martes, 14 de febrero de 2017
Volker aburre hasta con Stellan
Schlöndorff regrese a Max Frisch de la mano del infalible Skarsgard
Gemma Casadevall
Berlín, 14 feb (EFE).- El director alemán Volker Schlöndorff volvió hoy en la Berlinale a sus esencias de la mano del impecable Stellan Skarsgard, en una jornada a concurso en que Portugal brilló con "Colo", centrado un derrumbe familiar a zarpazos de la eurocrisis.
"Retourn to Montauk", una nueva incursión de Schlöndorff en su "alter ego", el escritor suizo Max Frisch, aportó la presencia del actor sueco en un festival del que Skarsgard es fiel visitante, esta vez convertido en pareja de Nina Hoss, otra habitual de la casa.
Quince años después de "Homo Faber", el cineasta alemán traza en esa película la historia de una expareja que trata de recomponer las piezas rotas de una relación, por supuesto desde el "lugar de los hechos", junto a la maravillosa playa de Montauk.
"Nunca he dejado de pensar en los temas que quedaron pendientes en ese filme, en temas como el remordimiento, la dificultad por encontrar la reparación o la exculpación, sea por lo que no se hizo o por lo que sí se hizo, pero mal", explicó el cineasta.
Su puntal es Skarsgard, en el papel del escritor que reflexiona sobre el arrepentimiento o la inutilidad de arrepentirse y quien demuestra su aparente incapacidad, como actor, para no dar la talla, sea lo que sea lo que interpreta.
Si hace tres años, en ese mismo festival, convirtió en memorable un western polar, "Kraftidioten", dirigido por el noruego Hans Petter Moland, ahora hace lo propio con esta película que se mueve entre seres brillantes, elegantes y perfectos, en un Nueva York que podría ser el de Woody Allen.
Hoss, una especie de musa de la Berlinale con papeles complejos como "Barbara" o "Yella", no sale tan bien parada en su interpretación de una exitosa abogada, que se mueve entre apartamentos y despachos de lujo, pero de naufragio en naufragio.
"Return to Montauk", el retorno de Schlöndorff al festival tras "Diplomaty", en 2014, gira en torno a dos formas de elitismo -el intelectual del escritor y el de los ricos clientes de la jurista-, con un retorno sobre los corazones rotos con poco poder reparador.
Su filme era el tercero y último de los representantes del cine anfitrión a competición -tras la algo anodina "Helle Nächte", del germano-turco Thomas Arslan, y el brillante documental "Beuys", de André Veiel- y dejó la sensación de ser un producto básicamente autocontemplativo.
El cine portugués brilló con "Colo", dirigido por Teresa Villaverde, una realizadora que en 1991 estrenó en ese festival "Os Mutantes", entonces como talento a descubrir, y que ahora regresó desde su posición de voz consolidada entre el llamado cine "de autor".
Sin estridencias ni dramatismos, el filme recorre el proceso de desmantelamiento de una familia, formada por el matrimonio y una hija adolescente, en el que todo podría funcionar perfectamente, si no fuera que el desempleo crónico del padre es un cáncer que devora el tejido familiar.
En ellos se reflejan los efectos, a medio plazo, de una crisis económica que parece endémica y que además ha contagiado a todo el entorno social, escolar y vecinal de su barrio, la ciudad y el país donde ocurre.
La crisis ha condenado a la condición de inútil a un esposo y padre que no consigue trabajo, simplemente porque no lo hay, mientras la madre trata de sacar adelante a la familia entre sucesivos trabajos mal pagados.
Lo que no era, sobre el papel, una familia desestructurada pierde la cohesión, erosionada por los efectos de una crisis que, a efectos macroeconómicos, tal vez empezó a superarse, pero cuyas secuelas persisten en lo individual y lo colectivo.
"Colo" confirmó la sensación de que la presente Berlinale, que tuvo unas primeras jornadas a competición más bien flojas, entró en la buena senda ya el pasado domingo, con "Una mujer fantástica", del chileno Sebastián Lelio, para reforzarse en los días siguientes.
El lunes, la británica Sally Potter hizo subir poderosamente el listón con "The Party", a lo que siguió el martes el finlandés Aki Kaurismäki, con "Toivon toulla puolen" ("The other Side of Hope"), para muchos, la auténtica joya de este festival berlinés.
