fallaron. La melancólica historia de un
samurai que no quiere serlo, porque sabe que la era de los guerreros se acerca a
su fin, se ganó el aplauso de una Berlinale cansada, pero no insensible ante el bello
filme japonés.
Iguchi, el samurai en cuestión, no es un guerrero de rostro
impávido y precisión mortal en sus golpes, como mandan los cánones, sino un
padre todo ternura, viudo, que trabaja de sol a sol y cuya máxima preocupación
es sacar adelante a sus hijas.
Las estrictas reglas de honor y castas le
impiden consagrarse a ver crecer a esas niñas o vivir un nuevo amor, como
quisiera.
La era feudal toca a su fin, pero ello no le servirá para obviar
los últimos combates, que tanto él como sus contendientes saben inútiles.
Por contra, la historia de Kozole sobre un cínico camionero marcado por el
cáncer -de nuevo, una muerte anunciada- que noche a noche transporta emigrantes
ilegales desde la frontera croata a Italia apenas consiguió ganarse la atención
del Festival.
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