jueves, 9 de febrero de 2006

Juego de actores


Un pastel de nieve entre un autista y un hombre atormentado abre la Berlinale

Gemma Casadevall 

Berlín, 9 feb (EFE).- La película "Snow Cake", de Marc Evans, abrió hoy el Festival de Cine de Berlín y llevó a la alfombra roja a un espléndido Alan Rickman y a Sigourney Weaver para una historia de arranque poderoso: la aparentemente imposible relación entre un hombre atormentado y una mujer autista. 
Rickman, en el papel de un hombre de por sí taciturno, metido en la tesitura de comunicarse con una madre autista -Weaver- cuya hija acaba de morir en accidente en el automóvil que él conducía. Ese es el detonante de un film inmerso en un bello pastel de nieve, Ontario, cuyo sabor es lo más parecido a un orgasmo para la protagonista. 
El galés Evans, autor de "Resurrection Man" (1998) y "Trauma" (2004), parte de un sólido guión escrito por Angela Pell, a su vez madre de un niño autista, de quien aprendió "lo enervante y mágico" -en palabras de la guionista- que es convivir con una persona con esa enfermedad. 
El propósito de todo el equipo, desde el director a la guionista y, por supuesto, Weaver, es retratar el autismo desde la perspectiva de la "dignidad humana que se merece", según Evans. 
"No es un film sobre una autista, sino sobre una mujer extraordinaria que aporta experiencias extraordinarias", atajó Weaver. 
Meterse en el personaje no fue fácil. Weaver dedicó a ello "mucho tiempo, empeño mental y esfuerzo físico", según explicó tras el pase de prensa, que le hizo llegar a una conclusión: "No hay un único autismo, cada autista es un ser especial en sí mismo". 
El resultado es una interpretación más que meritoria, pero que queda eclipsada por Rickman, el taciturno y sarcástico inglés de maneras impecables, recién salido de la cárcel por haber matado a un hombre y que deja subir en su automóvil, a regañadientes, a una extravertida adolescente -Emily Hampshire, también excelente-. 
La adolescente logrará arrancar la primera sonrisa, al parecer en años, a su rostro atormentado. Unos segundos después, la adversidad se cruza en su camino en forma de camión de gran tonelaje. 
"Snow Cake" toma el esquema de película melancólica pero esperanzadora, poblada por personajes castigados por la adversidad, a los que sin embargo éstas no han arruinado la capacidad de afecto. 
Weaver es una fanática del orden -al parecer, un factor común dentro de las especificidades múltiples de los autistas- y también del sabor de la nieve, que come a bocados. 
La amistad entre esa mujer incapacitada para expresar dolor por la muerte de su hija -de la que es perfectamente consciente- y el viajero de paso se plasmará en un pastel de nieve, vehículo de comunicación definitivo entre ambos. 
"Sigourney dio la medida de la autenticidad a mi interpretación", dijo, todo modestia, Rickman. 
Algo menos de autenticidad respiran algunos episodios metidos con calzador, como el tierno romance del viajero con una estupenda vecina (Carrie-Anne Moss). 
También resulta algo forzado el empeño de Evans de cerrar, como a presión, el círculo de casualidades e infortunios que une a los personajes. 
Aun así, "Snow Cake" dio una buena apertura del festival, a la medida de lo que quiere su director, Dieter Kosslick: buen cine y presencias atractivas sobra la alfombra roja. 
También ahí cumplió con su cometido Weaver, quien lució ante la prensa un generoso escote, rompedor con la imagen de mujer físicamente poco agraciada que da en la película. 
A "Snow Cake" le correspondió el honor de abrir el desfile de diecinueve aspirantes a los Osos, entre las que deberá elegir el jurado encabezado por la actriz británica Charlotte Rampling. 
"Estoy orgullosa de presidir el jurado de un festival como éste, comprometido políticamente y con el cine de calidad. Justo el cine que me interesa", afirmó Rampling en la presentación de su equipo, integrado por ocho miembros, entre ellos el actor Armin Müller-Stahl. 
El mensaje es idéntico al lanzado previamente por Kosslick: la Berlinale de esta edición tendrá un carácter marcadamente político. 
No sólo por la presencia de dos filmes iraníes -"Zemestan", de Rafi Pitts, y "Offside", de Jafar Panahi-, sino también porque la Berlinale debe ser "cercana a la realidad", según Kosslick, y en ésta se impone lo político. EFE gc/rs/egn

No hay comentarios:

Publicar un comentario