La Berlinale arranca en serio con Robert de Niro y la visión a fuego lento de la CIA
Berlín, 10 feb (EFE).- La Berlinale arrancó en serio hoy con la aparición de Robert De Niro y la proyección de "The Good Shepherd", una película algo mastodóntica, como desmesurada es la CIA y su poder conspirador, que eclipsó a la competencia alemana, "Die Fälscher", y más aún a la asiática "Tu ya de Hun Shi".
Ni patriótica ni crítica, ni despiadada ni cómplice: así quiso De Niro que fuese su film, en que los agentes no son hombres de acción, sino seres reposados y con un marcado autismo sentimental, que exige del espectador el ejercicio previo de adaptarse al ritmo lento.
El objetivo, según De Niro -director e intérprete secundario-, no es criticar el ilimitado poder de la CIA, sino presentarla "como la percibe, sinceramente, un buen ciudadano estadounidense".
El peso de los 167 minutos de film a fuego lento recae en un personaje, Edward Wilson -Matt Damon-, el joven que ingresa en el servicio secreto por indicación de su fundador, Bill Sullivan -De Niro-, procedente de una sociedad secreta -"Calaveras y Huesos"- que exige a los suyos sacrificio y discreción.
Se trata de retroceder sobre el nacimiento del más poderoso servicio secreto del mundo "porque así estaba en el guión de Eric Roth", justificó, sobre un proyecto en que trabajó nueve años.
Por las mismas, quisiera rodar otras dos partes, una relativa al periodo de 1961 a 1999, centrada en el Muro de Berlín, y otra desde entonces a la actualidad. Pero eso pertenece aún a lo virtual.
Al guión, y nada más que al guión, insistió, se debe el trabajo de inmersión en unos agentes que pasean y meditan sobre Dios y sus santos, pero luego lanzan plagas de langosta para aplastar el comunismo latinoamericano o tiran en pleno vuelo a una de sus agentes, porque se enamoró de quien no debe.
De la paranoia de la Guerra Fría al desembarco en la Bahía Cochinos, a través de ese Wilson, incapaz de transmitir emociones al mundo que le rodea y del que el rostro impertérrito de Damon es la mejor expresión: todo eso está en "The Good Shepherd", un film que evita cargar tintas y ofrecer orgías sangrientas.
Estático, acorralado por un sentido del deber y el patriotismo y sin capacidad siquiera para abrir la carta que dejó su padre al suicidarse, Damon es el actor perfecto para de Niro, empeñado en imprimir una lentitud exasperante, contra la que el único antídoto es el adaptarse al ritmo y saborear.
"Die Fälscher", del austríaco Stefan Ruzowitzky, aportó la dosis de "cine sobre el Holocausto" habitual en la Berlinale, centrada en un caso poco conocido fuera de Alemania, la existencia de un equipo de falsificadores en el campo de concentración de Sachsenhausen, obligados por los nazis a falsificar libras y dólares.
Son confinados privilegiados, a los que en lugar de la cámara de gas les esperan duchas y camas limpias, y que no tienen más remedio que colaborar, puesto que la alternativa a lograr la imitación perfecta es la muerte. El propósito de los nazis es minar la economía de los aliados y la suya, simplemente, sobrevivir.
Karl Markovics, genial en su papel de jefe de los falsificadores, y August Diehl, en el de preso que pretende plantar cara y sabotear la operación, lograron que el film no pasara por el Festival como mero producto doméstico, sino como título a tener en cuenta.
Menos suerte tuvo el director chino Wang Quan'an con "Tu ya de Hun Shi" -"Tuya's mariage", en inglés-, proyectada en la sesión de las nueve de la mañana.
A los filmes asiáticos presentados en esa sesión no les aguarda nunca o casi nunca una sala llena. Menos aún si se sabe que inmediatamente después vienen casi tres horas de cine.
Ese fue el caso de esa producción, rodada entre pedregales de Mongolia y con una original historia de amor y lealtad tejida alrededor de Tuya, una mujer joven y hermosa, casada con un hombre mayor al que no quiere dejar en la estacada.
El escenario es la Mongolia rural más dura y cada vez más despoblada, puesto que quien puede se va a la ciudad. Tuya es no solo fiel al marido que de poco le sirve, sino también a su tierra. Una lucha valerosa, para una audiencia de "resistentes" matutinos e incondicionales del cine asiático. EFE gc/jcb/sc
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