domingo, 20 de febrero de 2000

Medio siglo no es nada


Un programa que no estuvo a la altura del 50 cumpleaños


Gemma Casadevall



Berlín, 20 feb (EFE).- La Berlinale cerró hoy su quincuagésima edición dejando la sensación de que, a pesar de haber estrenado un moderno emplazamiento, propio del nuevo milenio, el programa de filmes a competición no estuvo a la altura de lo que se esperaba para el señalado cumpleaños del festival. 
A la sede de la Berlinale, la Postdamer Platz, "le falta patina", según dice un miembro del jurado, el director brasileño Walter Salles, y el nivel de las películas a competición fue "irregular", en opinión de la actriz española Marisa Paredes, también entre los nueve jueces del festival. 
Ambas consideraciones definen lo que ha sido el sentir general de la edición en que se quería celebrar por todo lo alto el medio siglo de existencia de la Berlinale. 
Lamentablemente, el festival que hoy se despide no pasará a la historia ni por la calidad del programa a competición ni por haber conseguido, por fin, romper el maleficio de los plantones de las grandes estrellas. 
El Oso de Oro fue para "Magnolia", de Paul Thomas Anderson, porque "representa a una narrativa muy distinta a la típica de Hollywood", explicó a EFE Salles, quien dijo que en el ánimo del jurado estaba "premiar algo innovador". 
"Anderson es un director de 30 años que representa a una nueva generación del cine, es un supertalento que escribe, filma y dirige sus películas", justificó el realizador brasileño, quien hace dos años se llevó el Oro de Berlín con "Central do Brasil". 
"Magnolia" era la apuesta más segura entre una selección de 21 películas, dominada por grandes producciones estadounidenses que no aportaban nada nuevo, como "The talented Mr. Ripley", de Anthony Minghella, o ante las que cabía la pregunta de qué hace un film como ese en un festival, como es el caso de "The Beach", de Danny Boyle. 
Salles se va del festival con el resquemor de no haber podido incluir en el palmarés el film "La chambre del magiciennes", el film de Claude Miller, al que se ignora en la lista oficial de los "Osos", pero que se llevó el mejor premio de consolación a que se puede aspirar, el de la Crítica. 
"Estar en un jurado es un ejercicio de convivencia democrática", dice Salles, "donde más o menos reina la armonía, pero donde uno no puede repartir sus propios premios". 
Marisa Paredes calificó el palmarés de "ecuánime" y dijo que en la decisión hubo unanimidad, pero no sin admitir que se encontraban ante una selección de nivel "irregular". 
Por su parte, Moritz de Hadeln, director de Berlinale, no pudo evitar que en las cortas entrevistas que le hacían tras conocerse el veredicto saltara una pregunta recurrente: si se estuvo a la altura de lo esperado y por qué no se consiguió "arrastrar" a los grandes hacia Berlín, ni siquiera ante el gran cumpleaños. 
Tras 21 años al frente del festival, de Hadeln sabe cómo escurrir las críticas y también que éstas son siempre muy parecidas, edición tras edición. 
"Si hay mucho cine americano dicen que es un festival "vendido" a Hollywood y poco europeo, si no lo hay, lo acusan de aburrido...", comentaba con aire resignado ante un grupo de periodistas. 
"Vino Leonardo DiCaprio, vino George Clooney, vino Denzel Washington... No vino Robert De Niro, no vino Tom Cruise ni Al Pacino... Qué pena que sólo se fijen en los que no estuvieron", manifestaba intentando equilibrar la balanza entre las presencias y las ausencias de Berlín. 
En los prolegómenos del festival, Moritz de Hadeln había dicho en broma a un diario ciudadano que se tiraría por la ventana si le fallaba DiCaprio. 
No hizo falta llegar a ese extremo, puesto que el protagonista de "The Beach" sí se acercó a la capital alemana, tal como hizo Washington, que llegó a Berlín recién designado como candidato al Oscar por "Hurricane" y se fue del festival con un Oso de Plata por su papel en esa película. 
Lo cierto es que la capital alemana, a pesar de ser la ciudad de moda en Europa y a pesar de estrenar sede en el corazón del "nuevo Berlín", sigue siendo territorio difícil para el "glamour". 
A la mayoría de los visitantes y prensa internacional les pareció que la constelación de galerías comerciales y maxi-cines de la Postdamer Platz es un escenario frío y ajeno a la vida ciudadana. 
Tras doce jornadas con varias proyecciones por día, muchos tenían la sensación de haber estado sumergidos en la vida artificial de un moderno acuario, alimentándose en todo tipo de "fast food" y restaurantes virtuales. 
"Yo me he escapado por ahí, he visitados museos y recorrido los cafés de Kreuzberg", dijo Salles, que confiesa haber "robado" tiempo a sus obligaciones como miembro del jurado para pasear por las calles de dicho barrio, el más alternativo y multiétnico de la ciudad. EFE gc/dm/mj

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