Con expectación se espera mañana la nueva película del coreano Hong Sangsoo y, ya cerrando el desfile de los 18 aspirantes al Oso, al rumano Calin Peter Netzer, el viernes. EFE
gc/cr
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La Berlinale plasmó la polémica en torno a los restos de Lorca y la homofobia franquista
Gemma Casadevall
Berlín, 15 feb (EFE).- La Berlinale fue hoy escenario, en pantalla y en vivo, de la polémica sobre la búsqueda, o no, de los restos del poeta Federico García Lorca con el estreno del documental "Bones of Contention", centrado en las fosas comunes del franquismo y la represión a los homosexuales durante la dictadura.
La directora del documental, la alemana Andrea Weiss, acudió acompañada de varios de las personas que aparecen en el filme, como Laura García Lorca, sobrina del poeta y presidenta de la fundación en su memoria, así como Emilio Silva, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica.
Ambos sostienen posiciones contrarias, como aparece en la película, y así quedó de manifiesto también, en vivo, en el debate posterior a su exhibición, en la sección Panorama Documento, la segunda en importancia del festival.
La sobrina de Lorca expuso así claramente la posición de la familia, contraria a que se siga excavando en busca de sus restos, por considerar que lo fundamental es hacer un "trabajo honesto" de recuperación histórica de todo el colectivo de víctimas, sin personalismos.
Silva defendió, como hace en la película, "que los huesos hablan" y pueden llegar a reconstruir, de dar con ellos y alcanzar a identificarlos con un análisis de su ADN, cómo fueron asesinados.
"Para mí fue importante lograr localizar e identificar los de mis familiares", explicó, para añadir que a raíz de esa experiencia propia fue cómo se empezó a generar su asociación, ante las muchas otras personas que se dirigieron a ellos para pedirles que buscaran también a los suyos.
La excavación o no para buscar los restos de Lorca, uno entre los 120.000 muertos que se estima que yacen en fosas comunes por distintos puntos de España, es un aspecto del filme, que incorpora a las entrevistas con imágenes de archivo e informativos de la época, locutados en inglés, donde se habla de Francisco Franco como el "Hitler español".
El otro gran capítulo del documental es el carácter emblemático del poeta en la lucha del colectivo LGTB, tras recordarse que, según un informe policial de 1965 aparecido hace dos años, Lorca fue asesinado por "homosexual y socialista".
Entran ahí los testimonios de Antoni Díaz, quien conoció las cárceles franquistas por su condición de gay, y Silvia Reyes, transexual y asimismo perseguida por la represión del régimen.
Díaz detalla ante la cámara de Weiss lo que significó vivir bajo el yugo de la llamada "ley contra vagos y maleantes", que equiparó a los homosexuales con delincuentes comunes, mientras que Isabel Franc recupera los "códigos secretos" que se intercambiaban las lesbianas -"libreras", en su argot- para reconocerse.
Reyes aporta su testimonio del rechazo social y familiar que sufrieron los transexuales que, como ella, solo podían vivir de la prostitución, ya que "con estas tetas y esta cara nadie nos daba trabajo de lavaplatos o cualquier otra cosa".
Vestida con un traje de noche de lentejuelas, Reyes fue la representación viva, desde la Berlinale, del fuerte carácter que documenta la película, especialmente cuando se entra en el capítulo de la primera manifestación del orgullo gay en Barcelona, en 1971.
Un grupo de transexuales se incorporó a la cabeza de esa marcha, detalla el filme, pese a que inicialmente algunos miembros de otras organizaciones de gays y lesbianas hubieran preferido darles menos protagonismo.
Cuando los "grises" -como se apodaba entonces a la policía nacional, por el color de su uniforme- cargaron contra la marcha fueron los transexuales quienes se mantuvieron firmes y plantaron cara, mientras otros huían, se recuerda en el filme de Weiss.
España estuvo, durante años y hasta entrada la transición, entre los países más represores del colectivo LGBTI, del mismo modo que en los últimos años se ha convertido en uno de los más avanzados en cuanto a la plena equiparación de sus derechos, apunta la cineasta alemana.
El debate que siguió al estreno del filme abundó en la temática de este, especialmente en cuanto a la necesidad de superar el pasado -"el franquismo cometió el crimen perfecto, ya que logró una especie de amnesia colectiva", argumentó Silva-.
Entre los espectadores estaba Serafín Fernández, español residente en Alemania desde hace más de 50 años, explicó, quien en su momento también conoció las cárceles españolas por su condición de homosexual.
