miércoles, 11 de febrero de 2004

62 cápsulas de droga en el estómago

La dura vida de una "mula" colombiana y un irritante filme alemán

Gemma Casadevall 

Berlín, 11 feb (EFE).- "María, llena de gracia", una película sobre las "mulas" o correos de droga colombianas, conmovió a una Berlinale ávida de películas arrancadas de la vida misma y que recibió como una bofetada al primer representante alemán, Romuald Karmakar, con un film que no se sabía si era de horror o de humor. 
El debutante Joshua Marston, con la asimismo novel Catalina Sandino Moreno en el papel de "María", aportaron la segunda dosis de cine joven procedente de Latinoamericana, tras la excelente acogida brindada a "El abrazo partido", del argentino Daniel Burman, en el Festival de Cine de Berlín. 
La historia de la muchacha embarazada, que se convierte en "mula" como tantas otras colombianas para huir de la pobreza y entra en EEUU con 62 cápsulas de droga en el estómago, no tiene el ritmo ágil ni la carga de optimismo vital de su predecesora argentina. 
Es un film dramático, como obliga el tema, sobre unas mujeres dispuestas a arriesgar algo más que la cárcel para salir de la miseria y que en ocasiones pagan con su vida esa decisión. 
"Mi película es el compendio de muchas historias que escuché de mujeres colombianas en Nueva York", explicó Marston. 
Junto al grupo de "mulas" formado por María y otras muchachas de su población, Marston dota a su película de una serie de personajes igualmente sacados de la vida real, como Don Fernando, una especie de "one-man-show" de la colonia colombiana en Nueva York. 
"María, llena eres de gracia" retrata el aprendizaje de esas chicas engullendo cápsulas, la tortura de volar EEUU con una carga que puede ser mortal en el estómago, esa mirada de desconfianza de la policía que "todo colombiano siente al pasar una frontera, aunque nunca hayamos tenido nada que ver con la droga", explicó la actriz. 
Sin cargar tintas, la producción estadounidense-colombiana -rodada principalmente en Ecuador y no en Colombia "por razones de seguridad"- adolece quizás de excesiva ingenuidad en el tratamiento. 
Pero ese punto de inexperiencia le da una frescura especial y la coloca en las antípodas del cine pretencioso que a menudo copa la sección oficial de la Berlinale
"María" fue lo más gratificante de una jornada que incluyó la floja "The final cut", de Omar Naim, con Robin Williams dando vida a un técnico en reconstruir el pasado de su prestigiosa clientela, gracias a un chip que llevan implantado desde el nacimiento y del que, por supuesto, se pueden borrar los sucesos vergonzantes. 
Naim, asimismo un debutante, no logra dominar el film y tampoco a Williams y Mira Sorvino, más estirada y almidonada que nunca. 
Peor aún fue la acogida al film de Karmakar "Die nacht singt ihre lieder", primera película alemana a concurso, basada en una pieza teatral del noruego Jon Fosse y que el realizador germano-iraní cree enmarcada en el espíritu de Rainer W. Fassbinder. 
Una joven pareja, formada por un hombre depresivo y una mujer frustrada por la apatía de éste, es el eje de esa historia oscura. 
Ella se pasa el film repitiendo frases recriminatorias -que está harta, que una cosa es que no trabaje y otra que no baje ni a vaciar el buzón-. El se atrinchera en la pasividad. 
Tal tragedia no tocó la fibra del espectador, que a partir de cierto momento empieza a tomárselo en broma y salpicar con carcajadas los lamentos reticentes de ella o el rostro vacío de él. A las risas durante la proyección siguieron abandonos más elocuentes de la sala y, finalmente, abucheos. 
Karmakar respondió con agresividad a la "insolencia" de no haber sabido captar el propósito del film. "Lo que pasa es que los periodistas ven demasiado cine americano. Y eso es muy dramático, no es para reirse", respondió, a la pregunta de un estadounidense de si su película era un exponente del típico "cine oscuro alemán". 
"Todo esto es primitivo, estoy harto", estalló luego, a la pregunta de cómo interpretaba esas risas y abandonos en la sala. 
Karmakar amenazó dejar ahí la conferencia de prensa, pero luego siguió respondiendo con nuevos arranques de agresividad en cuanto se insistía en pretender que definiera si lo suyo era o no una comedia. 
Una y otra vez se refugiaba en que en un festival tiene que haber de todo, no sólo cine comercial, y asegurando que, por lo demás, él estaba acostumbrado a ser un "incomprendido", "siempre ha sido así". 
"No veo por qué los alemanes tenemos que repetir toda esa mierda que hacen en otros sitios, pero con actores y técnicos de aquí. Tiene que haber lugar para el cine distinto", dijo, mientras un periodista alemán, harto de sus desplantes, le gritó que lo mejor que podía hacer era aceptar que había hecho una película mala. 
Mal comienzo para el cine alemán en esta Berlinale, que el pasado año sirvió de catapulta internacional a "Goodbye Lenin", la comedia de Wolfgang Becker que hizo lanzar a muchos cohetes al aire anunciando el "renacimiento" del cine germano. EFE gc/cv/jar

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