domingo, 8 de febrero de 2004

El monstruo Charlize


Los demonios femeninos y la poética vietnamita impactan en la Berlinale

 Gemma Casadevall 

Bildergebnis für charlize theron berlinaleBerlín, 8 feb (EFE).- La danesa "Forbrydelser", exponente fiel del "Dogma" escandinavo, y la impactante Charlize Theron de "Monster" desataron en la Berlinale los demonios interiores femeninos, en una jornada embellecida por la odisea de un muchacho vietnamita en pos del "Beautiful Country" y de un padre tejano.
La hermosa Charlize, embrutecida, con muchos kilos encima para ponerse en la piel de una lesbiana alcoholizada y apuntalada en una Christina Ricci con menos efectos especiales caracterizadores, pero más actriz, descargaron en el Festival de Cine el drama de una asesina múltiple, dirigido por la debutante Patty Jenkins. 

La danesa Annette K. Olesen, desde la desnudez de todo artilugio cinematográfico, tal como manda el movimiento "Dogma", desplegó con dureza temas como el aborto terapéutico, la droga y el amor imposible en una cárcel de mujeres. 
Por dilemas no quedó: una pastora protestante felizmente casada queda embarazada cuando casi había renunciado a tal milagro, pero se ve confrontada a un diagnóstico de malformación del feto. 
En la cárcel donde predica, un funcionario se enamora de una presa con supuestos poderes paranormales, que salva de la drogadicción a sus compañeras de celda. 
"Rodar bajo el esquema del 'Dogma' fue una ventaja: quedé obligada a renunciar a apoyos, incluso a la música, para reflejar problemas como piedras, física y espiritualmente, en los que no quería recurrir a refugios desvirtuadores", explicó Olesen, quien hace dos años se llevó de la Berlinale el Angel Azul con "Sma ulykker". 
Olesen aborda desde esa desnudez de medios el demonio interno que recorre a esa mujer de la iglesia -Ann Eleonora Joergensen-, formada para socorrer espíritus, de pronto tentada a odiar a esas otras mujeres teóricamente menos afortunadas -traficantes, asesinadas-, que han traído al mundo a hijos sanos. 
Otro demonio, el "Monstruo" de Theron, sacudió asimismo a la Berlinale, con esa historia de una mujer hecha a hachazos, que responde a hachazos para defender el único reducto de ternura de su vida: una muchacha que conoció una noche en la barra de un bar. 
Jenkins, en su primer largometraje, se atreve con un episodio real de la historia criminal de EEUU -el de la prostituta Aileen Wuornos, ejecutada en 2002 por el asesinato de ocho hombres-. 
"Monster" se sitúa en las antípodas de la contención representada por el "Dogma" danés. El trabajo de Theron queda salpicado por la sobreactuación y el abuso de prótesis interpretativas, más evidentes aún cuando comparte jornada en la Berlinale con Joergensen y demás equipo de Olesen -entre otras, Trine Dyrholm-. 
Pero, al margen de los estilos divergentes de entender el cine, tanto la estadounidense Jenkins como la danesa Olesen dejaron al Festival bajo el impacto de sus torturados retratos de mujer. 
En buena lógica, la tercera película a concurso debería haber quedado eclipsada. No fue así: ahí estaba "Beautiful Country", a la que nadie otorgaría "ascendencia noruega" por parte de su director, Hans Petter Moland. 
El largo camino de un muchacho y su recién conocido hermano pequeño desde un pueblo vietnamita hasta un rancho semiabandonado de Texas (EEUU) en busca del soldado que se casó con su madre, embelleció el domingo berlinés. 
Con sensibilidad de un "noruego enamorado de Vietnam" y sin grandes alardes de medios, Moland consigue conciliar el trazo bello con el drama humano y cada vez más universal de esos seres, sean "boat people" asiáticos o balseros cubanos, en busca del "beautiful country" (hermoso país) que tanto puede ser Estados Unidos como Europa. 
Nick Nolte, en sus apenas quince minutos finales de intervención, redondea una película a la que podría achacársele exceso de amor a lo filmado y, por extensión, alergia a la tijera. 
"Quise hacer un filme bello, no un filme bonito. Un filme que reflejase mi amor por Vietnam, pero también la miseria, el horror, los padecimientos y la muerte que acompañan esas odiseas de seres en busca de una vida digna", dijo Moland, visiblemente emocionado y sin poder contener el llanto en su comparecencia ante la prensa. 
"Lo siento: es una historia que me desborda, ante la que siento pudor porque pienso que no deberíamos contarla nosotros, sino sus protagonistas. Sólo que éstos no tienen los medios", añadió con voz entrecortada un director llegado del gélido mundo escandinavo. EFE gc/ih/egn

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