"La última palabra la tiene la familia. Sólo los Lorca pueden decidir si hay que seguir excavando o no en busca de sus restos. Pero darían mucha fuerza a quienes luchan por la Memoria Histórica si el apellido Lorca se uniera a esa organización", comentó, al fin de la proyección. EFE
gc/cr
Grandioso
Kaurismäki, héroe de la Berlinale con su humor extra-seco aplicado a un refugiado
Gemma Casadevall
Berlín, 14 feb (EFE).- El finlandés Aki Kaurismäki se convirtió hoy en héroe de la Berlinale con un filme de humor extraseco, aplicado a un refugiado y donde confluyen la denuncia a la fría Europa y una declaración de amor al ciudadano que se arriesga y ayuda.
"Toivon toulla puolen" ("The other Side of Hope") plasmó con la contundencia y parquedad habituales en el cineasta el calvario de un sirio de Alepo llegado al puerto de Helsinki que, en lugar de escabullirse a la autoridad, formaliza su solicitud de asilo.
En cuatro frases relatará Khaled (Sherwan Haji) a la funcionaria los bombardeos sobre la ciudad donde perdió a su familia, el dinero que ha pagado a sucesivas mafias desde la frontera con Turquía a Grecia o los golpes sufridos en la ruta de los Balcanes.
Un caso idéntico al de cientos de miles de sirios, cuyo destino depende no solo de si se les reconoce el derecho a "protección subsidiaria", sino también de si se topan en un garaje con un neonazi de los "Verdaderos Finlandeses" o si acude a defenderlo un mendigo.
"Quisiera ser un gran manipulador para cambiar el mundo. Pero soy demasiado vago, me contento con tratar de cambiar Europa", explicó, para criticar luego a la Europa que cierra sus fronteras.
"A Finlandia, país relativamente pequeño, llegaron 20.000 iraquíes y la gente temió que venían a atacarnos, como lo hizo Rusia años atrás. Que nos robarían el coche o nos lo rayarían", explicó, en el mismo tono de humor extraseco y sarcástico de sus filmes.
Inteligente e irónico, Kaurismäki atajó como una broma una pregunta la presunta islamización de Europa -"¿islandización? No, no, Islandia no invadirá Europa", simuló entender-, para zanjar que no hay indicios de tal cambio cultural, como pregona la ultraderecha.
Puso como ejemplo la Sevilla de Al Andalus, donde convivieron cristianos, judíos y musulmanes, "hasta que decidieron expulsarlos" y lamentó los "crímenes" de la Europa de hoy ante los refugiados, para salvar de ese contexto a la canciller Angela Merkel, "que al menos aborda el problema", mientras el resto de líderes lo ignora.
En su filme, como en la Europa más burocratizada y egoísta, sí existe quien ayuda y Kaurismäki lo recuerda volviendo su película hacia estas personas "que aún tienen sueños y esperanzas", como el viajante convertido en dueño de restaurante -Sakari Kousmanen-.
Surgen ahí algunos de los rostros habituales en el cineasta, en una de esas constelaciones con perfiles de familia, formada por una camarera, el cocinero, el camarero y un perro asimismo asilado.
Kaurismäki imprimió su sello en la lucha por el Oso de la Berlinale, con un filme exponente al 100 por cien de un estilo imposible de clonar desde tiempos de la "Chica de la fábrica de cerillas" (1991).
Son películas de rasgo simple, como lo es la manera de hablar del director, generadas por una genialidad lógicamente intransferible.
A su constelación de personajes e inefables músicos callejeros de rostros impertérritos -"no quiero que mis actores agiten los brazos como molinos de viento, me gustan sus rostros como son", bromeó- se incorpora ahora el refugiado, espejo de la realidad actual.
"Qué diablos somos, si no somos capaces de comportarnos como seres humanos", lanzó el cineasta, quien acudió a Berlín con toda su batería de actores, pero compareció ante los medios solo con Haji, el refugiado, y con Kuosmanen, el viajante soñador.
Este actor se ganó unos minutos de gloria al entonar a pleno pulmón una canción en finlandés en la rueda de prensa, merecedora de la segunda ovación de la jornada, tras la recibida por su director.
La otra figura de la jornada a competición fue Joseph Beuys, el artista alemán que revolucionó el concepto de arte y convirtió en acontecimiento todo acto público suyo, al que el cineasta Andrés Veiel dedica un documental apuntalado en material de archivo.
Es un filme apologético, a 30 años de la muerte de un artista por el que muchos alemanes sienten una mezcla de orgullo e incredulidad, por la repercusión internacional que alcanzó un concepto del arte que no todos compartían.
