domingo, 12 de febrero de 2006

Violación, como arma de guerra

Drama bosnio tocó la fibra a la Berlinale

Gemma Casadevall 

Berlín, 12 feb (EFE).- Una debutante, la bosnia Jasmila Zbanic, tocó la fibra de la Berlinale con "Grbavica", un drama sobre la violación como arma de guerra, y Robert Altman dio un recital a ritmo de "country" de cómo devolver el festival a la vida, en "A Prairie Home Companion". 
El cine sin trampa ni cartón, por parte de Zbanic, y un nuevo recital "made in Altman", con constelación de grandes estrellas en perfecta armonía, ocuparon hoy la sección a competición de la jornada, hasta ahora la más redonda de la presente Berlinale. 
Zbanic, desde la sobriedad absoluta, sin el menor aditamento, con un equipo mínimo y total desnudez de medios, se sumerge en la vida de una madre y su hija adolescente, marcadas por el destino de miles de mujeres bosnias violadas por sus enemigos de guerra, los serbios. 
Ni saltos en el tiempo ni ningún otro recurso cinematográfico. El primer largometraje de la directora, de 32 años, es radicalmente lineal y se apuntala en el trabajo de sus dos actrices principales, Mirjana Karanovic y Luna Mijovic, la madre y la hija del film. 
La primera es una mujer que no ha logrado aún articular en palabras su trauma, la segunda una muchacha de 12 años que ha crecido pensando que su padre fue un bosnio, caído en combate. 
Grbavica es el barrio de Sarajevo donde viven, "un lugar como tantos otros de la región", explicó Zbanic, donde un número indeterminado de mujeres viven "con ese secreto dentro". 
"No hay cifras claras al respecto. Oficialmente se habla de 20.000 mujeres bosnias en esa situación, más o menos se calcula que fueron unas 50.000 las que pasaron por el calvario", explicó Zbanic. 
La directora recorre con su cámara a una madre y a una hija que no sabe del secreto de la primera. A través de ellas describe el destino de las muchas mujeres que conoció en organizaciones de ayuda a ese colectivo de víctimas "olvidadas". 
Mujeres que, a diferencia de los veteranos o heridos de guerra, no cobran pensión alguna de la autoridades y que sacan a los suyos adelante, trabajando en lo que sea para pagarles la escuela, pero no son capaces de explicarles la verdad. 
"Documentar en cine lo que fue aquello no es posible, porque no sería soportable para el espectador. Yo misma no sé cómo se puede sobrevivir a algo así", explicó Karanovic, la actriz serbia que da vida a una bosnia violada en "expresión del primitivismo bélico". 
El hecho de ser serbia no fue un obstáculo: "Es una película importante para toda la región, no sólo para los bosnios, porque trata de cómo abordar el pasado y tirar adelante", dijo. 
"No es una película sobre mujeres bosnias, sino sobre todas las mujeres que han sido víctimas de la violación en guerra", añadió Zbanic, quien espera contribuir con su film a una especie de "catarsis", capaz de hacer que "esas mujeres silenciosas rompan el círculo de su secreto y puedan al menos llorar abiertamente". 
El primer paso es hablar para afrontar lo ocurrido, "algo que muchas mujeres no pueden hacer aún, más de diez años después, de la misma manera que muchas alemanas violadas en la II Guerra Mundial no lo lograron nunca", prosiguió la directora. 
A partir de ahí, empieza el proceso de cómo asumir esa verdad. En el caso de la muchacha, aceptarse a sí misma como "bastarda de serbio", no huérfana de un caído en la guerra. 
"Grbavica" conmovió a la Berlinale y Altmann le devolvió la sonrisa, con una nueva muestra del dominio del maestro de la fórmula del "ensemble" llevado al cine. 
Las piezas de su puzzle son Woody Harrelson, Meryl Streep y Lily Tomlin, metidos en cuerpo y alma en la tarea de entonar un "country" tras otro, además de un torpe detective (Kevin Kline), un ejecutor de embargos (Tommy Lee Jones) y un Angel de la Muerte con aires de Veronika Lake (Virginia Madsen). 
Por supuesto no es película para alérgicos al "country". Recrea el último show de un programa de radio caído en desgracia, tras 558 emisiones, con el inevitable regusto agónico y amenizado por un sinfín de canciones, que a los no afines al género sitúa al borde de la migraña. 
Para quienes no aborrecen ese estilo musical, es todo una lección de cine con el sello de la casa Altman. EFE gc/ih/cbm

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