miércoles, 13 de febrero de 2019

Pequeña Coixet, enorme Varda

Coixet homenajea la lucha contra los vetos con su matrimonio sin hombre de 1901

Gemma Casadevall



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Berlín, 13 feb (EFE).- La directora española desveló en la Berlinale su "Elisa y Marcela", un filme que rescata la historia de dos mujeres que lograron casarse en la Galicia (noroeste de España) de 1901 y que rinde homenaje a quienes deben seguir luchando contra los vetos al amor.
Rodada en blanco y negro, la única representante española a concurso en esa Berlinale fue recibida como una cinta de temática poderosa, en un festival volcado al cine hecho por mujeres.
"Yo no busco historias de mujeres fuertes. Ellas me encuentran a mí", explicó la cineasta, recibida como una amiga en su novena visita a ese festival, respecto a los papeles que interpretan Greta Fernández -como Marcela- y Natalia de Molina -su Elisa-.
La historia de esas dos mujeres reales, que se casaron en la ciudad gallega de La Coruña en 1901, camuflándose una de ellas de hombre, le cayó en las manos hace diez años y de ahí surgió un filme que "no es un manifiesto", dijo, aunque sí recuerda a todos aquellos que siguen perseguidos por su homosexualidad.
Retrata lo que fue un amor a primera vista entre Marcela, una muchacha crecida en un orfanato, pese a tener padres, que llega empapada a su primer día en la escuela y deja que Elisa, quien vive ahí con su tía monja, la arrope y reconforte.
Marcela es menuda, Elisa algo más hombruna. Su relación despierta pronto las suspicacias en un entorno donde que una mujer leyera ya era sospechoso de pecado; de las sospechas se pasa a las pedradas, a la trampa de hacer pasar Elisa por hombre, a una boda en La Coruña y al escándalo social al revelarse lo que fue un "matrimonio sin hombre".
"Era importante lograr crear la química suficiente entre nosotras para traspasar la pantalla", explicó Natalia de Molina, en la presentación ante los medios del filme.
La cineasta dedicó diez años al proyecto, pero el rodaje se completó en cuatro semanas, con un guion que arranca en el exilio de la pareja en Argentina, para volver al pueblo gallego donde surge su amor y pasar a Portugal, donde caen en la cárcel tras descubrirse su trampa.
"Puedo entender las razones de quienes consideran a Netflix una amenaza. Pero no puedo compartir que, en nombre de la cultura, se pretenda excluirnos de la competición", explicó Coixet, en relación a las presiones de los exhibidores alemanes contra su película, producida por esta plataforma audiovisual.
Un colectivo de 160 salas de cine difundieron estos días una carta al director de la Berlinale, Dieter Kosslick, y al ministerio de Cultura alemán pidiendo su exclusión de la competición.
El propio Kosslick había explicado ya antes, cuando surgieron las primeras quejas, que habían decidido programarla por tener las garantías de que iba a exhibirse al menos en salas de cine españolas.
"El mejor precedente es 'Roma', la película que probablemente gane el Óscar, porque es la mejor", dijo Coixet, en relación al aclamado filme dirigido por el mexicano Alfonso Cuarón, producido también por Netflix y triunfador en el Festival de Venecia.
La polémica en torno a Netflix fue tema recurrente en la presentación de Coixet, quien tuvo que explicar una y otra vez las dificultades con que se topó hasta encontrar financiación para un proyecto en blanco y negro -como "Roma"-.
"Hay muchas Marcelas y Elisas en todo el mundo", recordó Natalia de Molina, mientras Coixet se declaraba "alérgica al matrimonio", pero defensora de que cada uno pueda casarse con quien quiera.
La directora tuvo que defender, además, la idea de colocar algas y pulpos en algunas escenas de amor. "Soy una gran fan del pulpo", explicó entre risas, mientras de Molina admitía que les costó lo suyo jugar con el cefalópodo "que olía mal y estaba muy frío".
"Marcela y Elisa" supone el regreso de Coixet a la lucha por los Osos de la Berlinale, un festival en que debutó en 1996 con "Cosas que nunca te dije", fuera de concurso, para regresar en 2003 ya a competición con "Mi vida sin mí", en 2008 con "Elegy" y en 2015 con "Nadie quiere la noche", protagonizada por Juliette Binoche, presidente del jurado en la presente edición.
"Estar aquí debe significar que no soy tan mala", bromeó de nuevo la cineasta, quien conoció el festival también como jurado -en 2009- y compite ahora con otras seis directoras, del total de 16 filmes a concurso.
Coixet compartió la jornada a concurso con el realizador israelí Nadav Lapid, al frente de "Synonymes", penúltima película en el desfile de aspirantes al Oso, que cerrará mañana el chino Wang Xiaoshuai con "So long, my son". EFE
gc/jam/agf


