viernes, 11 de febrero de 2005

Una brutal lección de realidad


La poderosa "Hotel Rwanda" se come la jornada


por Gemma Casadevall 


Berlín, 11 feb (EFE).- La poderosa "Hotel Rwanda" de Terry George, exhibida fuera de competición, se comió la jornada de la Berlinale con su impactante testimonio del genocidio ruandés y dejó relegados al papel de comparsas los filmes a concurso, la meritoria "Thumbsucker", de Mike Mills, y "Asylum", de David Mackenzie.

Bildergebnis für hotel ruanda berlinale

El estadounidense Mills y el escocés Mackenzie vieron engullidas sus respectivas historias -la de un adolescente que se chupa el dedo, el primero, y un tortuoso cuadrilátero amoroso de manicomio, el segundo- por la brutal lección de realidad que es "Hotel Rwanda". 
Estaba claro que iban a tenerlo difícil quienes compartiesen jornada con el esperado film de George y su magistral dúo protagonista, Don Chaedle y Sophie Okonedo, sin olvidar a los secundarios de lujo Nick Nolte, Joaquin Phoenix y Jean Reno. 
Africa es el gran tema del 55 Festival de Cine de Berlín, según anunció por activa y por pasiva su director, Dieter Kosslick. Tras el flojo arranque que tuvo la Berlinale con "Man to Man", el film inaugural de Régis Wargnier, llegó la hora de la verdad con George. 
"Hotel Rwanda" es uno de esos filmes que hace sentir vergüenza al occidental ante un genocidio que, hace apenas diez años, acaparó titulares, y que luego desapareció de las portadas como si tales catástrofes fueran parte indisociable del continente africano. 
George no necesita derrochar sangre y machetazos para plasmar la realidad de genocidio insufrible para los ojos de ese occidental que se sienta en una butaca de la Berlinale. 
Le bastan un par de secuencias, como el desamparo absoluto en que quedan los negros -hutus o tusis- cuando se evacúa a la población blanca, animalitos de compañía incluidos, y queda claro que no hay tropas internacionales para proteger a los huérfanos negros de tres, cuatro o cinco años que la Cruz Roja arrebata a una muerte segura. 
Sin alardes ni baños de sangre, Nolte personifica perfectamente a una impotente ONU que trata de contener el caos con disparos al aire de pistola -no está legitimada para abrir ni responder al fuego-. 
Cheadle, en su papel de Paul Rusesabagina, el manager de un hotel de cuatro estrellas belga arrancado de la vida real, es el oasis de humanidad que salva a un millar de ruandeses engatusando a corruptos coroneles hutus con cohibas, cerveza y whisky escocés. 
En medio de un genocidio contabilizado en un millón de muertos, la única salida es el milagro individual, como el protagonizado por Rusesabagina, su esposa y unos pocos centenares de tusis, que escapan al destino sólo porque son o se hacen pasar por ricos. 
"Hotel Rwanda" no compite por los Osos, pero estaba incluida en la sección oficial de la Berlinale como catapulta de su promoción europea. Aún así, acaparó la atención de la jornada frente a las competidoras "Thumbsucker" y "Asylum". 
Fue una lástima para Mills, quien dio una grata sorpresa con una historia que, sobre el papel, sonaba a estupidez -el difícil paso por la pubertad de un muchacho inseguro y su curioso dentista Keanu Reeves-, pero que a medida que avanza la película cobra fuerza. 
El buen trabajo del cámara Joaquín Baca-Asay y de los actores Lou Taylor Pucci -el adolescente-, Tilda Swinton -la madre- y Vincent D'Onofrio -el padre- llevan al espectador por la senda que quiere Mills -la ironía- y a la conclusión de que, como dice el "guru" Reeves, chuparse el dedo con 17 años no tiene por qué ser malo. 
La otra película a competición, "Asylum", ofreció una nueva versión del "bello monstruo" que retrató MacKenzie en su anterior "Young Adams". En esta ocasión, es un asesino preso en un manicomio, un ser de alma torturada que toma como presa a la esposa de su psiquiatra, Natasha Richardson, asimismo claramente perturbada. 
"El papel de esa mujer me enamoró, aunque no sé si eso dice algo bueno de mí", admitió Richardson, en su presentación a la Berlinale. 
La historia, que empieza en triángulo clarividente y acaba en un enrevesado cuadrilátero, está tomada de la vida real, según explicó el autor del guión, Patrick McGrath. 
Coloca a la elegante -y luego, venida abajo- Richardson en los rancios ambientes británicos de los 50, lo que, al decir de MacKenzie, permite dar a la película "un aire de fábula y la distancia necesaria" para permitirse licencias con la realidad. EFE gc/rz/ir

No hay comentarios:

Publicar un comentario