"Beuys" es la segunda película alemana a concurso, tras "Helle Nächte", ayer, y ante el estreno de "Return to Montauk", de Volker Schlöndorff. EFE
gc/cr
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lunes, 13 de febrero de 2017
Hablando a escondidas de Trump
Scott Thomas levanta la Berlinale con un recital de sarcasmo inglés pre-bréxit
Gemma Casadevall
Berlín, 13 feb (EFE).- La actriz Kristin Scott Thomas levantó hoy la Berlinale con "The Party", un recital de sarcasmo británico contenido en 71 minutos, dirigido por Sally Potter y con un coral de actores enormes, de Bruno Ganz a Patricia Clarkson y Timothy Spall.
El festival entró en su segunda semana necesitado de algo para levantar el ánimo y lo encontró en esa cáustica comedia en blanco y negro alrededor de un mujer que se cree en el cénit, personal y político, en un Reino Unido donde se respira ya el "brexit".
"Mi filme tiene algo de declaración política sobre una Inglaterra que se desgarra", afirmó Potter, una asidua de ese festival, donde estrenó ya "The Gold Diggers" (1983), "The London Story" (1986), "Yes" (2004) y "Rage" (2009).
La cineasta acudió acompañada de su elenco casi al completo y capitaneado por Scott Thomas, la anfitriona que pretende celebrar con una fiesta entre amigos su designación como ministra de un gobierno a la sombra.
El festejo deriva en catástrofe, entre un matrimonio ya moribundo -el de la incisiva Clarkson, empeñada en llamar nazi a su esposo alemán, Ganz- y el formado por Scott Thomas y Spall, en parecido estado, sólo que hasta ese día se lo ocultaban.
Es una película con estructura teatral, que discurre entre el comedor, la cocina, el baño y el pequeño jardín de los anfitriones, pero que, según Potter, se concibió como un filme.
"Rodar en un espacio reducido y en unas pocas semanas tenía algo de liberación. No es preciso pensar en grandes sumas de dinero, sino que nos concentramos en desarrollar los personajes", explicó.
"Todo el filme respira el pánico ante tanta cercanía", apuntó Scott Thomas, la ministra que se defenestra ante sus invitados, sea el matrimonio amigo, sea una pareja de lesbianas que espera trillizos o el esposo cocainómano de una asesora traidora.
Todos están impecables -especialmente Spall, en su papel de enfermo terminal- y todo, incluida la música, funciona en perfecta armonía en la coral que dirige Potter.
Era el filme que la Berlinale precisaba para retomar brío, tras el flojo arranque que tuvo con "Django" y de que quedaran también por debajo de las expectativas algunos teóricos platos fuertes a concurso, como el "The Dinner" de Richard Gere y Laura Linney.
Aportó, además, unos cuantos grandes nombres sobre su alfombra roja, asimismo necesitada de presencias mediáticas.
Potter compartió la jornada a competición con "Mr Long", del japonés Sabu, y "Helle Nächte" -"Bright Nights"-, dirigida por Thomas Arlsan, el primer representante alemán a concurso.
El filme asiático parte de un asesino a sueldo taiwanés que se convertirá en cocinero accidental en Japón mientras busca la forma de regresar a su país, malherido tras una misión fracasada.
Una botella de agua mineral recibida de manos de un niño da un vuelco a lo que inicialmente parecía una de tantas películas profusas en sangrías entre hampones asiáticos.
Al botellín de agua seguirán vendas y desinfectante para curarse; luego, unas piezas de ropa para adecentarse y a continuación tres o cuatro vegetales, que Long convertirá en su primera sopa prodigiosa.
De las guerras de hampones se pasa a una historia de solidaridad entre vecinos e integración del refugiado que ni habla su idioma.
"Es 'cool' porque no habla", dice el nene respecto al matón, en esta peculiar historia de exitosa integración.
Lo contrario le ocurre al protagonista del filme alemán, un hombre que viaja a Noruega con su hijo adolescente para desmantelar la casa del abuelo, muerto inesperadamente, tras años sin visitarse.
Trata de recuperar con su hijo la comunicación que no tuvo con su progenitor, pero tiene ante sí a un adolescente con cero interés en hablar con el mundo adulto, menos aún con su padre.
La excursión por Noruega va de mal en peor, como la película, con un padre que no consigue dormir en el verano escandinavo donde no cae la noche.
Al espectador acaba asaltándole cierta comprensión hacia el muchacho, en esa compleja fase llamada pubertad y, encima, con un padre sin dotes para comunicarse, pero empeñado en hablarle. EFE
gc/cr
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El muro fronterizo de Trump, eje oficioso de la Berlinale
Gemma Casadevall
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domingo, 12 de febrero de 2017
Daniela, la fantástica
Chile lucha por el Oso con un retrato de la exclusión social a una mujer transgénero
Gemma Casadevall
Berlín, 12 feb (EFE).- El director chileno Sebastián Lelio volvió hoy a la competición de la Berlinale con "Una mujer fantástica", un retrato de la exclusión social a las personas transgénero, que compartió jornada con otro rompedor personaje femenino, en el filme polaco "Pokot".