La polémica en torno a Netflix entra en la Berlinale con Coixet

Berlín, 13 feb (EFE).- El debate sobre si Netflix matará o salvará a la industria del cine entró de pleno hoy en la Berlinale con la proyección de "Elisa y Marcela", dirigido por la española Isabel Coixet y uno de los 16 aspirantes al Oso de Oro de la 69 edición del festival.
La presentación de la película, en torno a dos mujeres que logran casarse en la Galicia católica de 1901, quedó marcada por la carta de un colectivo de exhibidores de cine alemán, que exigían la exclusión de esa película de la lucha por los premios por haber participado esa productora.
"Puedo entender las razones de quienes consideran a Netflix una amenaza. Pero no puedo compartir que, en nombre de la cultura, se pretenda excluirnos de la competición", explicó Coixet, en respuesta a sucesivas preguntas sobre las presiones de los exhibidores alemanes, que dicen representar a 160 salas de cine.
La Berlinale es, en realidad, uno de los últimos grandes festivales europeos que se abren a filmes producidos por Netflix para su sección oficial.
El gran precedente es "Roma", la exitosa película del mexicano Alfonso Cuarón, firme aspirante a los Oscar -"es la mejor de todas", dijo Coixet-, después de haber triunfado en Venecia y en otros galardones internacionales, como los Globos de Oro o los Bafta del cine británico,
Un éxito en Venecia que le llegó tras ser rechazado el filme en el Festival de Cannes, que se plegó a las críticas de los exhibidores franceses y decidió que solo podrían participar en las competiciones las películas que llegaran a las salas de cine de Francia.
Eso provocó la huida de Netflix, cuyas películas fueron acogidas sin reparos por Venecia y que también han encontrado hueco en la competición berlinesa.
Aunque el director de la Berlinale, Dieter Kosslick, tuvo que explicar ya, en los días precedentes a la apertura del festival, que habían aceptado la película de Coixet tras garantizarse que será estrenada en salas de cine, al menos en España.
"Yo también amo las salas de cine", indicó Coixet, sin querer pronunciarse sobre si considera o no a Netflix una amenaza para el futuro del cine e insistir en las dificultades que encontró para lograr financiación para una película que, al igual que "Roma", está rodada en blanco y negro.
Coixet acudió a la Berlinale como amiga y cineasta habitual del festival, donde debutó en 1996, entonces fuera de concurso y en la sección Panorama, con "Cosas que nunca te dije".
Desde entonces regresó a esa plaza en otras ocho ocasiones, varias de ellas a competición, como fue en 2003 con "Mi vida sin mí", en 2008 con "Elegy" y en 2015 con "Nadie quiere la noche", protagonizada por Juliette Binoche, presidente del jurado en la presente edición.
La propia Coixet fue asimismo miembro del jurado de la sección oficial, en 2009.
En "Elisa y Marcela" -personajes interpretados por Natalia de Molina y Greta Fernández-, Coixet rescata la historia de dos maestras de pueblo, que en 1901 lograron casarse en la católica Galicia haciéndose pasar la primera de ellas por un hombre.
La cineasta dedicó diez años al proyecto, pero el rodaje se completó en cuatro semanas, con un guión que arranca en el exilio de la pareja en Argentina, para volver al pueblo gallego donde surge su amor y pasar a Portugal, donde caen en la cárcel tras descubrirse su trampa


Agnès Varda, feminista, sabia y generosa

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Berlín, 13 feb (EFE).- La Berlinale homenajeó este miércoles a la cineasta franco-belga Agnès Varda, de quien se proyectó fuera de competición "Varda par Agnès" y a quien se entregó una de las Cámaras de honor de la 69 edición del festival.
"No soy una leyenda, estoy viva", afirmó la realizadora ante los medios que siguen el festival alemán, con más de 90 años y presente como arquetipo del cine feminista, en una Berlinale volcada más que nunca hacia las mujeres cineastas.
Varda compareció ante la prensa tal y como aparece en el mencionado filme, jugueteando con las gafas de leer entre las manos, dispuesta a hablar de cine y vestida con sus habituales tonos lilas, una de sus señas de identidad.
"Varda par Agnès" es un documental donde repasa parte de su filmografía y explica pacientemente, sentada sobre el escenario de un teatro, su concepto del cine y cómo hizo algunos de sus filmes.
En la cinta, presentada en la sección oficial aunque fuera de concurso, tiene ante sí al público sentado en sus butacas, mientras que en su conferencia de prensa se vio ante un gremio periodístico bastante más ajetreado, en la séptima jornada de un festiva cuyo programa incluye 400 filmes.
Varda recorrió algo de una trayectoria que empezó en 1954, con "La pointe courte", y que aún no se ha detenido.
"En toda película entran tres fases: la idea, la creación a partir de esta y cómo compartirla", explicó la realizadora, tomando el punto de partida de su lección magistral ante el auditorio del teatro.
En "Varda par Agnès" alterna sus explicaciones con imágenes de algunos de sus filmes -"Le bonheur"  (1966), "L'une chante, l'autre pas" (1976), "Les plages d'Agnès" (2008), entre otros-, más conversaciones con algunos de sus protagonistas, como Sandrine Bonnaire.
"La gente que me rodea me fascina. No importa dónde se encuentre. En las calles de mi barrio de París, en Nueva York, sean los protagonistas de mis historias o gente corriente que me surge por una esquina", afirmó, cordial y generosa, en medio de un festival donde las prisas son la dinámica por muchos compartida.
"A decir verdad, mis películas nunca me dieron dinero", admitió a continuación, para mencionar luego, a modo de excepción la película que le dio en 1985 el León de Oro de Venecia, "Sin techo ni ley".
El cine le ayudó "a abrir perspectivas, conocer gente, compartir, tener mucho eco, también internacional", explicó, en relación a los proyectos que la llevaron fuera Europa, hasta Estados Unidos, y donde la voz femenina de la "Nouvelle Vague" extendió sus horizontes.
Y le sigue aportando nuevos amigos y conocimientos, como demostró en su anterior trabajo, el documental "Caras y lugares" (2017), un divertido y fresco recorrido de Varda y el músico, fotógrafo y artista callejero JR, por la Francia rural.
Una curiosa pareja, la de la cineasta nonagenaria y el fotógrafo treintañero en una cinta que demostró una vez más la eterna curiosidad de una realizadora que ha ido ganando en modernidad con el paso de los años. EFE
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