"The Hours", cine con mayúscula, combinado con "Good bye, Lenin"
Berlín, 9 feb (EFE).- La Berlinale entró por fin en la órbita
del cin e con mayúsculas con "The Hours", un drama alrededor del mundo de
Virginia Woolf, y brindó además un excelente producto doméstico, "Good bye,
Lenin", la primera de las tres películas alemanas a competición de este Festival
de Cine de Berlín.
Tres mujeres -entre ellas Woolf-, de épocas y condición
distinta, pero unidas por el libro "Mrs. Galloway", son los ejes del segundo
largometraje de Stephen Daldry, tras su debut con "Billy Elliot".
"Se trata
de tres mujeres valientes en sus decisiones, que optan por un camino
determinado, a pesar del dolor propio y ajeno que éste entrañe", explicó Daldry,
quien como Rob Marshall y Spike Jonze -por "Chicago y "Adaptation",
respectivamente- llegó a la Berlinale como firme apuesta para los próximos Oscar.
"The Hours" es una proyección en una ama de casa de los años 50 y una mujer
emancipada de hoy del espíritu de Woolf y su "Mrs Galloway", de la idea
persistente de la muerte y del suicidio.
Los papeles protagonistas
corresponden a Julianne Moore, Meryl Streep y Nicole Kidman, irreconocible con
la prótesis nasal que la caracteriza como Virginia e igual de magnífica que sus
compañeras.
"The Hours" está poblada de personajes -y no sólo esas tres
mujeres- atados a una serie de "santos", sean cónyuges u otro tipo de relación,
que les organizan abnegadamente la vida, sus momentos de felicidad o reflexión.
Pero, como dice Woolf, incluso los locos tienen derecho a que se les
pregunte, a que no se decida por ellos. Y sólo quienes rompen la atadura dan con
su camino, a menudo a un precio altísimo.
"Los momentos de felicidad pueden
ser pocos. Hay que agarrarlos", explicó Daldry, quien arropa al trío
protagonista con secundarios de lujo, como Ed Harris, Stephane Dillane o Jack
Rovello.
Se trata de un compendio, más que de un film, que entra a saco, en
temas como la depresión, el suicidio, la homosexualidad o el SIDA.
Aparentemente, cada una de las tres mujeres representa a tipos distintos, pero
las conclusiones que extraen de su experiencia vital se cruzan y complementan
entre sí.
Kidman fue la única de esas tres actrices que se acercó a Berlín,
acompañada de Ed Harris y el director, y reconoció que el film había tenido un
papel fundamental para ella en un momento de su vida algo convulso
-supuestamente, la ruptura con Tom Cruise-.
No puede decirse que "The Hours"
tuviera para ella un "factor terapéutico", dijo, pero sí que la ayudó a dar con
un "nuevo equilibrio" en sus relaciones, incluida la relación consigo misma.
Daldry dejó a la Berlinale en
estado de conmoción, por la intensidad de lo que pasa por la pantalla y sirvió
para recordar que no todo lo que lleva el envoltorio "made in USA" es
superficial.
La jornada a competición se completó con uno de esos productos
que devuelven la confianza en el cine alemán.
Wolfgang Becker, quien en 1996
ya sorprendió agradablemente a la crítica internacional de la Berlinale con "Das Leben ist eine
Baustelle", regresó al Festival con "Good bye Lenin".
El film traslada al
espectador, con un par de pinceladas documentales, a los últimos meses de la
Alemania comunista, cuando la población perdió la paciencia y el miedo al Muro
para salir a la calle al grito de "Nosotros somos el pueblo".
Una madre,
supuestamente una comunista modélica, cae en coma, del que despierta cuando su
amado país ya no existe. La maquinaria reunificadora empieza con la operación
limpieza de símbolos soviéticas y Coca Cola y McDonalds hacen el resto.
Ella
se ahorrará el trauma, puesto que su hijo se encargará de ocultarle lo ocurrido,
en el microcosmos de su dormitorio de un bloque de viviendas prefabricadas del
sector este.
El film de Becker es sencillo, tierno e inteligente, bien
rodado y con magníficos actores -encabezados por Katrin Sass y Daniel Brüehl-.
El cine alemán entró así con bien pie en esta Berlinale, donde también compiten sus compatriotas Hans
Christian Schmid, con "Lichter", y Oskar Roehler, con "Der alte Affe Angst".
El tercer film del día fue "Madame Brouette", del senegalés Moussa Sene
Absa, única presencia africana a concurso.
La suya es la historia de una
mujer libre, en un mundo en que la violencia doméstica es el pan de cada día,
tratada con absoluta simplicidad de medios y bajo el encanto de la luminosidad
de las sonrisas, ojos y cuerpos africanos.
Absa hace de la precariedad de
medios y la presunta ingenuidad sus mejores armas y "Madame Brouette" se ganó
más que la simpatía solidaria, con una historia aparentemente simple de que,
también en Africa, la rebelión femenina es posible. EFE gc/ih/ma
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