"Una mujer fantástica", con la actriz Daniela Vega a modo de "alter ego" Marina, la mujer a la que, por el hecho de ser transgénero, se niega hasta el derecho a dar el último adiós a quien fue su pareja, colocó a Chile en la lucha por los Osos del festival.
Fue la primera representante de América Latina a competición en esta Berlinale -le seguirá "Joaquim", de Marcelo Gomes, el próximo jueves- y acudió arropada por el éxito logrado en 2013 por Lelio con "Gloria", Oso de Plata a su gran actriz, Paulina García.
Vega, puntal de la película como lo fue su antecesora de "Gloria", encarna en esta coproducción chileno-española-alemana a una transgénero a la que la familia del fallecido quiere expulsar de su entorno, ya que en su momento no pudieron evitar su existencia.
A la exclusión que sufriría en circunstancias parecidas una mujer a la que se considerase culpable de la ruptura de un matrimonio dado por santo se suma la ambigüedad sexual.
Sobre ella caerán también las sospechas tanto de médicos como de policías, que parten de la base de que algo raro debe envolver la muerte accidental de quien fue su pareja, puesto que, a sus ojos, lo suyo no podía ser una relación de amor o sexo normal.
A las humillaciones de quienes dicen cumplir con su trabajo se sumarán las de la familia del hombre con quien compartió Marina un periodo de su vida, más dispuestos a echarla a golpes del funeral que a compartir con ella el duelo por la muerte inesperada.
Lelio opta por dejar sola a su Marina, de sacudida a sacudida, con su rostro atravesado por el dolor, el llanto o la rabia, con apenas algún momento de respiro procedente de una mano amiga.
No explica cómo se conocieron Orlando y Marina, ni tampoco explica mucho del entorno de esta.
En lugar de arroparla con la complicidad que probablemente le habría dado un Pedro Almodóvar -por ejemplo-, la deja a merced de la soledad sin paliativos, como exponente de rechazo crudo que, en la vida real, sufren las personas transgénero.
Chile ha sido una cinematografía de peso en las últimas ediciones en la Berlinale -al éxito de "Gloria" siguieron en 2015 el Gran Premio del Jurado para "El Club", de Pablo Larraín, y el de mejor guión para "El botón de nácar", de Patricio Guzmán-.
Ahora regresó con "Una mujer fantástica", un filme en el que Lelio rinde de nuevo tributo a un personaje que no se rinde.
La polaca Agnieszka Holland volvía asimismo al festival con "Pokot" -"Spoor"-, dos décadas y media después de haber competido con "Gorackza", ahora como cineasta consolidada tras sus nominaciones al Oscar por "In darkness", "Europa, Europa" y Angry Harvest".
Su filme presenta a una mujer no domesticable, una jubilada y activista medioambiental, que vive entre bosques polacos y pretende llevar con precisión de una Miss Marple las investigaciones por los "asesinatos" de jabalíes, ciervos y todo ser animado no humano.
Holland recorre esos bosques con la cámara, husmeando entre malezas como haría uno de sus animales amigos o con espléndidas vistas panorámicas tomadas desde un dron.
Los enemigos de su justiciera jubilada son cazadores, legítimos o furtivos, los policías corruptos que les amparan y matones locales que convierten sus cotos de caza en prostíbulos.
Es una película basada en una novela de Olga Tokarczuk, que acompañó a la cineasta a la Berlinale para respaldar su tesis del "holocausto ecológico".
Lo que funciona en un libro no siempre se acomoda al formato cinematográfico y a Holland se le acaba echando encima un reparto de papeles bastante maniqueo entre la Miss Marple vegetariana y sus aliados, frente a la legión de crueles cazadores.
Fuera de competición se exhibió "Viceroy's House", dirigido por Gunrinder Chadha, quien como hizo en "Bend it like Beckham" traza una historia entre rivalidades históricas, étnicas y sociales, esta vez trasladada al momento en que de la marcha pacífica de Gandhi se pasa a la división entre India y Pakistán.
Un compendió histórico sobre la independencia india, con algún toque de Bollywood, con un virrey británico bienintencionado y brechas insalvables entre musulmanes, hindúes y sijs. EFE
gc/cmm
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